¿Te gustan mis labios?

1829 Words
Astrid y Liam llegaron hasta el jardín donde se encontraba Sarah, se acomodaron en la mesita y emprendieron la plática. —Conocí a Astrid en una disco—, comentó Liam, en cuanto a Astrid frunció el ceño, pues ella jamás había visitado esos lugares. Su padre era un hombre muy estricto, jamás le permitió salir de casa, por eso su relación con Robert fue a escondidas, y cuando su padre se enteró decidió llevársela lejos, pero un día antes escapó con su gran amor —Astrid no se despegó de mi toda la noche, quedó encantada conmigo y desde entonces no dejó de buscarme. —Eso no es verdad—, interrumpió Astrid —Era él quien no dejaba de buscarme, lo rechacé cientos de veces y seguía insistiendo, porque según él, no había mujer que le dijera que no. —Eso si lo creo—, apoyó Sarah entre risas. —¿Y acaso no es verdad?— Liam miró fijamente a Astrid —Hasta ahora no habido una que se me resista, siempre terminan cayendo en mis encantos. Astrid ladeo la cabeza, no podía con el presumido de su esposo. —Lo bueno es que ya te atraparon hermanito. Liam Brown sonrió de medio lado, bebió del refresco que minutos antes habían colocado en la redonda mesa de cristal, sobre el filo de la copa miró a Astrid, la mujer era sumamente hermosa, no entendia como Robert pudo dejarla, o bueno, si lo sabía, pues el dinero de su madre pudo más. Pero si Robert creía que se iba a quedar con todo lo que por derecho le pertenecía, estaba equivocado, pensó Liam en sus adentros. Astrid se sintió incómoda con la mirada de Liam, no tenía duda que ese hombre conquistara a cuánta mujer se le cruzara en el camino, pues no solo tenía una mirada encantadora, su rostro entero era hermoso, ni que decir de ese cuerpo, podía tener a muchas babeando por él, pero no a ella, pues en su corazón estaba otro hombre, un hombre que no merecía ni su más mínimo cariño, pero aunque trataba de hacerle entender a su corazón este no parecía comprender, muchas veces trató arrancarlo de su pecho pero su corazón seguía latiendo por él, ella continuaba amando a Robert, ese cruel hombre que después de que ella le salvó la vida, él, la dejó en prisión y se casó con otra. De solo imaginarlo al lado de la viuda de Brown, las venas de Astrid ardían de la ira. —¿Sucede algo?— cuestionó Liam al verla cambiar de semblante. —No, nada— explicó Astrid —Si me disculpan, iré a descansar. Se despidió de Sarah y se marchó, llegó hasta la habitación y se lanzó sobre la cama, los ojos se le aguaron solo de recordar a su ex esposo. Astrid sabía que para cuando Robert volviera la convivencia en esa casa sería asfixiante, no sabía si podía soportar verlo todos los días con otra mujer. Al escuchar la puerta abrirse limpió la humedad de su mejilla —¿Estás bien?— cuestionó Liam desde la puerta. Astrid continuaba limpiando las rebeldes lágrimas que brotaban de sus pupilas y cruzaban por el puente de su nariz —Si—, dijo con la voz aguda. —¿Quieres ir a dar un paseo? Saldré con Sarah. —Te acompaño—, se incorporó y caminó hasta la puerta. Juntos bajaron y se dirigió hasta el coche, dónde Sarah ya los esperaba. —¿Y tu familia, Astrid?— Cuestionó Sarah —No tienes algún hermano que me presentes—, dijo entre sonrisa. —¿Qué cosas preguntas niña?— Bufó Liam mientras manejaba. Astrid sonrió y explicó —Si tengo uno, pero no lo veo desde hace diez años, su madre se lo llevó. —¿Y no te comunicas con tu madre? —No, ella ya no está en este mundo—, dijo aguantando las ganas de llorar —Murió cuando era una bebé. —¿De qué? Si se puede saber—, preguntó Sarah, ella era una adolescente muy curiosa. —No creo que Astrid quiera hablar de ese tema—, Acotó Liam mientras le echaba una mirada rápida. —Murió de cáncer, cuando nací un pedazo de placenta quedó en su útero, le hicieron una limpieza pero no del todo bien, los pequeños restos produjeron una infección cancerígena—, la voz de Astrid se quebró, y entonces Liam posó su mano sobre la de ella. Aquel acto acarreo la mirada de Astrid, la caliente mano de su esposo le produjo una calma. —Tranquila, no tienes que hablar de eso sí no quieres. Astrid retiró su mano y perdió la mirada en el hermoso paisaje, a su mente llegaron recuerdos de esos días cuando su padre le llamó y la maldijo, jamás olvidará las crueles palabras lanzadas por parte de su padre. «Hoy dejas de ser mi hija, Astrid, desde este día considérame muerto, si algún día ese hombre te abandona no me busques, porque para mí tu ya habrás muerto» El orificio de su ojo lagrimal picaba, pero Astrid se apretó los dientes y parpadeo para no dejar salir ninguna lágrima, no iba a llorar delante de Liam y Sarah, no quería que nadie sintiera lástima por ella. —Llegamos—, Liam detuvo el auto, Sarah bajo deprisa, dejando a Astrid y su hermano solos, cuando Astrid se proponía a bajar, Liam la tomó de la mano. —¿En serio te encuentras bien? —Si, no tienes de que preocuparte—, dijo y bajó del auto. Los tres juntos se adentraron a uno de los parques de juegos más grande de los Ángeles. La Astrid que hace minutos parecía que iba a romper en llanto, sonreía a carcajadas. Se preparaba para dar su segunda lanzada de bolo, cuando las manos de Liam la rodearon por detrás. —Te ayudo—, dijo el castaño. Astrid regresó a ver a Liam, su puntiaguda nariz soltaba el aire muy cerca de su rostro, se miraron fijamente por unos segundos, y cuando la mirada de Liam bajó a los labios de Astrid ella Refutó —¿Te gustan mis labios? No has dejado de mirarlos desde la boda. Astrid logró hacer que el rostro de Liam se sonroje, pues ninguna mujer había logrado intimidarlo, pero como el era un gran actor, no dio a notar el nerviosismo que le causaba esa mujer. Evadiendo el tema continúo enseñándole como debía lanzar la bola para tumbar todos los bolos, una vez lista, Astrid soltó la bola y derrumbó todos los bolos, eso le provocó una inmensa alegría, por lo que saltó a los brazos de su reciente esposo. Desde una cierta distancia Sarah los contemplaba, se sentía muy feliz de que su hermano se hubiera casado, quiso compartir la felicidad con su madre, por ello envió una foto de Astrid y Liam que parecían estar a punto de besarse. “Tu hijo ha vuelto, y casado” fue el pie que llevaba la fotografía. Cuándo Robert abrió el mensaje que llegó al teléfono de su esposa, se quedó estupefacto, expandió más la imagen y al ver a su ex esposa abrazada a Liam Brown, sintió las venas inflarse. Al momento que su esposa salió de la ducha, acomodó el teléfono bajo la almohada y forzó una sonrisa. —¿Todo bien, amor?— Cuestionó al acercarse y palmar un beso en los labios de Robert. —Si—, respondió él —Ve a cambiarte, saldremos en unos minutos—, dijo al incorporarse. Ava Silverio asintió y se metió al vestidor, en ese momento Robert aprovecho para llamar a su primo, David Ferrer. —¿Qué hay mopri? ¿Acaso te aburriste de la veterana que me estás llamando en plena luna de miel? ¿o es que la viejita no te aguanta?— Sonrió David. —Deja de hablar estupideces—. Bramó Robert —Quiero saber ¿cómo está Astrid? —Astrid, ¿en serio te importa esa mujer? Deberías estar disfrutando de todos esos millones y no estar pensando en esa pobretona. —Ve a prisión, averigua sobre Astrid, espero tu llamada en la noche—, ordenó y colgó. La viuda de Brown salió del vestidor con una lencería provocativa y se dirigió hasta él, con sus delgados brazos lo rodeó por la cintura y lo besó. —¿Te gusta?— Cuestionó al soltar los labios. Robert Asintió y la llevó de vuelta a la cama, empezó a quitar las prendas de la mujer, y en su mente se reflejó la imagen de Astrid y Liam a punto de besarse, las letras escritas bajo la fotografía recorrían su cabeza, la que más le retumbaba era “volvió casado” ¿Acaso Astrid era la esposa de su hijastro? No, esperaba que solo fuera idea suya, que sus ojos hubieran visto mal, pues su ex esposa estaba pagando una condena en prisión, no podría ser ella, al menos que ya estuviera fuera de la cárcel. Horas después salieron a la playa, mientras Ava contemplaba el distinto tipo de artesanía, Robert contestaba la llamada de David. —Astrid está libre—, dijo el abogado —¿Cómo salió? ¿No se supone que fue condenada a treinta años de cárcel. —Si, pero al parecer salió antes, no tengo ni idea cómo, pero averiguaré. —No muevas ningún dedo, yo mismo me encargaré de averiguar—, culminó y colgó. Robert Johnson apretó el celular al mismo tiempo que tensó la mandíbula y dirigió la mirada hace el infinito del mar. —¿Algún problema, amor? —No—, dijo al voltearse— Bueno, si surgió un inconveniente en la empresa y necesito estar mañana a primera hora. —Pero, apenas tenemos una semana de… —Lo se amor, pero debo volver. —Oka, si se trata de la empresa no hay problema, volveremos mañana mismo, pero hoy quiero que nos quedemos, al menos quiero disfrutar otra noche lejos de casa junto a ti. Robert esforzó una sonrisa y besó a su esposa, una mujer que le llevaba con quince años de diferencia, pero que no parecía tan mayor a él, pues Ava se había cuidado muy bien, y ninguna arruga se reflejaba en su rostro, las pocas canas que empezaban a salir las cubría con tinta y así se quitaba diez años menos de lo que tenía, su cuerpo era delgado, a pesar de tener dos hijos había mantenido la figura, a sus cuarentaicinco años lucía muy bien. —Volveremos hoy mismo—, dijo Robert al soltar los labios de Ava. Horas después, un auto n***o se parqueo a las afueras de la mansión, de aquel lujoso auto bajó Ava Silverio y Robert Johnson, tomados de la mano ingresaron a la mansión, la cual permanecía en absoluta oscuridad.
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