David hizo ademán de encender el auto, pero para este punto, mi cerebro había trabajado lo suficientemente rápido como para detenerlo. No era casualidad que el auto de Cooper estuviera aquí. Y no tenía que ser la puta hija de Albert Einstein, para saber lo que estaba sucediendo. Y esa era la razón por la que Thiara Roberts no confiaba ni en su propia sombra; he ahí el motivo del por qué no contaba con ninguna "mejor amiga". Me giré hacia mi amigo, regalándole una inocente sonrisa, mientras desabrochaba mi cinturón de seguridad otra vez. —Vas a querer matarme, David. Pero olvidé algo dentro de la casa de Mia —jalé con mis dientes de mi labio inferior, sintiéndome aún más ansiosa por entrar a esa casa, mientras David me fulminaba con la mirada. —Date prisa, Chaparra —gruñó el rubio, apa