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1504 Words
Llegamos a la orilla, varios hombres se acercaron a nosotros, mirándome con curiosidad. Eirik me bajó y empezó a hablar con los hombres allí presentes. Hasta hace un momento, no lo veía como un líder, pero verlo así con todos esos hombres, era obvio que el tipo era… poderoso. —Tiana, ven, tenemos que subir —me dijo Eirik. Yo negué con la cabeza. No quería irme, no sabía lo que realmente me esperaba en ese lugar. —Tenemos que irnos ya, o seremos emboscados —me dijo. Yo volví a negar con la cabeza. Me iba a resistir lo más que pudiera, tal vez se aburra y me deje aquí. —Si me acerco, te juro que te lanzaré al barco y me va a importar muy poco si te partes algún hueso —me amenazó. Yo me encogí de hombros. Los hombres a su alrededor empezaron a reír y a murmurar. —Me estás poniendo en ridículo frente a mis hombres —me dijo. Yo volví a encogerme de hombros. Él empezó a caminar hacia mí y yo corrí. Sí, corrí. Como una estúpida, siendo atrapada por él al instante. —Deja de cabrearme, y esto, Tiana, me lo voy a cobrar —me dijo al oído. Eirik me llevó otra vez al lugar donde anteriormente estábamos, me entregó a otro tipo y este me llevó en su hombro hasta la orilla del mar, donde había un par de botes. El hombre que me cargaba no decía una palabra, pero su agarre era firme. Podía sentir la tensión en su cuerpo, como si estuviera preparado para cualquier cosa que intentara. Cuando llegamos a uno de los botes, me depositó bruscamente en el suelo. —¡Oye! —protesté, pero mi voz se perdió en el ruido del mar y el murmullo de los hombres. Eirik subió al bote detrás de mí y se sentó frente a mí, sus ojos fijos en los míos. Su expresión era seria. Yo levanté la barbilla y lo miré retadoramente. —¿Por qué eres tan difícil? —me preguntó, su voz baja pero intensa. Me encogí de hombros, y esto pareció molestarlo. —Porque no sé en quién confiar. No te conozco, y algo me dice que tú eres un ser vil —respondí, tratando de mantener mi voz firme. —Tal vez lo sea, pero créeme, hasta que no consiga lo que quiero de ti, no te dejaré ir —me dijo. —Entonces estaremos unidos de por vida, porque no te entregaré nada de lo que quieres —le dije decidida. Eirik suspiró, pasando una mano por su cabello. Se veía enojado, frustrado, y con ganas de lanzarme al mar. Él le indicó al hombre que comenzara a remar. El bote se deslizó por el agua, alejándonos de la orilla y adentrándonos en el mar. Los hombres hablaban en susurros. Yo miré de un lado a otro, pero ya no podía escapar, era muy tarde para eso, tal vez hubiera sido más inteligente de mi parte dejar que Ivar me quemara como una bruja. —¿Si no puedo darte lo que quieres, me matarás? —le pregunté. Eirik se volvió hacia mí de nuevo. —Tenemos un largo viaje por delante —dijo—. Usa este tiempo para descansar. No para preguntar estupideces —me dijo molesto. Mientras el bote avanzaba, me permití relajarme, aunque fuera un poco. Poco a poco nos acercábamos a uno de los enormes barcos de vela. Tragué en seco y acepté el destino que se me había asignado, pero de algo estaba segura: yo jamás ayudaría a ninguno de ellos a lastimar a nadie. El bote golpeó un costado del barco, y una gruesa soga fue lanzada, algunos hombres empezaron a subir, dejándonos de último a Eirik y a mí. —Sube —me ordenó. Me acerqué a la soga, para después mirar hacia arriba. El barco parecía una enorme montaña inalcanzable. Tomé un profundo respiro y me aferré a la soga, comenzando a escalar con dificultad. Me resbalé un poco y volví a pisar el piso del bote. —Rápido —dijo impaciente a mi lado. —Que te jodan —le dije con rabia. Volví a intentarlo, y finalmente, después de lo que pareció una eternidad, llegué a la cubierta del barco. Eirik subió y me quedó mirando. —Sígueme —ordenó, sin darme tiempo a recuperarme. Lo seguí a través de la cubierta, mis piernas temblando por el esfuerzo y el temor. Nos dirigimos a una cabina en la parte trasera del barco. Eirik abrió la puerta y me empujó suavemente dentro. —Esta será tu habitación —dijo—. Estaremos en el mar por varios meses, espero que sepas apreciar este espacio, y te pido que no hagas nada estúpido —me advirtió. Lo miré con desdén, pero asentí. De nada servía decirle algo, ya estaba aquí, así que tenía que resistir todo lo que pasara. Meses después La vista que nos recibía era espectacular. Este lugar era mágico. ¿Cómo carajo el hermano de Eirik prefería estar en Inglaterra si tenía este pedazo de cielo? —Te dije que te gustaría —me dijo al oído. Yo lo empujé lejos y lo miré mal. Estos meses en mar abierto habían sido una completa locura. Ambos pusimos a prueba nuestra resistencia, estuvimos a nada de matarnos como perros y gatos, pero él siempre, de algún modo, cedía un poco ante mí. —Te follaré apenas pisemos mi habitación —me dijo. Yo empecé a reír a carcajadas. Aunque sí que lo quería, no le iba a abrir las piernas al hombre que tal vez sea un genocida. — estas loco, pero se vale soñar — le dije. El se acerco a mi, me agarro de la cintura y me acerco a su cuerpo. Yo en este tiempo me habia vuelto bastante sensible a su cercania y eso, era muy malo. — te sueño todo los días, desnuda y jadeando mi nombre — me dijo al oído. Ias piernas temblaron y mi coño se apreto. La mera idea de tener su muy gorda polla dentro hacia que me mojara. — puedo oler cuan exitada estas brujita — me dijo en un suspiro. Yo lo aparte de mi y di un paso atrás, alejándome lo mas que podía. No era saludable para mi tenerlo tan cerca. El barco finalmente llegó a puerto. Los hombres iban de un lado a otro, asegurando cuerdas y preparando los botes para el desembarco. Eirik se acercó a mí, su expresión más relajada que de costumbre, pero sus ojos aún reflejaban esa intensidad característica que me volvía loca. Eirik me tomó del brazo, no con violencia, sino con una especie de autoridad protectora. Caminamos hacia el borde del barco, donde ya se habían desplegado varias escaleras de cuerda. Observé cómo los hombres bajaban con agilidad, como si hubieran hecho esto miles de veces. —Baja con cuidado —me pidio Eirik. — no quiero que te partas el cuello después de tanto trabajo que pase por traerte aquí — me dijo. Yo le saque el dedo medio y lo fulmine con la mirada. El se rio y me ayudo. Descendí con lentitud, sintiendo el balanceo de la escalera con cada movimiento. Finalmente, mis pies tocaron tierra firme. Miré a mi alrededor, maravillada, el viento frio golpeo mi rostro mientras daba algunos pasos adelante. Este lugar era magnifico, desde donde estaba podía ver colinas verdes, era simplemente hermoso. —Bienvenida a mi hogar —dijo, extendiendo un brazo hacia el paisaje. —Es… hermoso —admití. Yo lo miré y él me sonrió, una chispa de triunfo brillando en sus ojos. —Te dije que te gustaría —respondió con orgullo. No quería darle el gusto de verlo presumir, así que seguí caminando, alejándome de el y de sus palabras. —No entiendo cómo tu hermano cambió todo esto —dije. —El poder corrompe.— me respondio. Me detuve en seco y me giré para encararlo. —¿Lo dices también por ti? —le pregunté, desafiándolo con la mirada. Eirik se acercó lentamente, cada paso suyo cargado de una tensión palpable. Levantó mi barbilla con delicadeza y acercó sus labios a los míos, dejándolos descansar allí, inmóviles. —Sí —respondió en un susurro. Sus labios, fríos al primer contacto pero increíblemente suaves, me hicieron estremecer. Eirik pasó su lengua por la hendidura de mi boca, abriéndose paso con una sensualidad que me desarmó. Yo se lo permití, entregándome a ese toque exquisito que despertaba todos mis sentidos. Sabía muy bien que estar con él de esa manera era un error monumental, pero en ese instante, la razón se desvaneció. Cada movimiento suyo, cada roce de su lengua, era una lucha interna entre el deseo y la razón. Aunque una parte de mí gritaba que me alejara, otra parte se aferraba a él, como si en sus brazos pudiera encontrar algo que había estado buscando durante mucho tiempo.
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