Una vez que llego a la salida, escucho el claxon del auto y me detengo, me cruzo de brazos y pongo los ojos en blanco. Una vez que subo al antes nombrado, Adiel arranca y se desvía por el camino más largo. El silencio perdura y no entiendo: ¿A qué coño me trae por este lugar? Carraspea su garganta y es sinónimo de que va a hablar. —Debes concentrarte más en la clase, veo que no atiendes cuando estoy explicando —aconseja, suscitando que entrecierre los ojos. —¿Por qué ruedas los ojos? ¿Acaso te molesta mi consejo? —vuelvo a poner los ojos en blanco al mismo tiempo que suelto un suspiro. —¿Solo para eso me pidió que suba a su auto, profesor Adiel? ¿Para decirme que ponga más atención en su clase? —ladeo la cabeza con los ojos cerrados. —No, no es solo por eso, era porque quería llevarte