Vlad y Raquiel observaron con aburrimiento sus platos de desayuno, que constaban de pan, frutos secos, avena y miel. Ni huevos, ni leche, ni nada que proviniera de algún animal. La estricta dieta vegana que debían seguir en aquel mundo ya los estaba volviendo locos. Por su parte, Jelena y Sariel no tenían problema con eso, ya que aquella dieta les ayudaba a “mantener” sus figuras.
-No dudo en que el pan aquí es exquisito, pero necesito hierro y proteínas, mis músculos se desinflarán – dijo Raquiel, mirando sus brazos - ¿Ven?
-No es que tuvieras mucho músculo antes ¿o sí? – dijo Jelena, y Sariel hizo un amago de risa.
-No me simpatizan – farfulló el rubio.
-¿Qué vamos a hacer hoy? Definitivamente no quiero quedarme encerrado en esta posada durante todo el tiempo que Merlín y ellos estén con la reina de las hadas – dijo Vlad, relamiéndose los labios, que habían quedado impregnados de miel. Aquella acción solo causó que Sariel sintiera cosquillas en el estómago - ¿Qué tal si vamos a caminar por ahí y conocer parte de la isla?
-Yo paso, me quedaré a hacer la colada, hay mucha ropa por lavar, y estos vestidos requieren de su tiempo – dijo Jelena.
-Yo también haré la colada – dijo Raquiel, mirando con picardía a Vlad, dándole a entender que le estaba dando vía libre con su hermana.
Sariel estuvo a punto de decir que ella tampoco tenía ganas de salir, pero sus ganas por conocer la isla podían con ella, y miró a Vlad y le comunicó con los ojos que lo acompañaría en su travesía por la isla.
-Bien, entonces Sariel y yo saldremos a conocer la isla – sentenció el azabache.
-Lleven algo de dinero, por si deben comprar comida, o dormir en alguna otra posada – dijo Raquiel, sacando del bolsillo de su túnica el saquito con monedas de oro que le habían dado a administrar, y sacó unas cuantas y se las dio a Vlad -. Y tengan cuidado ¿eh? Nunca se sabe qué tipo de gente hay en una isla de estas, por más mágica y santa que sea.
Sariel fue a su habitación a alistar una mochila con cosas básicas y otra moda de ropa, por si la “salida” se convertía en un viaje y debían de quedarse a dormir en otro lado, aunque prefería que no, porque sabía que las cosas con Vladimir podrían resultar en lo que tanto había estado evitando. Cambió sus sandalias por unas botas aptas para caminar, y se recogió su dorada melena en una trenza. Al salir de la habitación, se encontró con el ruso en el pasillo, que también tenía una mochila colgada al hombro, y llevaba colgada al cinto la espada de Jelena.
-¿Por qué llevas una espada? Además…no es tuya – dijo Sariel, no pudiendo evitar notar que aquel porte de guerrero hacía aún más atractivo a Vlad.
-En estas tierras al parecer hay que andar armados por si acaso – le tiende la mano, y la rubia la toma, volviendo a sentir un cosquilleo - ¡Vamos pues!
En su casa-castillo lujoso de El Cairo, Lucifer observaba desde el mirador de su alcoba las pirámides que se alzaban imponentes a solo unos pocos metros de distancia. Estaba en su forma humana. Solo en esa forma podía disfrutar de los placeres terrenales. Su desnudez estaba cubierta por una fina bata de seda negra. Una de las criadas se acercó a él con una bandeja de zumo de naranja, y él lo bebió lentamente mientras observaba las diminutas figuras de los turistas que llegaban de distintas partes del mundo al conocer las pirámides.
-Estúpidos mortales, se emocionan con nimiedades - murmuró Lucifer.
-Mi lord, el vuelo a Moscú saldrá dentro de poco - le recordó Belial.
-Mi maleta ya está lista, puedes llevarla al auto - dijo Lucifer, y su subordinado hizo caso.
Lucifer sonrió torcidamente. Después de estar escondido tras esas cuatro paredes, al fin había tomado la decisión de mezclarse entre los humanos, y lo haría en la ciudad en donde habían crecido sus hijos.
Como cualquier habitante del mundo mortal, tendría que viajar en avión. Los seres angélicos, al estar mucho tiempo en la tierra, veían disminuidos algunos de sus poderes, entre esos el de hacer portales. Solo algunos Vigilantes como Raziel seguían teniendo aquel poder en la tierra.
-¿Y qué piensa hacer exactamente en Rusia, mi lord? - le preguntó Belial, mientras el rey de los demonios le daba un último vistazo a las pirámides.
-Dado que no seré recibido en el infierno por un buen tiempo, deberé instalarme aquí, y no pienso seguir oculto como un cobarde en esta calurosa ciudad - vuelve a ingresar en la habitación, mirando a la voluptuosa mujer que estaba acostada en su cama aun durmiendo, apenas cubierta con una fina sabana -. Se vendrán tiempos oscuros para la humanidad, y no por hechos necesariamente causados por mí, y quiero observarlo personalmente cuando suceda.
-Si vas a la ciudad en donde crecieron tus hijos ¿es por qué planeas algo contra ellos?
-Vladimir está destinado a quedarse en el mundo mágico, así que con la única que podré tener contacto constante en este mundo será con Jelena - se empieza a vestir con un elegante traje que le costó varios miles de dólares -. Y no, no tengo planeado algo contra ella, no por ahora.
-Pero se supone que tu siempre tienes algo planeado en contra de tus enemigos, mi lord.
-Jelena no es una enemiga, es más...como una piedra en el zapato, una piedra que hay que quitar a como dé lugar aun así.
-¿Y cómo lo piensas hacer?
-Por ahora lo importante es instalarme en Moscú, tener una posición más o menos dominante, y ya después miraré la forma de tentar a mi hija - dijo Lucifer, sonriendo de nuevo de esa manera que incluso perturbaba a sus más cercanos amigos.