CAPÍTULO VToda la habitación pareció girar en torno de Amanda. Estaba consciente sólo de una cosa: los ojos de Peter fijos en los suyos, sus brazos que la sostenían, una sensación de inagotable deleite que se encendía en su corazón como una llama repentina. Con lentitud, y con una maravillosa ternura, los labios de él encontraron los de ella. Sólo por un momento, sus bocas se tocaron, como el pétalo de una flor contra el pétalo de otra. Y entonces los brazos de ella rodearon el cuello de Peter y él la oprimió contra su corazón. —¡Amanda! ¡Amanda!— exclamó—. ¿Qué me has hecho? ¿Qué nos ha sucedido? ¡Oh, mi cielo, mi dulce y pequeño amor… yo creo que empecé a amarte cuando por primera vez pusiste tu mano sobre mi frente!.. La boca de él buscó una vez más la de ella y a Amanda le pareció c