CAPÍTULO IIIAmanda despertó poco después de las seis. En realidad había dormido muy poco; despertando varias veces esa noche de sueños persecutorios teñidos de sangre. Se levantó, se vistió a toda prisa, cubrió sus hombros con un chal grueso y bajó de puntillas a la cocina. Ahí, llenó una cesta con pan, huevos, mantequilla y un pedazo de panal de miel de abeja. También se llevó una venda limpia. Salió al jardín donde aspiró una gratificante bocanada de aire, la belleza de la mañana la emocionaba. El sol aparecía en medio de un resplandor dorado, tiñendo el cielo de un color rosa intenso. Algunas estrellas todavía brillaban en el cielo, pero el jardín parecía renacer de pronto, palpitar con el canto de los pájaros. ¡La primavera está aquí! Sintió un repentino sentimiento de felicidad. No