Después de desayunar nos dirigimos al hospital. Una vez que ingreso a visitar a mi tío la máquina que está conectada a su cuerpo empieza a sonar de una manera extraña. Miro a Adiel, quien aprieta sus labios. Seguido, entran los doctores y me piden que salga. No quiero irme porque si lo hago mi tío se irá. Me rehúso a salir y, de pronto, Adiel me toma en sus brazos y me saca. Al colocarme en el suelo, le doy fuertes manotazos y él toma mis manos y me lleva a su pecho. Me pide que me calme y que tenga fe. —Tranquila, todo estará bien —dice, abrazándome con fuerza. —No quiero que se muera. —No morirá. Él es fuerte, y tampoco querrá dejarte sola. Si su alma llega a salir de su cuerpo, llegando a la puerta del cielo le dirá a San Pedro que no entrará y regresará, ya lo verás —dice y me saca