—Mienten, ustedes dos me están jugando una estúpida broma —me dirijo a Diego y reprocho—. No puedo creer que te estés uniendo a este idiota de mi profesor para bromear de esa forma... —Cupidita, escucha —Adiel toma mi rostro entre sus manos y sus ojos dejan escapar una lágrima—. Jamás jugaría con algo así. —¿Pero está bien? —cuestiono, y él baja la mirada. —Se trasladó a Miópia, está muy mal. —Quiero verlo —Adiel asiente y me lleva en su auto. Pido a Diego que cierre la cabaña y junto a Adiel me dirijo al helipuerto. Una vez que lo veo, recuesto mi cabeza en su pecho y le pido que no me deje. Solo quiero que mi tío Félix vuelva y me abrace. Si él se va, me quedo sola en este mundo. —Tío, no te vayas, no me dejes, ¡por favor! Solo tengo 16 años. Prometo que ya no me escaparé para ir a