Los días pasaron y con ellos la incertidumbre de lo que pasaría si ellos me encontraban. Aquí había aprendido muchas cosas, aunque me faltaba aprender muchas más.
—Hoy haremos el ritual para que te encuentres con tus vidas pasadas —me dijo la anciana. Yo asentí con la cabeza. Según ellas, al hacerlo, mis sentidos se abrirían y podría comprender mejor mi destino.
Las otras brujas me prepararon como la anciana lo había pedido. Me vestí con una túnica blanca y fui llevada hasta un lago en la mitad del bosque. La luna llena brillaba con intensidad sobre todas nosotras. La anciana y las otras mujeres del clan formaron un círculo a mi alrededor, murmurando palabras en un idioma antiguo.
Sentí un leve temblor en todo mi cuerpo mientras la anciana comenzaba a levantar la voz y las otras la seguían. Su voz era hipnótica, arrastrándome hacia un estado de calma profunda. Cerré los ojos y dejé que su canto me envolviera. Poco a poco, el murmullo se convirtió en un rugido distante y sentí como si estuviera flotando fuera de mi cuerpo.
Abrí los ojos de golpe. Me encontraba en el bosque, podía escuchar el murmullo de muchas voces, de gruñidos. El instinto me pidió que corriera y eso fue lo que hice. Corrí tanto que ya no sentía mis pies. Me detuve de golpe. Había un enorme acantilado frente a mí. La luz del sol brillaba con tanta intensidad que cegaba mis ojos. Mi corazón empezó a latir con fuerza y la desesperación se apoderó de mí.
Miré mis manos temblorosas y caminé con paso lento hasta la orilla del acantilado. Miré hacia abajo: era tan alto, que si me lanzaba desde allí, moriría al instante.
—¡Thora! —gritó una fiera pero conocida voz a mi espalda.
Me di la vuelta lentamente y allí estaba él… Eirik, pero se veía diferente. Sus ojos, normalmente azules, eran negros y su expresión de odio hacía temblar hasta mi alma.
—Ven, prometo que cambiaré —dijo, acercándose más a mí.
Mis piernas retrocedieron. Y es entonces cuando me di cuenta de que yo no tenía el control de este cuerpo, simplemente era una espectadora. Abracé mi vientre con fuerza, dándome cuenta del enorme bulto que tenía. Ahora todo era más aterrador.
—Te di un regalo, y tú solo has hecho el mal —le dije mientras lloraba.
Él volvió a acercarse. Yo retrocedí un poco más; ahora estaba al borde del acantilado.
—¿Matarás a nuestro hijo? —preguntó.
Apreté más mi vientre.
—No quiero que sea un monstruo igual que tú —le dije.
Él volvió a acercarse, pero se detuvo. Me miró con tanta rabia que mis piernas empezaron a temblar.
—Masacraré a todas las tuyas y quemaré todo lo que esté a mi alcance. Seré el dueño de todo —dijo con una sonrisa.
—Lo siento, Viggo, pero no puedo permitirlo —le dije entre lágrimas.
El peso de lo que había hecho me golpeó. Yo había convertido a este hombre en un monstruo sediento de poder, y hoy tenía que terminarlo.
—Tú me amas, ven y quédate a mi lado —me pidió.
Sus ojos eran fríos y calculadores, y la traición dolió más que cualquier herida física. Sabía que si me quedaba seguiría utilizándome para el mal. Pero hoy había llegado su fin, aunque tuviera que sacrificarme para terminar con todo. Retrocedí un poco más y me dejé caer. El aire fresco golpeaba mi espalda. El grito de desesperación fue lo último que escuché antes de que mi cuerpo se estrellara contra las frías corrientes.
Volví al presente de golpe, jadeando y con el corazón latiendo desbocado. Traté de salir del agua, pero esta se metía por mi boca y nariz. Un par de manos me sacaron. Empecé a toser con desesperación.
—Eirik, él fue… —susurré, recordando el dolor de aquella vida pasada.
Empecé a llorar con desesperación. Yo era consciente de todo lo que él había hecho, y si obtenía en esta vida lo que buscaba, sería aún peor.
Toqué mi vientre plano y el terror se apoderó de mí. Yo lo había hecho con él, y estaba segura de que se había llegado dentro. No podía parirle un hijo; eso sería un enorme error.
—¿Estás bien? —me preguntó la anciana.
Empecé a negar con la cabeza. Tenía que huir de aquí; si él me encontraba, me mataría y las mataría a todas.
—Debo irme —dije, mi voz quebrándose—. No puedo quedarme aquí y ponerlas en peligro.
La anciana me miró con tristeza, pero asintió.
—Ahora que lo sabes, creo que entiendes por qué estás aquí. Tú eres la única que puede derrotarlo, eres la única que puede salvarnos a todos —me dijo.
Lloré al escuchar esas palabras. Yo no me sentía con el poder para salvar a nadie, y si me quedaba iba a terminar como Thora. Pero en el fondo de mi corazón, sabía que tenía que intentarlo. Las vidas de muchas personas dependían de ello.
—No sé si puedo hacerlo —susurré, mi voz llena de duda.
—Dentro de ti hay una fuerza que aún no has descubierto —respondió la anciana—. No estás sola en esto. Tienes a todas nosotras, y la sabiduría de tus vidas pasadas. Usa ese conocimiento. Confía en ti misma.— me aconsejo.
Yo asentí con la cabeza, pero en el fondo tenía mucho miedo. Todo lo que estaba pasando me había sobrepasado; sabía qué alcance tendría si Eirik conseguía lo que deseaba, y eso me estaba carcomiendo por dentro. Eirik era malvado.