Las mujeres allí se presentaron, todas eran brujas, obligadas a esconderse. Los lobos, les habían dado caza, buscando a la bruja que les pudiera dar el dichoso amuleto. La anciana se acercó a mí y tomó mis manos en las suyas ya arrugadas, luego me miró a los ojos.
— Debemos cuidarte, o todo a nuestro alrededor arderá — me dijo la anciana.
— Sé que soy el amuleto, ¿pero cómo se supone que ellos lo conseguirán? — le pregunté.
— Hace miles de años, una de nosotras se enamoró de uno de ellos. Él la utilizó para sus propios fines, la envolvió en sus mentiras y ella, cegada por el amor, le ofreció su sangre. Él la tomó sin saber que al hacerlo, sus vidas estarían entrelazadas para siempre. Él obtuvo todo el poder, se cegó y buscaba cada vez más, convirtiéndose en un ser cruel. Cuando ella comprendió su error, se sacrificó lanzándose a un acantilado y acabando así con el. Tú sangre es la clave, y ellos te quieren para hacer el mal — me dijo ella con expresión seria.
— tu eres el antídoto, pero también el veneno, solo tu puedes librarnos de ellos — me dijo.
—¿entonces si uno de ellos me muerden, mi vida esta en peligro?— le pregunte.
La anciana asintió con la cabeza. Esta revelación me ponía aún más en peligro. ¿En qué locura estaba metida? Y ahora con la muerte de ese infeliz, estaba aún más condenada.
— Quiero volver a mi tiempo, no quiero estar aquí — le dije.
La anciana me dio una media sonrisa.
— Tu destino está aquí, tú tienes que salvarnos de los lobos, ellos son malvados, tu debes cuidarnos — me dijo.
Yo empecé a reír, todos esperaban algo de mí, el problema era que yo no sabía cómo ayudarlos.
— Lo siento, pero no puedo hacer nada, no sé cómo hacerlo — le dije.
Ella me miró a los ojos.
— Te enseñaremos, por eso no te preocupes — me dijo —. Tú matarás al alfa de los lobos y nos liberarás a todas.
— ¿Quién se supone esel alfa? — pregunté con curiosidad.
— Eirik Ragnarson, él... es un ser despiadado. Mató a muchas de nosotras buscándote a ti — me dijo.
Arrugué el entrecejo. Eirik no se veía tan perverso como su hermano, tal vez ellas lo estaban confundiendo.
—— — —
Golpeé repetidamente la cara de Knut con mi puño, sintiendo cómo su piel cedía bajo mis golpes. Lo miré fijamente a los ojos, llenos de miedo y dolor, y descargué otro golpe con furia contenida. Este bastardo había desafiado mis órdenes, y eso no era algo que pudiera tolerar.
—Lo vas a matar —me advirtió Leif, con voz tensa.
Dejé de golpear a Knut y me giré hacia Leif, con la respiración agitada y los puños aún apretados.
—¿Quieres hacer un intercambio? No tengo problemas con eso —respondí, con la voz cargada de amenaza.
Solté a Knut y él se levantó rápidamente, la sangre manando de su rostro destrozado. Le hice una advertencia clara y directa:
—Vuelves a desobedecerme y te mataré.
Él había ordenado buscar a Tiana, algo que yo había prohibido expresamente. Si alguien iba a encontrarla, sería yo. No podía permitir que nadie más se interpusiera en ese camino. Knut se fue inmediatamente, si se quedaba iba a matarlo de verdad.
—¿Dónde está? —le pregunte a Leif, con la voz ronca de rabia.
Leif se acercó cautelosamente.
—No lo sé, ella ha desaparecido, no puedo encontrar su rastro —me informó con cautela.
Mi frustración se convirtió en ira descontrolada. Nadie en este maldito lugar parecía ser capaz de cumplir con mis órdenes. Le di una bofetada a Leif, el sonido resonó en la habitación. Leif bajo la cabeza y dio un paso atrás.
—¡Nadie puede hacer las cosas bien en este puto lugar! —rugí con rabia. —Yo mismo la buscaré y la traeré de vuelta. Ella es mía y tiene que estar a mi lado. — le dije. El asintió con la cabeza y se alejó un poco más.
Tiana era mía, la iba a encontrar, y la encerraría en un jodido calabozo si era necesario, pero ella jamás volvería a huir de mi lado, de eso estaba muy seguro.
— Eirik…— me llamo Leif y yo lo mire.
— si sigues actuando así, todos se enterarán del vinculo que tienes con ella — me dijo.
No podía permitir que esa información saliera a la luz, al menos no por el momento, no me podía permitir tener una debilidad en estos momentos, y menos si ella estaba a merced de cualquiera.