Tomé el primer suéter que encontré en mi armario, el cual resultó ser uno de color rosa, con la imagen de Peppa la cerdita, a un costado. Era un regalo de mi papá, quien sinceramente no sabía cómo dar obsequios. Siempre que él decía que nos iba a obsequiar algo, pasábamos tres días orando para que Dios iluminara su mente y dejara de darnos artículos dignos de una niña de cinco años. Pero al parecer, las oraciones no pasaban del techo, pues siempre terminaba dándonos algo completamente ridículo. Aunque, por misterios de la vida completamente desconocidos para él, las blusas con imágenes de la Sirenita, o los gorros de Piolín, terminaban arruinados con salsa de tomate, o manchados de rosa. Mi madre siempre le decía que había revuelto la ropa en la lavadora, que por ello necesitaba que al