—¡Tienes que estar de broma! —Fue la primera frase que se me ocurrió decir, al ver a Zackary pasar ambas manos por su espeso cabello—. Maldición, Zac. Ni se te ocurra decirme que estamos perdidos.
—Bueno —dijo, encogiéndose de hombros—. No estamos perdidos.
Puse los ojos en blanco y me paré a su lado.
—No estoy para bromas, tarado.
—Solo estoy diciendo lo que tú querías escuchar —negó con su cabeza y me miró fijamente—. Nunca voy a terminar de entenderte, Chaparra.
Suspiré, viendo a mí alrededor pensando en las posibilidades que teníamos en ese preciso instante para poder salir de ese claro. Habíamos caminado al menos veinte minutos, y aun así, habíamos llegado al mismo sitio.
¿Estábamos caminando en círculo?
El terror comenzó a invadir cada partícula de mi cuerpo, la tarde estaba cayendo, temía que la oscura noche nos sorprendiera en este lugar, acompañada del frío, y como si fuera poco, los salvajes animales que buscarían la manera de devorarnos.
No quería ser devorada por un oso.
—Estarás en problema —habló Tyler tranquilamente, deteniéndose a mi lado—. Mamá dijo que nos esperaba para la cena.
Apreté la mandíbula mientras dirigía una fulminante mirada hacia él.
—j***r, Ty. ¿Tu mayor preocupación en este momento es la cena? —mi voz sonó ahogada y desesperada. No quería verme como una vil cobarde, pero la realidad era que hacía falta poco para hacerme un ovillo en el suelo y comenzar a llorar.
Zac puso una mano en mi hombro, lo observé con aspecto cansada. Me sentía tan agotada y estresada en ese momento, que lo último que quería hacer era reprocharle el no haber dejado marcas en el camino, si no sabía como carajos volver.
—¿Estás bien? —me preguntó, mirándome fijamente—. Estás más pálida que de costumbre.
Una sonrisa torcida se abrió paso en sus carnosos labios, lo que me hizo sentir verdaderamente incomoda al haberlo estado observando sin siquiera tratar de disimular.
—Tengo miedo —acepté, ajustando la correa de mi mochila en mi hombro.
—No lo tengas, voy a protegerte —murmuró, antes de sacudir la cabeza y alejar su mirada—. Vamos a salir de aquí.
—Los demás estarán preocupados —continuó Tyler, dejando caer su mochila en el suelo, para entonces alejarse caminando a paso rápido hacia la maleza.
—¿Ty? ¿Qué estás haciendo? —me alejé de Zac, para caminar tras mi hermano pequeño.
No podía permitir que cometiera alguna estupidez donde se pusiera en peligro; mi único consuelo en ese momento, era el deber de mantener a mi extraño hermano a salvo.
—Buscaré ramas, es necesario prepararnos antes de que caiga la noche —me observó sobre su hombro, como si fuese lo más obvio del mundo.
—No, vamos a salir de aquí.
—Tyler tiene razón, Thia —intervino Zackary, caminando junto a mí—. Nos alejamos demasiado, y si intentamos salir, el resultado será el mismo, caminaremos en círculos.
—No pienso pasar la noche aquí —repliqué.
—Iré en busca de señal, llamaré a Nora para que vayan por ayuda. No podremos movernos de aquí, o puede que nos alejemos más —respondió de manera uniforme—. Lo lamento. Lamento haber sido lo suficientemente estúpido al no marcar el camino cuando vine a buscarlos —suspiró, colocando ambas manos sobre mis hombros.
—Vamos a congelarnos aquí.
—Vamos a salir de esta ¿Okay?
Suspiré mientras asentía no muy segura. Tal parecía que Zac estaba dándome terapia.
—Okay —repetí.
Él sonrió y pellizcó mi nariz.
—Buena chica.
Acompañé a Tyler a recolectar pequeñas ramas secas, mientras que, por el otro lado, Zac intentaba conseguir un poco de señal, para así poder enviar, aunque sea un mensaje de texto.
Dejé caer lentamente mis manos a mis costados, después de haber dejado la otra carga de ramas junto a la de Tyler; suspiré, mientras buscaba con la mirada a Zac. Tenía miedo que nos dejara, ¿Qué iba hacer yo, sola con Tyler si al bobo de mi ex mejor amigo se le ocurría irse y abandonarnos? A este punto, pensaba que Tyler tenía mayores probabilidades de sobrevivir, a las que podía tener yo.
—No exageres, Thia —habló mi hermano, inclinado sobre su mochila mientras sacaba todo su contenido y lo colocaba en orden de tamaño en el suelo.
—¿Eh?
—Nadie va a morir. Van a encontrarnos —reiteró, sin siquiera voltear a verme.
—¿Cómo sabes lo que estoy pensando?
—Tus gestos. Eres muy predecible, hermana.
Puse los ojos en blanco y me acerqué a él.
Cerillos, un enorme suéter, un cuchillo pequeño, agua, otro mapa y al menos ocho barras de cereal, estaban colocados en el suelo.
—¿Siempre que salimos a caminar vas a así de preparado?
—Uno nunca sabe cuándo una hermana mayor te va dejar hacer cosas tontas —se encogió de hombros mientras guardaba el agua y las barras de cereal otra vez.
—Estás muy hablador hoy —volví a poner los ojos en blanco, extrañando al antiguo Tyler silencioso.
—He conseguido hablar con Felipe —me sentí inmensamente aliviada cuando escuché a Zackary hablar tras de mí—. Intenté hacerlo con Nina, pero entró en pánico cuando le dije que estábamos perdidos —se encogió de hombros y torció una sonrisa—. Le he dado un aproximado de nuestras coordenadas y ha dicho que irán en busca del guardabosque.
Le sonreí, tratando de ocultar mi gratitud.
Él estiró una mano y acarició mi cabello.
—No dejaré que te pase nada, Thia.
—Gracias —asentí.
Nos observamos por largos segundos, solo escuchando la respiración del otro, sin decir una sola palabra. Por breves milésimas de segundos, podía sentir que había recuperado al antiguo Zac; pero luego, esa sensación de vacío que me recordaba que volvería a irse, dejándome completamente sola, me hacía retroceder, cerrándome a la posibilidad de volver a recuperar aunque sea un poco de la relación de amistad que una vez tuvimos.
Sacudí la cabeza lentamente, concentrándome en su oscura mirada.
—Te propongo una tregua hasta que logremos salir de este maldito bosque —le propuse.
—Shhhh, no maldigas que puede salirte un oso —escuché a Tyler hablar tras de mí.
Puse los ojos en blanco mientras Zac reía. Odiaba que ahora ambos estuvieran aprovechándose del terror que sentía hacia esos animales.
—¿Solo hasta que salgamos de aquí? —replicó, levantando una ceja.
—No sé... ¿Se te olvida que me obligaste a grabar un estúpido tono de llamadas?
—Un muy caliente tono de llamadas, diría yo —me guiñó un ojo y sonrió.
Observé a Tyler nuevamente, el niño parecía no darse cuenta de lo que Zac acababa de decir... o lo había ignorado. Él pareció darse cuenta de la mirada que le dirigía a mi hermano, pues lo observó y elevó ambas cejas.
—¡Oh! ¿Te ayudo con la fogata, Ty? —se ofreció, agachándose a su lado.
—Bueno —dijo mi hermano, indiferentemente.
La noche había caído, y aun continuábamos esperando por nuestro rescate. Los tres nos encontrábamos sentados cerca de la fogata, comiendo las barras de cereal que mi hermano llevaba, a la vez que intentábamos alejar a los mosquitos.
Los ruidos nocturnos me ponían alerta. Odiaba el ruido que ocasionaban los saltamontes, o las luces de las luciérnagas entre la maleza. Detestaba escuchar pequeñas ramas quebrarse, donde con suerte, un conejo o un zorrillo, eran los responsables de ello.
Apreté más el abrigo a mi cuerpo, la temperatura comenzaba a disminuir aún más, y la fogata ya no era suficiente para mantenernos en calor. Miré a mi hermano, quien no dejaba de temblar, a pesar de no haberse quejado ni una sola vez.
—¿Quieres mi abrigo, Ty? —le pregunté, bajando la cremallera de mi suéter.
—Estoy bien, Thia.
—Tonterías —dije, deslizándola fuera de mis hombros—. Abrígate bien, que si llegas a contraer una pulmonía, papá va a matarme.
Una pequeña sonrisa asomó en los labios de mi pequeño hermano, a la vez que tomaba mi suéter.
—Yo también te amo, hermana.
Le sonreí en respuesta y lo abracé, acercándolo a mi pecho.
Unos minutos después, Tyler había tomado su mochila de almohada y se había quedado profundamente dormido. Acaricié su rostro, sin poder dejar de sonreír. Admiraba la valentía de ese pequeño niño, pues me había visto más aterrada yo que él.
—Vas a congelarte —me habló Zac, al verme frotar mis manos. Las soplé y las acerqué al fuego.
—Estoy bien.
—Ven aquí, Thia —lo observé, había abierto la cremallera de su suéter y mantenía sus brazos abiertos—. Venga, Thia. No soy un desconocido.
Asentí mientras me acercaba más a su cuerpo y me dejaba envolver por sus brazos. Cerré los ojos y suspiré, colocando una mano sobre su estómago y acomodando mi cabeza en su pecho. Podía sentir su corazón latiendo en mi mejilla, constante y relajado. Por un momento me abandoné al rencor que le guardaba, para así poder encontrar tranquilidad en sus fuertes brazos y los suaves latidos de su corazón.
Había algo intimo en la posición que habíamos adquirido, pero me dediqué a ignorarlo, al igual que ignoré lo consciente que estaba mi cuerpo, de la cercanía en la que se encontraba con el suyo.
Abrí mis ojos y lo volví a ver, dándome cuenta de que su mirada estaba fija en mí. Y, como si fuese lo más natural posible para él, bajó su rostro antes de tomar mi barbilla y presionó un suave beso en mis labios.
Fruncí el ceño, cuando se alejó para entonces acostarse y llevarme con él.
—¿Por qué hiciste eso? —le pregunté.
—Porque se me dio la gana —fue su respuesta—. Buenas noches, Thia —terminó diciendo, dando por terminada la conversación.
(...)
Los rayos del sol golpearon con fuerza mi rostro. Hice una mueca, tratando de levantarme. Dándome cuenta de que continuaba en la misma posición sobre el cuerpo de Zac: la mitad de mi cuerpo estaba sobre su pecho, uno de sus brazos sobre mi cintura, mientras que con el otro tapaba sus ojos, nuestras piernas estaban entrelazadas y uno de mis brazos cubría su estómago.
—Buenos días —habló Tyler.
Me levanté de golpe, viendo la sonrisa divertida en el rostro de mi hermano, quien preparaba su mochila otra vez.
—¿Han dormido bien?
Zac se sentó aun adormilado, dejando salir un largo bostezo.
—No me quejo —dijo Zac en respuesta.
—He escuchado voces y pasos, creo que papá viene —continuó mi hermano pequeño.
Puse mis dormidos sentidos en alerta, escuchando lo que mi hermano decía. A lo lejos podía escuchar a un hombre gritar nuestros nombres, mientras discutía con otro. Sonreí. Sí, no cabía duda de que papá vendría.
—¡Estamos aquí! —gritó Tyler de regreso.
Me puse de pie, mientras escuchaba los pasos cada vez más cerca. Sonreí abiertamente cuando observé a mi padre de frente, quien corrió a abrazarnos a ambos.
—¡Maldición! ¡No vuelvan a asustarme de esa manera! —exclamó, abrazándonos con fuerza.
Me reí, mientras Tyler trataba de liberarse.
—No maldigas, papá.
—¡Cállate, Tyler! Que ambos están en problemas.
—¡Oye! ¿No deberías de alegrarte de que estamos bien? —me quejé, alejándome de él.
Sonrió y besó mi frente.
—Eso no te quitará el castigo, jovencita.
Puse los ojos en blanco mientras observaba al tío Billy regañar a Zac. Los otros dos hombres que los acompañaban, solo se limitaron a sonreír, limitándose a esperar.
Miré a Zac, quien solo asentía a su padre, tratando de contenerse de un ataque de risa. Imágenes de la noche anterior comenzaron a inundar mi mente.
¿Zac me había besado?