—No te metas en problemas, Emily —dijo la monja a la muchacha en aquel tiempo, su voz con un tono de preocupación —A veces siento que no sabes cómo comportarte, a pesar de que te hemos educado correctamente. Al escuchar esas palabras, Emily se alejó un poco de la madre Anna, una expresión de confusión pintada en su rostro. —¿Por qué dices que no sé comportarme, madre Anna? —Siempre te gustaba desafiar a los niños del orfanato Saint Joseph, eso me preocupaba un poco. —Pero todos ellos eran arrogantes, no eran mejores que nosotras, madre Anna. Especialmente ese tonto de Duncan... siempre me molestaba, por eso tenía que enfrentarlo y hacerle saber que no podía intimidarme. La madre Anna suspiró, asintiendo con comprensión. —Sí, pero... a los hombres no les gusta eso. Para una mujer, es