Apenas entramos a mi casa, llevé a Tiana a mi habitación. Si ella creía que iba a dormir en otro lado, estaba completamente equivocada. Yo quería tenerla cerca, tocarla en las noches y beber de ella cuando se me diera la gana.
— No dormiré contigo — me dijo ella al entrar a mi habitación. — Así que ve quitando de tu enorme cabeza que algo podría pasar entre tú y yo.
— Sí va a pasar, y muchas veces — le dije.
La cargué y la llevé a mi cama, la deposité con cuidado. Abrí sus piernas, subiendo con lentitud la falda de su vestido. Me instalé entre ellas y observé su rostro con atención.
— Creo que hemos perdido el tiempo por mucho tiempo, ¿no lo crees? — le pregunté. — Es momento de recuperar todo ese tiempo perdido.
Subí más la falda de su vestido, dejando al descubierto su monte de Venus. El olor a sexo que desprendía de su cuerpo era abrumador.
— Si me tocas, te corto las manos — me amenazó.
Yo llevé mi mano a su coño, pasando mis dedos por la hendidura. Metí uno dentro y la jugosidad de ese lugar despertó en mí mucha más lujuria. Tiana gimió mientras yo entraba y salía de su jugoso coño. Quería meter algo más grande en él, quería probarlo, beber de ella hasta embriagarme. Saqué mis dedos y empecé a descender. Mi cabeza quedó justo frente a su rico coño mojado. Relamí mis labios, listo para el festín que me iba a dar. Pasé mi lengua por su coño, saboreando su piel salada. Sentí la mano de Tiana sobre mi cabeza, empuñando con agresividad mi cabello.
— Quiero que te vayas — me dijo con la voz ronca.
Yo le di un ruidoso beso a su coño, haciéndola estremecer.
— No lo haré, quiero probarte y eso es lo que haré — le dije.
Me abrí paso con la lengua entre sus labios, obteniendo al fin lo que quería: probar su miel. Lamí como un perro sediento, mientras sentía cómo ella levantaba su pelvis queriendo más. Profundicé mi lengua y escuché salir de su boca un excitante gemido. Le di una última lamida y me aparté. Ella se veía completamente roja, con una expresión de pura excitación.
Me bajé los pantalones, liberando mi muy erecta polla. Ella abrió más sus piernas, dándome mayor acceso. Me tumbé sobre ella, poniendo mi brazo como soporte. Acomodé la punta de mi polla en su entrada. Iba a llegar rápidamente, pero después se lo compensaría.
— ¿Eirik? — preguntó una voz a mis espaldas.
Yo me puse tenso de inmediato. Tiana me empujó y se acomodó en la cama. Yo me levanté con rapidez. Freidys me miraba con el ceño fruncido, para después mirar a Tiana.
— Has traído a una zorra sajona. Pensé que los odiabas — dijo ella con una sonrisa en los labios.
Yo respiré profundamente. Iba a sacarla de la habitación. Tiana se levantó de la cama de un salto y caminó hacia ella.
— Apuesto a que envidias que yo sea su zorra — le dijo.
Caminé hacia ella y aparté a Tiana de Freidys.
— Sal de mi habitación ya — le ordené.
Ella miró a Tiana con rabia y después salió dando un portazo.
— Si vuelves a ponerme una mano encima, te juro que te las cortaré. Estás advertido, Eirik — me dijo ella enojada.
Agarré su cintura atrayéndola a mí.
— Lo siento, te juro que ella no volverá a interrumpirnos — le dije.
Tiana me empujó y fue a sentarse en la cama.
— No me volverás a tocar. Ahora sal de aquí — me pidió.
Yo le sonreí un poco y salí de la habitación. Necesitaba hablar con los miembros de la asamblea y decidir cuál era el siguiente plan para derrocar a mi hermano.
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Tenía mucha rabia conmigo misma por lo que había pasado. ¿Cómo pude permitir que él me hiciera todas esas cosas? Estaba loca. Yo tenía que pensar en cómo escapar de aquí, no en abrirle las piernas a ese hombre.
Salí de la habitación, y varios hombres que estaban allí me quedaron mirando. Yo seguí caminando como si nada, hasta salir de la casa. Allí, para mi mala suerte, estaba esa mujer desagradable.
—¿Tan rápido te ha dejado Eirik? — me preguntó.
Yo caminé hacia ella y volví a enfrentarla.
—¿Tanto te molesta que sea yo quien le abra las piernas? — le pregunté.
Ella me empujó con fuerza y yo terminé en el suelo. Me levanté con rapidez y también la empujé.
—No vuelvas a tocarme, o te juro que haré que Eirik te corte las manos — le advertí.
Ella empezó a reír.
—Cuando él consiga lo que desea de ti, te matará. Y yo le pediré ser quien lo haga — dijo, y luego se dio la vuelta y se fue.
Me quedé allí sintiendo la rabia recorrer mi cuerpo. Las personas alrededor se reían entre dientes de mí, disfrutando del espectáculo. Yo los miré y les sonreí. Sacudí el polvo de mi ropa y seguí caminando. Lo que ella me había dicho aún retumbaba en mi cabeza. Una parte muy grande de mí sabía que era verdad, que él solo me quería para conseguir el poder, pero otra muy pequeña lo deseaba, y esa pequeña parte de mí, a la larga, me traería problemas.
Eirik, ese hombre es como un veneno extendiéndose lentamente por todo mi cuerpo. Yo lo odiaba, pero más me odiaba a mí, por dejarme seducir de esa manera tan estúpida. Parecía una adolescente calenturienta. Necesitaba pensar en frío, alejarme lo más que pudiera de él, necesitaba con urgencia ahuyentarlo. ¿Pero cómo carajo lograría algo así?