—¿Al orfanato? Pero ese lugar está destinado exclusivamente para el entrenamiento de los cazadores de Las Colonias o cualquier otro que deseemos llevar allá. No es el ambiente adecuado para que crezca la futura esposa de nuestro rey —señaló otro cazador, preocupado. —¿Prefieres eso, o que los lobos la maten? Ella es nuestra arma secreta. Es probable que Alexander haya escuchado algo sobre nuestros planes. Solo es cuestión de tiempo antes de que se lo revele a los suyos —advirtió la mujer, defendiendo su propuesta. —Dudo mucho que haya escuchado algo —intervino un joven que entró en la sala. Tenía la misma edad que Alexander, quince años en ese momento—. Su Rey estaba siempre drogado, la mayor parte del tiempo no tenía conciencia de la realidad ni de su propia imaginación. —¿Estás seguro