—Robert, amor ¿Estás ahí?— Cuestionó Ava Silverio a medida que se acercaba a la alberca.
—Quédate aquí y ni se te ocurra hacer ruido—, amenazó. Seguido se dirigió al encuentro de su esposa.
—¿Qué haces ahí? ¿Por qué no has subido a la habitación?
—Estaba tomando aire—, dijo al tiempo que se acercaba y con sus brazos la rodeaba de la cintura, se dieron un beso apasionado, beso el cual Astrid vio y sintió su corazón partirse en dos, nunca había pasado por algo así, ni en sus peores preocupaciones imaginó que doliera tanto ver a su ex esposo besándose con la madre de Liam, no pudo soportar más y salió de su escondite, rozó algo que atrajo la atención de Ava.
—¿Quién está ahí?
Robert hizo presión en sus dientes y soltó un suspiro.
—Debió ser el viento—, para que Ava desistiera de aquel sonido la volvió a besar y acariciar.
—Vamos a la habitación—, la mujer sonrió mientras sentía la mano de su esposo hacer presión en su bubis.
—Pero no será de ir a revisar primero.
—No—, dijo Robert al morder la oreja de su esposa —Tengo ganas de ti—, la tomó en sus brazos y la llevó así hasta la habitación.
En cuanto a Astrid, ella recordó que al medio día cuando Sarah le habían mostrado la mansión subieron por unas gradas tras el jardín que conllevaba a las habitaciones.
Con los ojos aguados ingresó a su habitación, sin poder evitarlo encontró a Liam en prendas íntimas. —¡Perdón!— Dijo al voltearse y abrir la puerta, volvió a salir por dónde ingresó hasta que su reciente esposo se vista.
Al momento que abrió la puerta se encontró con Robert ingresando a su habitación, con Ava en los brazos
Astrid bajó la mirada al momento que sus ojos hicieron contactos con los de él, este no dejó de mirarla hasta que cerró la puerta, una vez dentro Ava empezó acariciarlo y desnudarlo.
Por otra parte, Astrid volvió a ingresar a la habitación y encontró a Liam recostado ya en la cama —Disculpa por haberme cambiado aquí, no se volverá a repetir.
—Tranquilo, este es tu espacio y supongo que estás acostumbrado a caminar desnudo por la habitación, y acostumbrarte a compartirlo conmigo se te hará difícil.
Liam la contempló por un instante, para luego cuestionar —¿Dónde estabas? ¿No se supone que habías subido?
—Si, pero me encontraba en la pequeña terraza que queda al fondo del pasillo.
—Ah— Liam hizo de cuenta que comprendía, pero sabía que la mujer mentía, pues él la buscó en esa terraza y no la encontró, se imaginó con quién debió estár.
Después que Astrid ingresó al baño, Liam llevo su manos tras su cabeza y se cuestionó ¿Será acaso que hizo mal en casarse con la ex de Robert? Si Astrid aún amaba a ese hombre era más que obvio que podría caer en las garras de Robert. Y eso solo le ocasionaría tristeza y dolor a su madre, Liam no quería eso, él solo quería sacar de la vida de su madre a Robert, demostrarle que ese hombre no es el noble y bondadoso hombre que se muestra.
Una vez que Astrid se puso su pijama salió, se acomodó en un elegante mueble que adornaba la habitación, se hizo un ovillo y ahí se quedó.
—¿Piensas dormir ahí? ¿Pero acaso te volviste loca mujer? Morirás de frío.
—Solo dame unas cobijas—, dijo al levantarse.
—La cama es enorme, puedes dormir en ese lado
Astrid mordió el labio y negó —Apenas te conozco, no puedo confiar en ti.
Liam sonrió y extendió las cobijas —Okey, entonces cuando descubras que no muerdo compartirás la cama conmigo.
Astrid agarró las cobijas y se volvió a recostar en el mueble, se abrazó a las sábanas y se perdió en los recuerdos, su mente fue embargada por Robert, ese hombre no podía sacarlo de su cabeza, se lo imaginaba en brazos de Ava, acariciando su desnudez, embistiéndola de forma brusca como solía hacerlo, hizo un esfuerzo por no soltar el llanto delante de Liam, se giró con el rostro hacia el espaldar del sillón y dejó que las lágrimas rodaran, pasó varios minutos así, tragándose el llanto por el dolor que le causaba saber que sola al abrir dos puertas estaba el amor de su vida con otra.
Liam, quién la contemplaba desde la cama, al verla toda torcida se levantó, la tomó en sus brazos y la recostó sobre la cama, cuando sintió la calidez del plumón, Astrid abrió los ojos —¿Qué, que pasa?
—Nada hermosa, solo quiero que duermas bien—, dijo al acariciarle el cabello. Astrid se quedó contemplando los azules ojos de este, aquellos que con la poca luz que llegaba del jardín no se reflejaba el color hermoso —Descansa—, aconsejó el muchacho y se fue al mueble.
En la otra habitación, Robert no podía conciliar el sueño, miró a la desnuda mujer que dormía profundamente a su lado, mientras en su cabeza estaba Astrid, la sola idea de imaginarla compartiendo la misma cama con Liam le reventaba las bolas.
El jamás imaginó a Astrid haciendo algo así, como casarse con otro hombre para vengarse de él, ella siempre fue una buena esposa, lo amaba sobre toda las cosas, al llegar del trabajo siempre lo esperaba con un beso y un abrazo, le ayudaba a quitar su chamarra y le mimaba con dulzura.
Todos los recuerdos de la relación que mantuvo con Astrid aparecieron en su mente, no supo en que momento decidió cambiarla por mujeres que solo eran rostro y cuerpo, si Astrid era todo lo que él había soñado, ella lo amaba con el alma y fue capaz de ensuciar sus manos por el.
Robert cerró los ojos al recordar como esa mujer fue capaz de defenderlo cuando ya parecía que ese sería su último aliento, pensando en ella se quedó dormido, esperando que al amanecer ella ya no se encontrara en casa.
Siete de la mañana Robert se adentró a la ducha, buscó su mejor terno y una vez listo bajó hasta el comedor, dónde su desayuno ya debía estar servido, desde que el llegó a esa casa que fueron varios meses antes de la boda, cambió todas las reglas de esa mansión.
Estaba por llevar la primera cucharada de comida a su boca, cuando vio a Liam sentarse en el comedor.
—Toña, mi desayuno—, dijo el castaño mientras acomodaba su servilleta.
—Imagino que te has levantado temprano para irte de fiesta como siempre—, dijo Robert al morder de su tostada.
—Pues te equivocas, ya esos tiempos los dejé atrás, ahora tengo una esposa con la cual compartir.
Robert sonrió y tapó su boca con la mano derecha.
—Conmigo no tienes que fingir, tu y yo sabemos la verdad—, respondió Johnson al mismo tiempo que miraba a su hijastro.
—¡Vaya!, creí no habías reconocido a tu ex esposa, lo digo más suave o más alto.
—Como quieras… niño. Si pensaste que casándote con mi ex esposa ibas a lograr sacarme de mi órbita, estás muy equivocado. Astrid no me interesa en lo absoluto.
—¿Quién te dijo que me casé con ella por fregarte el existir?— Liam bebió de su café y sonrió —Johnson, no tienes ni idea porque lo hice, pero en un par de horas lo descubrirás—, dijo al mirar el reloj.
En el preciso momento que Robert habló de sus sentimientos hacia Astrid, esta apareció. Las palabras que escuchó fueron navajas afiladas desgarrando su corazón, pero no dio a notar ese dolor, se paró fuerte y continúo acercándose al comedor.
—Estoy lista—, pronunció Astrid atrayendo la mirada de los dos hombres, pero quién se quedó sorprendido fue Robert, puesto que en su vida había visto a Astrid tan bien vestida.
Su largo cabello estaba perfectamente alisado, y vestía un vestido rojo descotado y cuatro dedos arriba de su rodilla, Robert Johnson no pudo dejar de observar a esa dama, incluso su manzana de Adán se movió con dificultad.
Astrid ignoró a Robert y se acercó a Liam, este se paró para contemplar mejor a su esposa, con una ancha sonrisa le tomó las manos y la acercó a él —Estas hermosa—, le dijo muy cerca de los labios.
Robert Johnson hizo presión en sus puños y respiró gruesamente, aunque no quería mirar a la pareja no podía evitarlo, estaba por levantarse y apartar a Astrid de Liam, cuando su esposa apareció.
—¡Hermosos!— expresó Ava al posar sus manos tras el hombro de su hijo —Liam, anoche no pude felicitarte, pero quiero decirte que tienes una hermosa esposa, y espero que el matrimonio te haga madurar—, terminó con su hijo y se dirigió a Astrid, agarró las manos de la joven y comentó —Astrid te llamas ¿Verdad?— La joven asintió —Podemos tomarnos un café en la tarde y así conozco más de ti—, Astrid Volvió asentir y miró a Robert, quién parecía un lobo enjaulado.
Cuándo Ava soltó las manos de Astrid y se dirigió a él, cambió de expresión. Sonrió y se levantó, besó a su esposa delante de Liam y Astrid, esta última sintió una punzada en su estómago, al ver el beso de Robert se dio media vuelta y se encontró con Liam, aunque sus ojos estaban iluminados, pudo sonreír y sentir calma, pues su esposo era efectivamente hermoso.
—Vamos—, Liam tomó la mano de Astrid y de prisa salieron de la mansión, una vez en el auto, Astrid dejó rodar una lágrima, entonces Liam detuvo el auto.
—¿Crees que ese hombre merece tus lágrimas?— Cuestionó y con eso acarreó la mirada de su esposa.
—No, pero es duro y difícil ¿Qué sentirías tu si ves a alguien que amas con otro?
—No lo sé, yo jamás he amado—, dijo Liam.
—¿Nunca te has enamorado?
Liam negó —No conozco el significado de esa palabra llamada amor.
—Entiendo, eres un mujeriego empedernido, como se supone que vas a enamorarte.
—Tampoco así—, se queja y saca una sonrisa de Astrid. Liam lleva su mano al rostro de la antes nombrada y limpia la lágrima que se estancó en el pómulo de la joven —Perdón por lastimarte de esta forma, yo solo he pensado en mis intereses y no en lo que sientes, ni si quiera imaginé el dolor que sentirías al ver a ese tipo junto a mi madre.
—No es tu culpa, yo decidí aceptar el contrato, además, lo que acabo de ver, no pudo lastimarme más de lo que me lastimó en el pasado.