CAPÍTULO 4
Cierro los ojos con fuerza intentando fingir sin mucho éxito que esto no está sucediendo. Que es una mala jugada de mi imaginación. Al abrirlos y descubrir que simplemente sigue allí como si nada me encuentro con su cabello rubio que brilla bajo el sol de manera que mi cabello oscuro jamás podría, algo que me molesta y me resulta muy difícil de admitir. Éste hombre es demasiado guapo para su propio bien. Y para el mío propio, me temo... Por dentro, tuve la pequeña esperanza de que se volviera tan feo como es por dentro, pero no sucedió. Los años fueron buenos con él. La incipiente barba de días le sienta perfecta. Me pregunto cómo será pasar la mano o acariciarla contra mi rostro...
Cálmate, Mel.
Opto por tomarme un gran sorbo de piña colada para ignorar sus ojos divagar sobre mi cuerpo con descaro. Nadie me había visto así antes.
—Yo al contrario, de saber que me iba a encontrar con estás vistas, ni me hubiese aparecido —musito con mucha tranquilidad. A pesar de que su sola presencia me perturba en niveles prominentes no se lo demostraré. Probablemente es eso lo que quiere, perturbar mi paz. Sigo disfrutando del sol cuando el hombre se sienta a mi lado.
—Bastian —riñe Astrid bajándose los lentes de sol—. Deja en paz a Mel, por favor.
—No estoy haciendo nada, Astrid —responde con serenidad.
Mi madre y Mildred le gritan a Astrid para que vea no sé qué cosa que está en tendencia y ella salta a su dirección al oír la palabra "Tendencia". Mis terminaciones nerviosas se alteran al sentir la muy cercana presencia de Bastian junto a mi cuerpo expuesto, deseo profundamente tener una manta para poder hacerme un ovillo y correr lejos de él.
—Bastian, por si no te has dado cuenta no hay mucho espacio para dos en está tumbona, y creo que lo estoy ocupando bastante bien.
—¿Necesitas ayuda con el protector solar? Sería una pena si tu piel se lastimara y yo puedo llegar a lugares que tú no, cariño —dice, recorriendo mi cuerpo con los ojos profundos.
—No, gracias —le respondo, haciendo bastante énfasis en mi negativa.
—Como quieras, Mellie, entonces me voy... Por cierto, en cuanto a la tumbona, créeme cuando te digo que dos personas entran a la perfección si se lo proponen. Cuando quieras te doy la demostración.
Bastian se va dejándome sorprendida y molesta. ¿Quién se cree para jugar conmigo de esta manera? Estoy hundida en mis pensamientos, más que todo pensando en todo lo que le diré cuando se atreva a burlarse de mí nuevamente y tan descaradamente cuando Kurt llega hacia mí con una sonrisa y otro trago en su mano.
—¿Pretendes emborracharme? Ni siquiera me he terminado está —señalo mi bebida que apenas va por la mitad.
—Realmente era una excusa para acercarme a ti, allá tu hermana y Logan no dejan de besarse y tocarse.
—Lo sé, ¿Cierto? —Admito riéndome—, son como lapas.
Kurt hace una imitación bastante graciosa de mi hermana y Logan que provoca que carcajee sin disimulo ni vergüenza alguna. Saca la lengua como perro sediento haciendo movimientos exagerados simulando besar y apretar contra él a su amante imaginaria.
—Más o menos así —dice uniéndose a mi risa.
—No has visto nada aún, pero tienes que admitir que se ven tiernos.
—Mmmm...
Dirigimos la vista hacia ellos que no parecen notar nuestra atención, mi hermana se posiciona encima de mi cuñado haciéndole lo que llamaría una buena limpieza bucal. Cualquier odontólogo estaría orgulloso de ella. Logan enrolla un brazo en su cintura y otra que sostiene su nalga para estrecharla contra él sin ningún pudor. Me mofo de ellos pero a decir verdad, nunca me han besado así. No con esa pasión. Ni en privado, ni mucho menos en público.
—Tiernos... —ironiza Kurt con el acento alemán muy marcado.
—Mira nada más, si casi me hablas en alemán. Cuéntame, ¿Extrañas Alemania?
—Todavía no de hecho, vinimos porque Bastian viajaría sólo, su propósito era arreglar cuestiones de la empresa que afortunadamente desconozco. Eso y que la fiesta de compromiso fuera tan cercana al vuelo de Bastian sirvió de excusa para mamá. Ella hará todo lo posible para quedarse aquí un buen tiempo.
—Creí que no volverían... —Confieso.
—¿No soportabas la idea de vivir sin mí, eh?
Me burlo de él riéndome con ganas, estar con Kurt siempre me ha resultado ligero. Una experiencia agradable. Podríamos estar hablando de lo mismo durante horas y no sería aburrido o una conversación vacía.
—¿No dejaste a alguien allá? Cuéntame, anda —le pregunto moviendo las cejas sugiriéndole algo. Él se ríe y niega con la cabeza.
—Nadie.
—Kurt, ¿Vas a decir que no dejaste a nadie en casa?
—Nadie Mel, te estoy diciendo la verdad —confiesa con una expresión triste que nunca había visto en sus ojos.
Kurt siempre ha sido alegre, justo y desinteresado. La única vez que lo vi triste fué cuando perdió un partido contra mi hermano y Bastian hace años. Pero nada más.
—Igual eres muy joven. Está bien, ya vendrá.
—Tenemos la misma edad Mellie, ahora dime, ¿Sigues saliendo con los mismos tipos aburridos?
Abro la boca sorprendida y lo veo con dureza.
—Kurt, no llegaste a conocer ninguna de mis parejas. Estabas en Alemania.
—Un pajarito me dijo...
—El pajarraco chismoso de mi hermano —interrumpo, negando con la cabeza. Realmente no puedo creer que le dijera a Kurt sobre mis ex's.
—¿Es verdad que tu primer novio, hablaba así? —me dice arrastrando las palabras con lentitud y cansancio logrando imitar a James a la perfección.
—No es justo, James era lento pero buena persona —le respondo defendiendo al pobre James que es más que ajeno a nuestra conversación.
Y es verdad que James era lento. Para todo, y cuando digo todo, era todo. No sé si aún sigue siendo así, aunque lo dudo, es cierto que ha dejado de hablar como si el hecho de argumentar un poco le cansara en extremo. Y no tengo idea de si tendrá que ver con su novia actual, que parece ser extremadamente enérgica y motivadora. Desde el momento que me contó de ella supe que era la indicada, ambos se complementan totalmente. Nunca había visto a James tan enamorado y emocionado al respecto.
—Si es tan buena persona, ¿Por qué terminaron? —Pregunta, cruzándose de brazos.
Me caliento desde el cuello hacia arriba con esa pregunta.
—Porque el amor se acaba.
—Vale —responde no tan convencido—. ¿Y el otro? El que veía más la televisión que a ti.
Abro los ojos sin poder gesticular. ¿En serio mi hermano le ha dado toda esa información a Kurt? Cuando lo vea lo voy a agarrar del cuello de la camisa...
—No puedo creer que sepas todo eso, ¿Realmente mi hermano te lo contó?
—le pregunto estupefacta ante verme expuesta a tanta información privada.
—Anda dime —insiste.
—Sí, es verdad. Nathan le prestaba atención a cualquier cosa que no fuera yo. Pero eso no tenía nada que ver con él. De hecho, creo firmemente que el problema soy yo.
—¿Tú?
—Yo —afirmo—. James está en una hermosa relación y a Nathan no le va mal. Yo soy la que lleva años sola, y es que no logro sentir algo fuerte por nadie. Esa es la verdad.
—No creo que el problema seas tú. Creo que el problema es que no has conseguido al correcto. Todo lo que quieres es amor y romance —canturrea burlón.
—Supongo. Y tú tampoco, si estás aquí con esa expresión triste cuando te hablo del amor —le digo con sorna jalando su oreja como solía hacer cuando eramos unos niños.
—La conocí, pero no quiere saber nada de mí. Cree que soy demasiado pequeño para ella.
—Quizás se arrepiente...
—Está felizmente casada —responde sombrío. Vaya, no tengo nada que decir...
—Sinceramente, no puedo creer que mi hermano te haya contado acerca de mis novios.
—Fue Bastian.
No puedo evitar hacer un gesto de sorpresa y ahora, si, no tengo nada que decir. En medio del silencio incomodo nos damos cuenta que la pareja besucona se encuentra junto a los demás planeando una partida de voleibol dentro de la piscina, es cuando coincido con la mirada penetrante de Bastian, me mira sin prestarle atención al animado debate de los demás que parecen discutir con ganas. Su expresión exageradamente seria me deja sin habla, ¿Yo qué le hice?
Mi hermano le grita a Kurt que se una por lo que él se dirige a la piscina mucho antes de que termine de hacerle la invitación. Si hay personas competitivas son ellos dos.
Y si hay alguien que odie el voleibol en todas sus presentaciones. Soy yo.
El balón de voleibol siempre parece tener GPS en mi cara.
En la niñez, en la adolescencia, y e incluso, en la adultez. Solía gustarme de pequeña hasta que me di cuenta que siempre aterrizaba en mi rostro para mi mala suerte. No pasa nada si no juego, me decía. Hasta que los demás jugaban voleibol y de alguna manera u otra, la condenada pelota terminaba lastimando mi frente o nariz. En la adolescencia creí poder controlarlo, pero el equipo me terminaba expulsando ya sea por lo mala que era, o porque terminaba en enfermería llorando y llamando a mis padres. En la adultez, terminaba alejándome justo como ahora. No me va a lastimar está vez, no señor. El condenado juego comienza dándome una buena vista de Bastian flexionando los músculos trabajados que golpea la pelota con fuerza. Joven fue delgado, alto y fornido, pero no tenía la contextura que tiene ahora, por supuesto. El sol brilla por su cuerpo mojado y el hombre parece fijarse en mi vista, porque me sonríe. Aprieto los labios y veo a otro lado, no Melanie, no puedes permitirte sentir absolutamente nada por Bastian.
El juego se torna en serio unos segundos después entre Leonard y Kurt. Primero sale Elena, más ebria de lo que la había visto alguna vez acompañada de mi madre y Mildred. Luego sale Alfred refunfuñándole a mi pobre padre y él lamentándose por haber realizado el saque mal, me rio por dentro pensando que no se lo disculpará por unos cuantos años... Leila sale voluntariamente dejando a Bastian, y Kurt contra Leonard y Logan.
Todos vamos de lado a lado viendo como la pelota no cae ni una vez al agua. Si Bastian la deja caer Kurt lo atormentará hasta en sus sueños. Y si Logan falla, que de vaya despidiendo de la familia. Veo a las mujeres que hacen porra a dos tumbonas de distancia y hago una mueca, si dejar a Elena a bailar sobria es un peligro, no quiero imaginar lo que sería ebria. No te caigas, no te caigas, rezo mentalmente.
—¡Ven Mellie, vamos, hagamos porra a nuestros hombres! —grita Leila, que también se nota que lleva más alcohol consumido del que debería.
Me niego para llevarme más insistencia de parte de las mujeres de la que me gustaría. Finalmente me levanto y llego junto a ellas que gritan y apoyan. Me cruzo de brazos viendo cómo se vuelven locas por el partido y me sonrío cuando Logan casi falla, logrando que mi hermano le diga todo menos lindo. Es cuando veo a Elena alejarse y a punto de resbalarse con una sandalia.
—¡Elena, cuidado! —grito yendo detrás de ella, que por suerte mi padre y Alfred la sostienen antes de que se caiga de frente.
Y es cuando siento el balonazo. Pum. Justo en la mejilla. Me tambaleo por la fuerza del golpe pero logro mantenerme de pie cuando siento unos brazos fuertes y mojados envolverme.
—¿Estás bien? —Me pregunta con la voz agitada—. Mellie, cariño ¿Estás bien?
—Mju —respondo sin habla al pestañear y ver esos ojos contra el sol. La única vez que los vi así de cerca fue hace años. No sé si es efecto del alcohol o del golpe si, o quizás sean ambos combinados. Pero no puedo hablar. Lo que puedo hacer es ver estos ojos tan preciosos que me ven con tanta preocupación.
—Kurt, maldición, ¿No podías ver a dónde lanzabas? —le grita Bastian con la cara roja. Kurt me mira con miedo y me hace señas.
—Disculpa Mel, estaba viendo a Elena y simplemente sucedió, no fue mi intensión.
—Estoy bien —digo, intentando apartarme de Bastian pero me mareo notablemente. Todos me dicen que me sostenga a Bastian y les hago caso. No me vuelvo a acercar a ningún balón el resto de mi vida. Él me sienta con delicadeza en la tumbona sosteniendo mi rostro, insisto que no pasa nada, que sigan en lo suyo pero todos me ignoran.
Mi madre llega corriendo con una compresa de hielo que Bastian toma rápidamente y posiciona en mi moflete que ahora se siente hinchado y algo doloroso.
—¿Estás bien, cariño? —pregunta en un susurro sin dejar de verme con esos grandes ojos penetrantes.
—Sí, estoy bien. Puedo cogerla sola, muchas gracias —trato de quitarle la compresa pero se niega.
—Me aseguraré de que estés bien.
Abro la boca para contradecirlo pero él me ve con la decisión marcada en el rostro. Sigo hipnotizada con sus bellos ojos pero el ruido de un teléfono nos aleja. Deja la bolsa en mis manos para atender el aparato. Todos prestamos demasiado interés cuando habla en alemán y parece discutir con la persona que se encuentra a través del aparato. Dice algo entre dientes y cuelga.
—Me tengo que ir —dice, recogiendo sus cosas con rapidez—. Mellie, por favor, cuídate.
Parpadeo como boba para verlo salir con apuro. Luego de un tiempo demasiado prolongado para mi gusto de atención exagerada, me dejan en paz. Siguen a mi alrededor durante el almuerzo pero no dicen nada más para mi alivio. Una vez vestidos y lo suficiente bronceados para irnos a casa me vuelven a preguntar cuántos dedos veo y mi edad, cosa que respondo errónea haciéndoles llevar un susto momentáneo. Al final Leonard y Kurt se prometen la revancha y yo les hago prometer que sea muy lejos de mi rostro.
Finalmente Leonard me trae a casa, donde me ducho y me acuesto en el mueble para dedicarme a ver películas mientras les cuento a mis amigas acerca de mi día y les mando fotos de mi moflete notoriamente hinchado. Me voy a dormir temprano tomando en cuenta que el señor Donovick sigue en la ciudad y sus exigencias son implacables.
El lunes, al entrar a la empresa varios compañeros me ven raro, está mañana intenté todo lo posible para cubrir el moretón cerca de mi ojo pero no surtió demasiado efecto, alguna sombra se asoma dejando en evidencia la demostración de amor que me dio la pelota el día de ayer.
Me despido de Bridget quien viene a saludarme rápidamente ya que se encuentra bastante atareada con el trabajo cuando me tocan la puerta. El muchacho de los envíos sostiene un hermoso ramo de tulipanes junto a una caja de bombones de chocolate. Firmo después de preguntarle tres veces si realmente es para mí y me aseguro de ello, pues es muy raro que llegue algo semejante sin ser algún día festivo.
Abro la nota que se encuentra en la caja con mucha curiosidad para encontrarme con una agradable letra cursiva.
Mi pequeña Mellie, hace algunos años solías decir que no había nada que no curara el chocolate.
Espero que sigas firme ante esa idea, y te ayude a mitigar un poco el dolor.
Sin embargo, sigo curioso al respecto.
¿Qué es lo que dicen de los rubios?