Frente a frente.

1878 Words
—¿Hay alguien en casa?— Preguntó Ava. Al encontrar las luces de la sala apagadas y solo las de la cocina encendidas, se dirigió aquel lugar. —Señora, ¡bienvenida!— La empleada que salió de dicho lugar hizo una venia como si se tratase de la reina Isabel —¡Bienvenido señor, Robert!—, este asintió con un movimiento de cabeza. —¿Por qué está todo oscuro? —Bueno, el señor Robert siempre a dicho que cuando no hay nadie en casa se mantengan las luces apagadas. —¿Entonces mis hijos no están en casa? —No, ellos salieron y aún no regresan. —Pero ya es casi media noche ¿Dónde pueden estar? Robert permanecía en silencio, caminó hasta la ventana y cuando vio las luces de un auto acercarse suspiró, seguido se sirvió una copa y lentamente la fue bebiendo. —No sabría que decirle señora. Solo dijeron que iban a salir, más nada. Incluso les estaba esperando con la cena. —Esta bien Toña, retírate a descansar. Cada segundos que pasaban ponía más ansioso Robert, y cuando la puerta principal se abrió no se volteo a ver, solo escuchó las risas de las personas que acababan de entrar, entre esas reconoció la sonrisa de Astrid. Esta última se quedó gélida cuando sus ojos depararon en la ancha espalda del hombre parado cerca de la ventana. El corazón de Astrid empezó a latir con fuerzas y sus piernas sintieron un nerviosismo que la dejó paralizada. —Mami, volviste— Sarah se acercó a su madre y esta la apartó. La adolescente cayó sobre el mueble y ahí se quedó. —Estás borracha—, pronunció algo molesta, seguido dirigió la mirada a Liam, quién no quitaba la mirada de Astrid —¿Cómo puedes permitir que tú hermana se emborrache? Tiene quince años, no puedes darle alcohol. Liam soltó un suspiro y Replicó —Exacto, tiene quince años y la dejas sola en esta casa, para irte de viaje con ese—, Ava frunció el ceño, había olvidado lo respondón que era su hijo. —No estaba sola, estaba a cargo de las empleadas. —Las empleadas—, sonrió Liam y miró con desprecio al hombre de la ventana que aún permanecía de espalda —¡Y tú!¿No piensas saludar? ¿O es que se te comieron la lengua los ratones? Robert apretó la copa en su mano y soltando un suspiro se giró, sus mieles ojos depararon en Astrid, esta sintió que iba a desmayarse, pero cuando la mano de Liam apretó la suya soltó el aire que había retenido. Robert bajó la mirada hacia la mano de Astrid entrelazada a la de su hijastro, y sintió sus venas quemar por dentro. Liam sonrió de medio lado pues la cara de Robert le decía todo, con sutileza se acercó a Astrid y la rodeó por la cintura, con ello logró que Robert desvié la mirada a otra parte, en cuanto a Astrid, ella seguía inmóvil, parecía que sus piernas estaban sembradas en el suelo. —Cuando te dirijas a mi esposo, debes hacerlo de forma educada— mencionó Ava. Liam solo sonrió, no tenía ganas de discutir con su madre, por ello informó —Mamá, no quiero discutir está noche, mejor quiero presentarte a Astrid, mi esposa—, dijo al tiempo que le giraba el rostro y le daba un beso, beso, el cuál Robert pudo ver. —¿Y cuando se casaron?— Cuestionó Robert, mientras apretaba sus puños. —Eso… no te importa—, respondió Liam. —¿Qué te acabe de pedir, Liam? Ava le echó una mirada asesina a su hijo, seguido se acercó a Astrid, y esta la miró de arriba hasta abajo, no había duda, su ex esposo tenía buen gusto, pues la viuda de Brown era una mujer muy hermosa, pese a la edad que tenía se vestía juvenil y le quedaba muy bien. Era una mujer que efectivamente podría enamorar a cualquiera, y despertaría la envidia de toda mujer. Pues ella sintió envidio de que esa dama sea la dueña de su ex esposo. —Lamento haberte conocido así—, Astrid miró a Robert, quién permanecía con la mandíbula tensa. La mirada penetrante del hombre le obligó a bajar la mirada. —También lo lamento—, respondió Astrid, al segundo siguiente dio media vuelta y subió a toda prisa las escaleras, dejando a Ava Silverio intrigada. Astrid llegó hasta su habitación, cerró la puerta y se quedó recostada en ella, sintió las tibias lágrimas rodar por sus mejillas y un dolor infinito en su pecho. Lentamente se fue rodando hasta tocar el suelo, llevó sus manos al pecho y ahogó el grito en su garganta. Volverlo a ver después de dos años, y no precisamente solo la descompuso. Astrid sentía unas ganas inmensa de bajar esas gradas y tomar la mano de él y juntos salir de esa mansión para perderse en la lejanía de la ciudad, gritarle a esa mujer que Robert era suyo. Pero a su mente llegaron las crueles palabras que le había dicho un día después de ser condenada, y eso aplacó su ansiedad. De que le servía amarlo, si él ya no la amaba, la había dejado por una mujer de clase alta, muy refinada y delicada, en cambio ella, ella no podía comparase a Ava Silverio. En la parte baja de la sala, Ava le pidió a su hijo le ayude a llevar a Sarah a la habitación, este Asintió y se acercó a Sarah sin quitarle la mirada a Robert, quién permanecía con la mirada perdida en lo alto de las gradas. —¿Vienes amor? —En unos minutos subo— dijo al dirigirse al despacho —Tengo que hacer una llamada. Mientras Robert se dirigió al despacho, Ava y Liam subieron a Sarah, cuando estaban por recortarla en la cama, esta soltó un poco de vómito. —¡Ay no! Lo que faltaba, ayúdame a llevarla a la ducha. En la habitación de Astrid, el teléfono empezó a sonar ella no hizo por contestar, pero continuaron llamando, después de dos timbradas contestó y sus huesos se congelaron solo de escuchar esa voz. —Baja, te espero tras la alberca. Astrid tragó grueso, mientras su corazón latía de forma desenfrenada. Al instante que el hombre colgó, Astrid soltó el teléfono e inmediatamente bajó, cuando estaba por llegar, sus piernas empezaron a temblar y respirar le era dificultoso. Una vez que llegó y la mirada de su ex esposo deparó en ella, intentó dar media vuelta y volver por dónde vino, no obstante, el fuerte agarre de Robert la detuvo. —¿Dónde crees que vas?— Crujió los dientes y la apegó de espaldas a él. Los pies y manos de Astrid estaban completamente helados, su corazón palpitaba a mil por segundo—Ahora mismo me vas a explicar qué demonios haces aquí— La giró con rapidez y la sostuvo de ambos brazos, mirándola fijamente notó los ojos iluminados de la joven —Estas muy hermosa—, dijo al tiempo que la soltaba y acariciaba el cabello de Astrid. Esta seguía hipnotizada mirando el perfecto rostro de su ex esposo, esos carnosos labios que un día devoraron los suyo, y de los cuales salieron las palabras más crueles que un día alguien pudo decirle. El abandono de Robert, su falta de amor y la negación de su matrimonio por mucho tiempo, embargaron la mente de Astrid, fue entonces que su corazón se detuvo y dejó de latir por el sentimiento que aún perduraba dentro de ella, y lo remplazó por ira, rencor, odio. Al ver el cambio de expresión en el rostro de Astrid, Robert frunció el ceño, la mujer dejó de mirarlo con temor, ahora notaba en la mirada de Astrid desprecio. —No vuelvas a tocarme—, rugió Astrid Robert sonrió y volvió acariciar el rostro de Astrid —Conmigo no va ese jueguito de mujer valiente, Astrid, te conozco muy bien y sé que eres frágil, y débil. —Era—, dijo al quitar la mano de Robert de sobre su rostro —Pero estar en prisión me ayudó a ser fuerte. Astrid se cruzó de brazos y caminó alrededor del hombre que se había quedado estupefacto por la forma en que ella reaccionó —¿Quieres saber que hago aquí? Pues lo mismo que tú… Me enamoré de un hombre rico, de clase alta, me propuso matrimonio y no dudé en aceptar. Robert apretó los dientes y la miró con ojos afilados, con brusquedad detuvo el andar de Astrid y la acercó a él —¿Cómo saliste de prisión? —¡Suéltame, o grito!— Amenazó —No querrás que tu flamante esposa sepa que estás hablando con la esposa de su hijo ¿O si? Imagina que dirá si te encuentra aquí, en una parte con poca luz, hablando con alguien que se supone apenas conociste hoy. La mandíbula de Robert se tensó, pasó su lengua alrededor de sus dientes y seguido bufó. —¿Para eso te sacó de prisión, verdad? —No se de qué hablas. —¡Claro que sabes! —, Bramó al sacudirla de un brazo —De otra manera no hubieras podido salir de prisión—, Robert sonrió —Y claro, cómo estabas herida y resentida porque me casé con otra, por eso te aliaste al infeliz de Liam. Astrid volvió a quitar la mano de Robert que sostenía su brazo, seguido se paró delante de él y Refutó —Guao, ¡que inteligencia tienes, Robert Johnson! Su actitud solo hizo enfurecer más a Robert. —Escúchame bien Astrid, es mejor que mañana mismo no estés en está casa, porque si me entero que continúas aquí… —¿Qué me vas hacer? ¿Vas a echarme? —Estas muy rebelde pequeña—, se acercó a Astrid como un lobo asechador, ella dio un pasó atrás, mientras Robert daba dos —No que muy valiente. Robert curvó los labios formando una sonrisa de medio lado, y una vez que Astrid quedó atrapada en la pared, afirmó sus brazos y la acorraló —Puedo escuchar claramente como late ese corazón, siento como tú boca desea la mía… Astrid, Astrid, ¿en serio crees soportar verme con otra?— La nariz de Robert expulsó aire por el cuello de la mujer, y pudo ver claramente como los bellos de la piel de esta se levantaban, como en un momento eufórico. Robert Johnson rozó con sutileza la pálida piel de Astrid, ella sintió como su cuerpo entero temblaba, la gruesa saliva que rodó por su garganta le dejó una sensación sofocante, cuando los labios de Robert susurraron a su oído y el cuerpo de este se afirmó al de ella, Astrid posó las manos sobre el fornido pecho de Robert, así evitó que se acerque más. —No te acerques—, dijo con la voz quebrada —¿Segura?— Cuestionó Robert al tiempo que afirmaba su frente a la de Astrid, y llevaba sus manos a la parte trasera del cuello de esta —No te veo muy convencida.
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