Las citas en la sastrería solían durar horas. En ese momento, eran las tres de la tarde y Ethan llevaba más de una hora tomando sus medidas. El sastre, además de ropa, también confeccionaba zapatos a medida para sus clientes más exclusivos, y el rey de los Kitsune era uno de ellos. El sastre era un reconocido hechicero en la ciudad y atendía tanto a humanos como a no humanos, siempre y cuando tuvieran el suficiente dinero para pagar por sus trajes y vestidos exclusivos. —Ya tengo todas sus medidas, su majestad —dijo el sastre, cerrando la libreta en la que había anotado todos los detalles—. Ahora, ¿qué le parece si escogemos las telas? —Me parece excelente. Muéstrame, ¿qué ha llegado de nuevo? —respondió Ethan. —Hace poco llegó un encargo desde Egipto y la India. Esas telas las reservo