8| Feria, salvada

1255 Words
Habían pasado los días y, de alguna manera, todo volvió casi a la normalidad. No había vuelto a ver a Nicolás, y la señora Alarcón no mencionó nada de lo ocurrido en aquella habitación donde me encontró con su hijo. El libro que me dio, aún lo tenía, porque no tuve la valentía de buscarlo para devolvérselo. Esa tarde, salí media hora más tarde de la escuela porque el profesor nos retrasó con un trabajo. Apenas estaba saliendo del edificio cuando escuché el sonido de un claxon. Giré la cabeza y vi a algunos compañeros de mi clase en el auto de otro compañero, el chico arrogante y popular del colegio. En más de una ocasión había intentado algo conmigo, y siempre lo ignoré, incluso rechacé sus invitaciones, siempre que me lo encontraba en los pasillos me pedía salir con él. Mi compañera bajó del auto y se dirigió hacia mí. —¿No vienes con nosotros?—, preguntó con una sonrisa. —No, tengo cosas que hacer en casa—, respondí, tratando de sonar firme. Hoy no me tocaba ir a la mansión Alarcón; era mi día de descanso. Sin embargo, quería aprovechar para ayudar a mi madre, cuidando a mi padre. —Vamos, solo será un rato. Hoy comenzó la feria, seguro hay mucha gente de la ciudad allí— insistió ella con entusiasmo. —No puedo, debo ayudar a mi madre— repetí. —Qué aburrido— replicó, haciendo un gesto de disgusto. —No es justo que te hagan eso. Aparte de trabajar, también tienes que hacer de enfermera. —Cuidar de mi padre no es una obligación, lo hago porque me nace y porque amo a mis padres—, le respondí con un tono más serio. No quería que me viera como una víctima, porque nunca me había sentido así. —Perdón, no quise decir eso. Vamos, solo un ratito. Te aseguro que estarás de vuelta muy pronto. Es más, te llevaremos hasta la puerta de tu casa. ¿Qué dices? Sabía que mamá no se enojaría si aceptaba ir. De hecho, ella siempre se alegraba cuando salía a divertirme. Pero la verdad es que nunca me importaron demasiado esas cosas. Salir a bailar, ir a eventos de la ciudad, o tomar algo con mis compañeros no era lo mío. Apenas había ido al cine o salido al parque, y esas veces fueron contadas. —Está bien—dije después de unos segundos de pensarlo. —Pero solo una hora, y después me llevan a casa. —Así será— prometió mi amiga, sonriendo antes de guiarme hacia el auto. Me puse nerviosa cuando el chico popular, aquel que siempre me había invitado a salir, se quedó mirándome en el momento en que subí al auto. Aunque me senté en el asiento trasero, podía sentir sus ojos sobre mí a través del espejo. Cuando llegamos a la feria, todos se dispersaron rápidamente, corriendo hacia los juegos y puestos de comida. Yo me quedé allí, parada, sin saber qué hacer. Fue entonces cuando sentí una presencia a mi lado. Levanté la mirada y lo vi: ese chico estaba junto a mí. —No sé qué le ven de interesantes a las ferias. Se me hacen aburridas, son solo para niños— comentó, intentando iniciar una conversación. No respondí. Mi mente estaba en otro lugar. —¿Estás molesta conmigo? —su voz sonaba un poco insegura, como si no estuviera acostumbrado a que lo ignoraran. Negué con la cabeza, tratando de no parecer grosera. —Entonces, ¿por qué no me hablas? Ni siquiera me miras— insistió. —Lo siento, estaba distraída—, mentí rápidamente. —Tampoco me gusta mucho la feria—, añadí, esta vez con la verdad, más que nada para calmar el ambiente. —Me alegra saber que no soy el único— respondió, relajando su postura. Su comentario me hizo pensar en Nicolás. Algo similar me había dicho el primer día que lo conocí. Traté de borrar el recuerdo de inmediato, no quería pensar en él. Debía concentrarme en el chico que tenía a mi lado, eso era mejor. —¿Y si nos apartamos un poco del ruido? Podemos buscar un lugar más tranquilo —sugirió. Al principio lo dudé. No me daba buena espina estar sola con un chico, no después de lo que había pasado antes. Pero este no era Nicolás, y no me estaba invitando a su dormitorio. Así que acepté de pues de unos segundos. Nos alejamos de la multitud y encontramos un lugar en el césped, desde donde podíamos ver la feria a lo lejos. Nos sentamos y comenzamos a conversar. No sé en qué momento ocurrió, pero de repente estábamos riéndonos de cosas sin importancia, como si fuéramos en realidad amigos. Pero todo cambió de golpe. Sin previo aviso, el chico se inclinó hacia mí e intentó besarme a la fuerza. Me congelé, pero reaccioné rápido, luchando por apartarlo mientras gritaba, pero nadie me oyó. Él era más fuerte que yo y grande, y por más que intentaba zafarme, no lo conseguía. Estaba aterrorizada. —¡Por favor, no lo hagas! —suplicaba. Justo cuando estaba a punto de rendirme, fue apartado de encima de mí y lanzado al suelo, y antes de darme cuenta, Nicolás estaba sentado en posición horcajada sobre el cuerpo de ese chico, golpeándolo con furia. Me quedé paralizada, incapaz de moverme o de procesar lo que estaba pasando. ¿Cómo se enteró Nicolás? ¿Andaba cerca y escuchó mis gritos? Pero que coincidencia. Finalmente, reaccioné y corrí hacia ellos, intentando separarlos, pero fue inútil. Rodaban por el césped, intercambiando golpes mientras se maldecían. —¡Ayuda! ¡Se están golpeando! —grité, pidiendo ayuda, pero nadie parecía escucharme. Los espectadores de la feria estaban demasiado lejos, demasiado ocupados con su propio mundo de entretenimiento que para notar lo que estaba pasando en otros lados. —¡¿Alguien que me ayude?! ¡Se van a matar! —mi voz se quebró de tanto gritar. Al fin alguien acudió y logró separarlos, aunque a los otros chicos que ayudaron les costó apartar a Nicolás de mi compañero de escuela. Al parecer, era muy resistente y muy difícil de derrotar. Nicolás estaba cubierto de sudor, con una mirada tan fría y oscura que me asustó, no parecía el chico calmado y amable que había conocido. Mi compañero yacía todavía en el suelo, gimiendo de dolor, con la cara magullada y rastro de sangre por todas partes. —¿Estás bien? —me preguntó Nicolás, su voz sonaba un poco agitada, pero tenía un matiz de preocupación que logré percibir. Sus ojos, que antes habían sido tan cálidos, ahora reflejaban una mezcla de rabia y temor. —¿Te hizo algo, te lastimó? Negué, mis manos temblaban y tuve que ocultar el miedo. Las palabras no salían, no sabía si había sido por gritar mucho o todavía estaba en shock. Lo que sí, es que estaba sorprendida de verlo ahí. —Vámonos, salgamos de aquí —dijo él, tomándome de la mano con suavidad. —No deberías de haber venido con este imbécil aquí. Te llevaré a tu casa. Sin decir nada más, me guió lejos de la feria y lejos de aquel caos. Y aunque no entendía por qué, sentí que, por primera vez en mucho tiempo, estaba a salvo. ¿Por qué me siento seguro a su lado? ¿Por qué con Nicolás no siento miedo, cómo con otros chicos?
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD