Emily corrió con desesperación por el largo pasillo, su corazón latiendo con fuerza en su pecho a medida que se aproximaba a la habitación que le habían asignado. Finalmente, cuando llegó frente a su habitación, se encontró con una escena que la impresionó: la puerta había sido arrancada con violencia, incluso las bisagras habían desaparecido. La devastación era tal que parecía como si un fenómeno sobrenatural hubiera dejado su huella en aquel marco desgarrado. Sorprendida y con los ojos todavía empañados por las lágrimas, Emily apartó la mirada y, sin poder contenerse más, se dejó caer sobre la cama, sumida en un torrente de sollozos, sintiendo el peso abrumador de la situación sobre sus hombros. En ese momento, Emily comprendió rápidamente que vivir bajo el mismo techo que Alexander se