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Venganza Inquebrantable para el Ceo

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Blurb

Aurora Benavides, a sus 18 años, carga con la responsabilidad de sostener a su familia tras la enfermedad de su padre. Para ayudar a su madre, consigue trabajo en la mansión Alarcón, hogar de la familia más poderosa de la región. Lo que no imagina es que este empleo será el inicio de una serie de eventos que cambiarán su vida para siempre.

Nicolás Alarcón, el carismático heredero de la familia, se siente atraído por Aurora desde el primer instante. Esa atracción prohibida se convierte rápidamente en un romance secreto. Pero cuando Nicolás decide enfrentar a sus padres y revelar su relación, subestima la crueldad de su madre, quien manipula todo a su favor para separarlo de Aurora.

Aurora, traicionada y consumida por el dolor, ve cómo su vida se desmorona lentamente.

Cada golpe transforma a la dulce e inocente joven en una mujer endurecida por el odio. Ahora, está decidida a vengarse de quienes la destrozaron. Lo que comenzó como una historia de amor tierno se convierte en un oscuro viaje de venganza inquebrantable.

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1| El Comienzo de Todo
Aurora, 18 años Había un cálido día esa tarde en la ciudad de Valle Dorado, el sol estaba radiante por el inicio de la primavera. Los campos de trigo se mecían suavemente con la brisa, y las casas de adobe con sus techos de tejas rojas pintaban un cuadro pintoresco contra el horizonte. Sin embargo, dentro de nuestra modesta casa, el ambiente era muy diferente. Observé a mi padre desde la puerta del dormitorio. Yacía en la cama, pálido y débil, con una expresión de agotamiento que me partía el corazón. Mi madre estaba sentada a su lado, sujetando su mano con tanta ternura mientras intentaba mantener una sonrisa valiente. —Mamá, ¿cómo está papá hoy? —inquirí cuando ella salió de la habitación. Traté de esconder la preocupación en mi voz para no hacerla sentir peor. Mi madre levantó la mirada hacia mí, sus ojos reflejaban la misma preocupación que intentaba ocultar. —No ha mejorado, Aurora —respondió con un suspiro—. El médico dice que necesita descansar lo suficiente y tomar algunos medicamentos. Ya no puede seguir trabajando. Sentí un nudo en la garganta. Mi padre había sido el pilar de nuestra familia, trabajando incansablemente en la industria textil de los Alarcón, la familia más poderosa de Valle Dorado. Pero ahora, la enfermedad lo había derribado. —¿Qué vamos a hacer? —pregunté, acercándome a mi madre. Tomé su mano, fría y pálida, llevaba días sin descansar bien por cuidar a mi padre. Apretó los labios, como si intentara contener las lágrimas. —He hablado con el señor Alarcón —dijo finalmente—. Le pedí trabajo en la fábrica. Necesitamos el dinero para las medicinas y los gastos de la casa. Me han ofrecido un puesto de costurera. —¡Pero mamá! —exclamé, cerré la boca cuando recordé que estábamos paradas cerca de la puerta de la habitación de mi padre—. Tú tampoco estás en condición de trabajar tanto. He escuchado que es muy duro el trabajo en la fábrica, y además, ¿quién pasará más tiempo con papá? Yo puedo hacerlo, pero tendría que dejar el colegio. —No tenemos otra opción, hija —respondió acariciando mi cabello—. Tú necesitas seguir estudiando. No quiero que sacrifiques tu futuro. Bajé la cabeza, sintiéndome impotente. Sabía que mi madre tenía razón, pero no podía evitar sentirme culpable por no ser de más utilidad ahora que me necesitaban más. —No te mortifiques por eso, yo puedo dejar la escuela y trabajar —ofrecí con un tono firme—. Podemos salir adelante con un solo sueldo. —No, Aurora —expresó mi madre firmemente—. Necesitas estudiar. Esa es la única esperanza que te queda para tener un futuro mejor. Yo puedo con esto. Además, he escuchado que la señora Alarcón está buscando a una joven para trabajar en la mansión. Tal vez puedas ayudar allí después de la escuela. Pero primero hablaré con ella para saber si te acepta de medio tiempo. Me quedé en silencio, procesando la idea. La familia Alarcón era conocida por su riqueza y poder, pero también por su trato distante hacia los empleados. Sin embargo, si trabajar en la mansión iba a servir para ayudar a mi familia, estaba decidida a hacerlo. —Te ayudaré con lo que sea, mamá —contesté luego de unos segundos—. Iré a la mansión Alarcón en cuanto me des noticias del empleo. —Está bien —asintió—. Hablaré con la señora Alarcón y veré primero eso del horario. —Mi madre sonrió, a pesar de que aún se miraba tristeza en sus ojos—. Gracias, hija. Sé que esto no es fácil, pero saldremos adelante los tres juntos, como siempre lo hemos hecho. [***]  Pasaron Tres Días Esa mañana me dirigía a la escuela con el corazón pesado por la situación que estaba pasando mi familia, no dejaba de pensar en lo difícil que habían puesto las cosas en mi hogar. Mis compañeros notaron mi preocupación, pero evité sus preguntas, no quería contarle de mis problemas a nadie, ni siquiera a mis amigos. Después de clases, caminé hacia la mansión Alarcón, una imponente estructura de piedra con jardines meticulosamente cuidadosos. Mi madre me llamó luego de salir del colegio y me avisó que la señora Alarcón esperaba verme a las dos de la tarde en su casa, para hablar sobre el tema del empleo. Cuando llegué a la mansión, la vista me dejó sin aliento. Las paredes de piedra estaban cubiertas de enredaderas verdes, y los jardines parecían un mosaico de flores de todos los colores. Respiré hondo y me acerqué al portón de hierro forjado. Un guardia me dejó pasar tras confirmar mi identidad. Una mujer mayor, de apariencia rígida y porte educado, abrió la puerta enorme de la mansión. —Aurora Benavides, ¿verdad? —preguntó, su voz era firme. —Sí, esa soy yo —respondí, tratando de sonar segura. —Bien —asintió sin apartar sus ojos de los míos—. Pasa, te llevaré con la señora. La seguí a través del vestíbulo. El interior de la mansión era aún más impresionante que su exterior. Los pisos de mármol reflejaban la luz que entraba por los enormes ventanales, y los candelabros colgaban majestuosamente del techo alto. Cada detalle, desde las pinturas en las paredes hasta los muebles antiguos, exudaba riqueza y elegancia. —La señora te espera en el salón principal —informó la mujer, señalando una puerta doble al final del pasillo. Asentí y me dirigí hacia la puerta con el corazón latiendo con fuerza. Toqué suavemente y, al escuchar un “adelante”, empujé la puerta y entré. La señora Alarcón estaba sentada en un sillón de terciopelo, con una expresión severa. Tenía el cabello rubio recogido en un moño impecable, y sus ojos azules, fríos y calculadores, me miraban con intensidad. Llevaba un vestido de seda verde oscuro que acentuaba su figura esbelta y elegante. A pesar de su apariencia impecable, había algo en su mirada que provocaba escalofríos en todo mi cuerpo. —Aurora Benavides —pronunció con una voz suave pero autoritaria—. He escuchado sobre tu situación familiar. Necesito a alguien que sea trabajadora y discreta. La última muchacha que tuvimos resultó ser una ladrona. Tragué saliva antes de armarme de valor para hablar. —Estoy dispuesta a trabajar duro. Seré honrada y obediente, haré lo que me pida, señora —contesté, manteniéndome firme. Por mis padres soportaré lo que sea, hasta la mirada intensa de esa mujer. La señora Alarcón asintió lentamente luego de evaluarme con sus ojos. —Muy bien, entonces. Puedes empezar mañana. Tu madre es una buena trabajadora, espero lo mismo de ti. Luego de agradecerle por aceptarme, salí de allí con una sensación de alivio y nerviosismo. Sabía que las cosas no iban a ser fáciles de ahora en adelante, pero estaba decidida a hacer todo lo posible por mi familia. [***] Cuando cayó la noche, ya estando en el comedor con mis padres, les anuncié sobre el empleo. —La señora Alarcón me dijo que mañana podía empezar a trabajar —mi voz sonó animada mientras les daba una sonrisa—. Todo va a estar bien. Con el sueldo de mamá y el mío, resolveremos todos los gastos y podremos pagar los medicamentos de papá. Giré mi cabeza para ver a mi padre, estaba sentado en una silla de ruedas del otro lado de la mesa. Sus ojos débiles me miraron con ternura. —Eres la mejor hija, tu madre y yo tenemos la gran fortuna de tenerte, cariño. Cuando me recupere volveré al trabajo y ya no necesitarán trabajar. Les devolveré todo el esfuerzo y sacrificio que están haciendo por mí. Sonreí mientras sacudía la cabeza para hacerle ver que no necesitaba preocuparse. Por mi familia estaba dispuesta a hacer lo que fuese, cualquier sacrificio iba a valer la pena.

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