Estaba decidida a pillarme. Esos mensajes me los había mandado mientras estaba asomada a la puerta, con lo mucho que sospechaba más me valía que lo de la videollamada fuera un éxito.
“Putita, no me agobies”
“En un rato te llamo”
Me dirigí a la cocina, donde debía estar esperándome. No me iba a quitar el ojo de encima. Desayuné un café mientras ella seguía escribiéndole a su amo al mismo tiempo que me vigilaba.
—Esta mañana trabajaré —le dije—, procura no hacer ruido.
Puse mi portátil en la mesa del salón, de espaldas a ella. Conecté el emulador de chat escondiéndolo detrás de otras ventanas y después de un rato prudente le escribí que estaba listo para la videollamada.
Mi hijastra me llamó casi inmediatamente. Usaba la cámara frontal del móvil, enfocándose los pechos y la barbilla. L
