#7: "-Deberíamos dejar que un oso se coma a tu hermana"

1572 Words
Mi respiración está doblemente pesada a como siempre se encuentra cuando hago las rutinas de ejercicios con mi equipo. Jadeo a cada pocos segundos mientras trato de seguirles el paso a los chicos. Agradezco en este momento el tener una buena condición física, pues, aun así, puedo caminar por mí misma, a diferencia de Nora, quien ha obligado al pobre de Fabritzio a cargarla en su espalda. O Nina y Tara, quienes se apoyan la una en la otra, para no quedarse atrás. Toso, tratando de ocultar un posible ataque de risa tras la vista que llevo desde atrás. Fabritzio gruñe con molestia por haber sido obligado a cargar a mi hermana, en vez de ir jugando a cazar pokemones, a como lo hacen Zac y Tyler. Felipe casi que solo le faltaba babear por Nina, por la manera en que la observaba; aun así, sabía que le faltaba mucho por aprender a ser un caballero con ella otra vez, pues ¿Qué chico permitía que la chica que le gustaba cargue un enorme bolso en su espalda? Solo Felipe. Miré a mí alrededor, olvidando la cantidad de inútiles que iban al frente, para darme cuenta de la increíble vista que tenía. Enormes y frondosos árboles a cada lado del callejón por el que caminábamos. Pequeños conejos salían entre la maleza, observándonos con curiosidad, ante las palabrotas de fastidio que soltaba Nina. Saqué la cámara que llevaba en la mochila y me detuve a fotografiarlos, para así después agregarlos a mi colección. Me incliné suavemente para no alejarlos, coloqué la cámara justo en frente de ellos y enseguida, el flash iluminó sus pequeños rostros. Sonreí al verlos escapar entre la hierba, temerosos ante la luz que iluminó sus caritas. Me levanté sacudiendo mis pantalones, y al girarme, me sobresalté al ver a mi pequeño hermano observándome fijamente. —¿Qué estás haciendo? —Me preguntó, ladeando su cabeza. Él continuaba con el teléfono en sus manos, lo que me hizo rodar los ojos, ese maldito juego los estaba comenzando a consumir completamente. —Solo tomaba unas fotos, Ty. —A los animales no les agrada esa luz. Es molesto y los vuelve locos oferta, frunciendo el ceño y apretando sus labios. —¡Disculpa, oh querida madre naturaleza! —contesté abriendo los brazos y moviéndolos sobre mi cabeza, a la vez que comenzaba a dar vueltas en mi propio eje. —Conmigo no funciona el sarcasmo, Thia. —¿Qué haces aquí a todo esto? ¿No deberías de estar cazando esos bicharracos? —Es pikachu, lo he visto por aquí —regresó su atención a la pantalla del teléfono, caminando hacia el lado opuesto de donde se fueron los chicos. —Tyler, ¿Qué haces? Hay que ir con los demás —caminé tras él, tratando de alcanzarlo. —Ve tú, Thia. Pronto iré yo. —Que no, idiota. Si un oso te encuentra y te devora, mamá y papá me culparán a mí. Se detuvo, viéndome sobre su hombro sin ninguna expresión en su rostro, aunque pude notar un brillo de diversión en sus ojos verdes. —Vaya, Thia. Pensé que me dirías que te preocupas por mí, por lo que no te gustaría que me sucediera algo. —Si eso me hace ver como una hermana responsable —me encogí de hombros y estiré mi mano para desordenarle el cabello—. Vamos, hay que alcanzar a los demás. —Solo será un momento, pronto iré —insistió. —Eres un terrible grano en el culo, Ty —refunfuñé, siguiéndolo entre la maleza. Caminé tras mi hermano completamente en silencio, según él, si hacía escándalo, pikachu no permitiría que lo atrapara, y necesitaba conseguirlo a toda costa. Puse los ojos en blanco, mientras ajustaba mi mochila en el hombro, tratando de alejar las ramas que se atravesaban en el camino. No supe cuánto nos habíamos alejado, pero supuse que habíamos recorrido al menos dos millas, puesto que la maleza se hacía cada vez más extravagante y el camino hacía mucho había quedado atrás, y como si fuera poco, ya no eran simples conejillos los que veía al pasar; ahora, asquerosos zorrillos asomaban sus cabezas cuando escuchaban nuestras pisadas al pasar, e incluso, pude notar a dos venados corriendo entre los árboles. Esto realmente no comenzaba a gustarme, no conocía en donde estábamos exactamente, por lo que, un terrible miedo comenzó a apoderarse de mí. Me detuve, sosteniendo las correas de mi mochila con fuerza y miré a mi alrededor. —¿Ty? —¿Eh? —contestó, sin voltearme a ver. —¿Podemos regresar? Creo que ya nos alejamos demasiado del grupo. Por primera vez, elevó su mirada y observó a los gigantescos árboles que nos rodeaban. Habíamos llegado a un pequeño claro... a uno al cual nunca habíamos llegado antes. —Mierda —balbuceó—. Se supone que tú eres la responsable, Thia. ¿Por qué me dejaste seguir adelante? —¿Te atreves a reclamarme, engendro del mal? ¡Agradece que no te dejé solo! Crucé los brazos a la altura de mi pecho y lo fulminé con la mirada. —¿Cómo se supone que vamos a encontrar el camino? —replicó, con su voz llena de terror. —Tienes un teléfono en tus manos, idiota. ¡Llama al imbécil de Zac! —Deja de llamarme idiota, Thia —dijo, apretando sus dientes y observando el teléfono—. Y no tengo señal. Bufé, dando una patada en el suelo. —No quiero ser comida por un oso. —No exageres, hermana. Dejé caer mi mochila al suelo y comencé a buscar en ella, rogando en mi interior el haber echado la brújula que el abuelo me había obsequiado. —¿Google Maps? ¿Algo que nos pueda ayudar, Ty? —pregunté con desesperación. —No tengo señal, Thia. No me llega la señal de internet —insistió. Saqué la botella de agua, un mapa con puntos marcados en rojos, un abrigo, un par de cuerdas, dos pinturas labiales, un espejo e incluso mi reproductor de música, pero no había señal de la jodida brújula. Me puse de pie y llevé ambas manos hasta mi cabeza. —¿Y si intentamos regresar por nuestros propios medios? —le dije. —¿Sabes por dónde venimos? —¿Qué putas voy a estar sabiendo, Tyler? ¡Nos alejamos, j***r! —Cálmate, no entres en pánico. —¡No me jodas! —Exclamé, dándole la espalda—. Estamos perdidos y ¿No quieres que entre en pánico? Tyler guardó silencio. Me volteé hacia él y lo observé sentarse a la raíz de un árbol. —¿Qué estás haciendo? —Esperando a que vengan a rescatarnos —contestó, encogiéndose de hombros. —¿A sí nada más? —Ni siquiera logré atrapar a pikachu —murmuró entre dientes. Puse los ojos en blanco y me agaché a revisar el mapa; los puntos rojos mostraban los lugares a los que habíamos ido a caminar anteriormente, los que sumaban un total de ocho puntos en esa espesa jungla. Traté de encontrar el camino, siguiéndolo con mi uña, dándome cuenta de que en realidad no tenía ni la más remota idea de que dirección tomar para encontrarlo. Un ruido de unas ramas quebrándose tras de mí me puso en alerta; me levanté lentamente y me giré, esperando ver a la criatura que iba a atacarnos. Mi corazón comenzó a bombear con fuerza y mis extremidades hormigueaban, a la vez que sentía la hormona de la adrenalina invadir cada parte de mi cuerpo, mientras escuchaba cada vez más cerca los pesados pasos. —¡Un oso! ¡Va a comernos! —grité desesperada tratando de caminar hacia Tyler, al ver a un arbusto siendo separado. Zac se detuvo frente a mí, viéndome con una ceja arqueada. —¿Oso? Me fue inevitable no soltar un exagerado jadeo de alivio. Nunca antes me había sentido tan feliz de ver a ese idiota frente a mí. —Diablos, Thia. Con semejantes gritos me has espantado a bulbasaur —gruñó, regresando su atención a la pantalla del teléfono. —¿Encontraste a Pikachu? —le preguntó Ty, poniéndose de pie. —Ya está en mi colección, amigo —sonrió el pelinegro, moviendo su teléfono frente al rostro de mi hermano. —¿Qué estás haciendo aquí? —crucé los brazos a la altura de mi pecho y enarqué una ceja, a la vez que apoyaba todo mi peso en uno de mis pies. —Después de caminar un largo trayecto, nos dimos cuenta que habías sido tan estúpida al coger otro camino y vine a buscarte. —Que comentario tan gracioso —dije, colocando mis manos en forma de jarra—. Espera, diré "ja ja ja" para que veas que me dio risa. Levantó una ceja, mientras las comisuras de sus labios se levantaron en una pequeña sonrisa, pasó una mano por su abundante cabello n***o y negó con la cabeza. —Deberías de dejar de utilizar ese estúpido sarcasmo con todo el mundo, Chaparra; tal vez así lograrías verte más bonita. —¡Oh! Lo siento. No me había dado cuenta de que eras un experto sobre mi vida. Espera que creo que ando un bolígrafo en mi mochila para tomar nota. —¿Qué tal si mejor salimos de aquí? —intervino Tyler, deteniéndose a mi lado. —Eso es un buen plan —asintió Zac—. Aunque deberíamos dejar que un oso se coma a tu hermana. Puse los ojos en blanco y me incliné a recoger mi mochila. Caminé al lado de Tyler, siguiendo "al experto Zac" quien no dejaba de hablar con mi hermano sobre su escuela en Alemania. Mordí mi labio inferior en varias ocasiones para no inmiscuirme en lo que hablaba; comentaba sobre la especialidad que llevaría en medicina el próximo año, justo cuando regresara a Alemania. Tyler le preguntó que estudiaría. —Neurología —contestó con orgullo. Observé la parte trasera de Zackary. Había cambiado mucho, no había ni un solo rastro de aquel niño al que recordaba, en su lugar, todo un hombre se había hecho paso, ganándose un gran cerebro con el cual estaba segura no le costaría llegar a ser un excelente neurólogo. Me odiaba por tener que aceptarlo, pero, aunque nunca fuese a decirlo en voz alta, me sentía orgullosa de él. Sonreí, negando con la cabeza y desviando la mirada, dándome cuenta de algo importante. Habíamos llegado al mismo lugar donde Zac nos había encontrado. —Mierda —murmuró Zac, al percatarse de lo mismo.
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