Golpeó por quinta vez en el día su escritorio, por culpa de los incompetentes de sus empleados había perdido un gran negocio con unos provedores de tela de Italia.
Cómo siempre, todo le toca a él mismo, no podía delegar nada a nadie porque todo lo hacían mal. Tomó el teléfono y llamó a su secretaria.
— Trae el libro de cuentas ya mismo.
Él era así, bruto con sus empleadas, poco le importaba los sentimientos de ellas, aunque lo sabía muy bien; conocía a ese tipo de mujer que solo buscaban ese puesto para ser sus amantes y sacarle dinero.
Pero Matthew Jones, era de todo menos un mujeriego.
¿Arrogante? Lo es.
¿Malhumorado? Lo es.
¿Millonario? Lo es
¿Qué más era Matthew Jones? Él es muchas cosas, pero tiene muchas cualidades que pocas personas conocen de él.
Fue el mejor de su clase en todos los semestres de la universidad, mientras estudiaba trabajó los fines de semana al lado de su tío, el hermano gemelo de su padre, verlo era muy pero muy difícil, pues ver a su tío era ver a su padre técnicamente, pero aprendió a vivir con ello.
Al graduarse viajó a la sede de la empresa en la ciudad de Chicago, allí hizo su maestría de Negocios y una especialización en gerencia financiera.
Él, es un hombre muy preparado, muy enfocado en su trabajo y por ello odia que no trabajen para él como le gustaría.
La secretaria entró temerosa a la oficina, colocó el cuaderno de contabilidad sobre el escritorio y salió prácticamente corriendo de la oficina, Matthew odiaba que lo interrumpieran mientras observaba por la ventana, era solo en esos momentos, cuando el sol ya se ocultaba a lo lejos y el cielo se teñía de colores hermosos cuando él por fin tenía un momento de paz.
Su mejor amigo, Andrés Ortiz, siempre le decía que su malhumor se debía a qué no follaba lo suficiente, en la empresa se rumoreaba que Matthew es gay simple y sencillamente porque jamás había sido visto con ninguna mujer.
Cómo si lo hubiera llamado con el pensamiento, la puerta de su oficina se abrió y Andrés entró, él era uno de los abogados de esta, Matthew lo conocía desde que eran muy pequeños, él, sin saberlo, era el único apoyo emocional que tenía el CEO aún cuando jamás lo admitía a su amigo.
— Te he conseguido tres nenitas preciosas para esta noche — Matthew se giró irritado hacia su amigo.
— ¿Cuántas veces te tengo que rechazar? — preguntó con incredulidad, ¿Porqué no podía entender que no quería estar con una, dos o más mujeres?
— Pues nada más dime si te tengo que conseguir tres hombres — Andrés se encogió de hombres y en el rostro de Matthew se pudo ver una pequeña sonrisa.
— Sabes muy bien que no soy gay.
— No, no lo sé. Porque no te he visto con nadie desde la universidad, ¿Si has tenido sexo esparodiaco en estos 10 años, verdad?
Rodó sus ojos sentándose en el asiento, Andrés hizo lo mismo al otro lado del escritorio.
— No voy a hablar de mi vida s****l contigo, pero para que quedes feliz, sí. He tenido sexo hace poco, ¿Feliz?
Los ojos mieles de Andrés estaban abiertos como platos.
— ¿Es en serio? — Matthew asintió — ¡Felicidades! Ya en serio estaba teniendo por tu amigo y que se volviera momia.
Rodó de nuevo sus ojos, jamás admitiría que hace poco significaba hace más de un año, pero bueno, así Andrés dejaba a un lado su manía de encontrarle mujer para una noche.
— Despediré a la secretaria — soltó de repente, está vez fue el turno de Andrés para rodar los ojos.
— ¿De nuevo? Es como la 4 en este mes.
— Está a prueba y definitivamente no ha pasado, no me gusta su desempeño, parece que me tuviera miedo a cada rato.
— ¿Y no sabes porqué? — Andrés rio burlonamente. — No eres bueno socializando con nadie, solo conmigo, eso no está bien.
— No me gusta socializar.
— Entonces no esperes que no te tengan miedo si siempre estás actuando como un maldito con todo el mundo, eres bruto, seco y así mismo te ganas el trato.
Matthew sintió un poco de lastima por sus empleados, pero luego recordó lo que eran, simples empleados que realmente no servían para mucho así que el día que tratara a alguien con respeto era porque se lo merecía.
Y de hecho en la empresa solo había una persona que si era digna de todo su respeto.
— Ya vete, y en el camino llámame a Abbie.
Andrés mordió su labio inferior.
— Eres un maldito de mierda — Levantó una ceja tratando de esconder una sonrisa.
— Solo te estoy pidiendo un favor.
— ¡Pero pídeme cualquier cosa, no eso! — Matthew lo miro seriamente.
— Ve y dile a Abbie que la necesito.
— Me voy, pero no llamaré a Abbie — esta vez si soltó una carcajada.
— Cobarde, dile entonces a mi secretaria que la llame, ¿O eso tampoco puedes hacer?
— Eso sí jefecito.
Andrés salió de la oficina mientras Matthew negaba con su cabeza, Abbie era la nueva administradora comercial, llevaba unos tres meses o quizás menos, era muy trabajadora y se acopló al empleo de inmediato, Abbie era su mano derecha y, aunque no hablaban mucho, cada que lo hacían él la admiraba mucho más porque hablaba del tema con pasión, como él lo hacía.
Desde el primer día que Abbie había llegado a la empresa, Andrés le había puesto el ojo encima, pero ella tenía una cosa que para Andrés estaba prohibida y Matthew lo sabía muy bien. Abbie era una mujer casada.
Andrés le huía a esas mujeres, ver un anillo en el dedo de una linda mujer era sinónimo de que no tenía nada que hacer ahí, pero con abbie era distinto pues por primera vez él quería saltarse esa regla e ir a hablar con ella.
Porque si, Andrés ni siquiera había sido capaz de hablarle alguna vez, ni siquiera un saludo básico, siempre la evitaba a cada costa, pero cuando ella no lo veía, él la observaba incluso por horas, era un buen acosador.
En fin, siguiendo con Matthew y Abbie, dos personas enamoradas de la administración se llevaban muy pero muy bien y Matthew sentía que hacían muy buen equipo, excepto por el hecho de que también sentía que Abbie le tenía miedo.
Él no podía hacer nada contra eso, pero agradecía que Abbie no hubiera huido como lo había hecho el anterior administrador.
Más de cinco minutos después tocaron la puerta.
— Pase.
La puerta se abrió con lentitud y la cabellera rubia de Abbie entro primero.
— Buenas tardes señor Jones.
— Pasa Abbie, necesito tu ayuda.
Abbie paso a la oficina con un poco más de valor, cuando su jefe le indico que se sentara frente a él, así lo hizo.
— Dígame para qué soy buena. — Abbie se golpeó mentalmente, le habían salido esas palabras sin pensarlo y ahora tenía miedo de que su jefe la reprendiera por ello, pero él no dijo nada.
— Hemos perdido el negocio de Italia — Abbie abrió su boca.
— ¿Qué? Pero no es posible, ya estaba casi que listo.
— Estaba, las personas encargadas no hicieron una mejor oferta y la empresa de Italia se unió a la competencia.
— ¡No es justo señor Jones! Usted mismo nos dijo que por el dinero no había problema, lo importante era tenerlos a ellos como proveedores, ¿No?
Matthew bufó audiblemente, entendía la frustración de Abbie, él la sentía al quíntuple.
— Al parecer fuiste la única que escuchó mis palabras.
Abbie se sintió un poco mal, su jefe había tenido que ir de urgencia la semana pasada a ver a su abuela en Chicago, dejó encargado al jefe mercadeo, él era experto en negocios internacionales, ¿Qué había pasado?
— Necesito que me ayudes a revisar los ingresos de la empresa, de los pies a la cabeza — la rubia se extrañó un poco.
— ¿Señor usted cree qué…? — no termino la pregunta cuando Matthew asintió.
— Me temo que sí, está mañana Becker dió su renuncia.
Abbie seguía en shock, lo más seguro era que Becker, el antiguo jefe de mercadeo se haya aliado con la competencia, haya dañado la negociación con la empresa de Italia y quizás haya robado a la empresa.
— Bien, comencemos — comentó Abbie, aunque después recordó eso — ¿Puedo llamar a una amiga primero? He quedado para cenar con ella pero le voy a cancelar para quedarme hasta tarde.
— Claro Abbie, muchas gracias por hacer esto, es muy importante para mí.
— No se preocupe jefe, todo por el bien de la empresa.
Abbie desbloqueo su teléfono y allí mismo y marcó el número de su mejor amiga, al segundo tono respondió.
— ¿Hola?
— ¡Hola amiga! — saludó Abbie con emoción.
— No, no no. — Comenzó a negar Violet — dile a tu maldito jefe que está es nuestra noche, no me vayas a cancelar.
Matthew escuchaba todo lo que estaban hablando, Abbie lo miró avergonzada.
— Oye, él está a mi lado.
— ¡Pasamelo! Yo le digo que no te pueden explotar de esa manera.
— Violet, tengo que colgar, otro día salimos.
— ¡Abigail no se te ocurra colgarme! — pero está lo hizo con la cara muy rojo.
— Jefe — comenzó a hablar Abbie lentamente, su voz era un susurro, tenía mucha vergüenza — Jefe, le juro que yo no me siento explotada, yo me ofrezco a trabajar hasta tarde, para mí esto también es importante.
Matthew la miraba seriamente pero por dentro se estaba muriendo de la risa.
— Muy simpática su amiga — fue lo primero que dijo, Abbie hizo una mueca — y no sé preocupe, que le voy a pagar el doble por las horas extras así puede invitar otro día a su amiga para que ya no esté tan molesta.
— No jefe, tranquilo por eso. Mejor iniciemos de una vez.
Violet miró la pantalla de su teléfono con mucho rencor, era la tercera vez que su amiga le cancelaba las salidas.
Desde que había empezado a trabajar en esa empresa, ya no se veían tanto como antes por culpa del jefe que siempre la dejaba trabajando hasta muy tarde.
Hoy era el día para que ellas dos se desestresaran un poco, Violet llevaba una semana buscando empeño y aún nada fijo le había salido pero si que se había ganado 30 dólares haciendo una tarea de matemáticas por Freelance.
De Jack no había vuelto a saber nada, él no había ido de nuevo al departamento y tampoco la había llamado.
Violet se había dedicado a limpiar el departamento a conciencia y ya tenía listas dos cajas al lado de la puerta con pertenencias de Jack, para que él se las llevara pronto.
También tenía una caja en dónde tenía pertenencias que eran compartidas para que Jack decidiera si dejarlas o llevarlas, a Violet no le importaría la decisión que él tomara referente a lo que había dentro de la tercera caja.
Siguió mirando su laptop, estaba segura de que el 45 % de las empresas de la ciudad tenían ya su hoja de vida y ella seguía mandando a todos los correos que podía así no estuvieran pidiendo vacantes.
Se unió a un grupo de f*******: de empleo en su ciudad, allí publicaban diariamente diferentes tipos de empleos y también dejaban los correos de los de recursos humanos, Violet los anotaba todo y enviaba hojas de vida por si acaso.
Solo esperaba que no la acusaran de Spam o tendría que huir del país para que no la reconocieran.
Había tenido 4 entrevistas está semana, en una de ella la rechazaron de inmediato porque según ellos, estaba sobre calificada para el puesto.
¿Perdón? No encontraba alguna razón del porqué eso fuera malo, si ella tuviera una empresa, contrataría a cualquier persona, sobre calificada o no. Oportunidad era oportunidad y cualquiera debería tenerla y en este momento Violet sentía que ella era quien debería tener cualquier oportunidad por muy arrogante que sonara.
Fue al súper a comprar la despensa para la semana y terminó comprando más chucherías de las que planeó, seguramente engordaría varios kilos, pero con todo lo que estaba caminando últimamente los bajaría rápido.
Su auto aún estaba en el parqueadero sin encender, el mecánico de confianza estaba de vacaciones así que debía esperar que este llegara pues no confiaba en nadie más.
Ella no sabía de autos y seguramente cualquier otro mecánico inventaría problemas en dónde no los había para cobrarle más.
Jack le había enseñado eso y eran cosas que sin importar quién le haya enseñado, las buenas cosas se quedaban con ella y las malas ya habían sido rechazadas.
Pasó por la sección de moda y en los más grandes escaparates vio anuncios de la nueva temporada que había sacado la marca Jones, se sentía muy orgullosa de su amiga trabajando para esa compañía pero aún seguía odiando al jefe de esta.
Maldito Jones acaparador de mejores amigas.