Capitulo Cuatro/Así te colaste en mis pensamientos

1563 Words
Los hombres suplican por mi atención y jamás he visto que la lluvia caiga al revés. Scarlett Pizarro. Así te colaste en mis pensamientos Scarlett He sobrevivido mucho tiempo sin dejarme seducir por ningún hombre, y estoy segura de que puedo continuar haciéndolo. Me ha ido bien distraerme, no negaré que este tipo ha sido excelente distracción por un par de hora. El tiempo se me pasa rápido y la nebulosa de emociones y sensaciones desaparece a la misma velocidad de mi cuerpo, por lo que una vez me he colocado mi ropa salgo de la habitación. El señor buen sexo hora se encuentra apoyado en la mesa esperando a que salga, sus ojos azules brillan de una manera que me hace desear volver a la habitación y continuar bajo su deliciosa tortura. —Lamento no haber sido lo que esperabas. Me parece que fui una decepción para ti esta noche. Curvo los labios hacia arriba, formando una sonrisa antes de morderme el labio, dejándole ver que no fue del todo malo. —Ya me tengo que ir, gracias por la velada, quizás nos volvamos a ver —digo como una promesa vacía. —Yo espero que si —murmura y se acerca para acompañarme a la puerta, no acostumbro a despedirme de ningún hombre luego de compartir la cama, pero no puedo evitar voltearme hacia él y unir nuestros labios, después de todo no lo volveré a ver. El beso es lento y suave, sin presiones y con la intención de caldear nuevamente nuestros cuerpos, no obstante sus manos se dirigen a mi cintura y sin ser brusco aplica fuerza y me aleja de él, entiendo el mensaje, es un hombre puritano que se conserva virgen para su princesa azul. Me giro y le prohíbo acompañarme, no hace falta que me guie al estacionamiento, conozco bien el camino, una vez en mi auto arranco el motor y enfilo directo a la calle, aún es temprano bien, podría buscar con quién amanecer, pero la verdad es que me siento fastidiada. Bajo la ventanilla y aspiro profundamente el aire de Seattle, aunque eso no me basta para llenar de algún modo el vacío de mi corazón, sé que fui yo quien eligió esta vida, permanecer sola sin nadie a mi lado que me haga creer en una maldita estupidez como lo es el amor. Conozco perfectamente las atrocidades que se cometen en su nombre y no pienso volver a pasar por algo parecido con ningún hombre. Una inmensa herida que sigue sin sanar dentro de mi pecho no me deja olvidar lo que puede suceder si bajo la guardia. Lo mejor es que deje de pensar en ese tipo y en el pasado, no vale la pena perder el tiempo de esa manera. No obstante, el sabor de su boca continua en mis labios, revelando su breve presencia en mi vida, lo que me deja un amargo sabor de boca al recordar que a pesar de las fabulosas corridas que tuve, no pude sentir su hombría en mi interior. Aparto esos pensamientos de mi mente e intento ocuparme en el camino a casa, un frío y solitario departamento en la cima del mundo es lo que me espera. Echo de menos la compañía de Augusto, lo imagino poniéndome los ojos en blanco a cada rato por mi manera de pensar y de expresarme, por mucho que quiso ayudarme a olvidar lo que viví al lado de mi padre biológico, la verdad es cada momento sigue grabado en mi memoria con letras de fuego que me queman el alma cada vez que viene a hacerme mierda la existencia. Finalmente, llego a mi edificio, ocupo el ático del mismo, lo compré luego de la muerte de Augusto por seis millones de dólares, todavía conservo la casa en la que él vivía, solo que no quería permanecer ahí yo sola. El frío ambiente del vestíbulo me recibe a pesar de estar caldeado, camino directamente hacia la cocina atravesando toda la estancia y me sirvo una copa de vino blanco, la cual tomo de un solo golpe antes de regresar sobre mis pasos y subir las escaleras hacia mi habitación. Enciendo la pantalla plana del televisor para escuchar algo de ruido y no sentirme tan sola, pero la verdad es que no presto atención a lo que pasa en ella, hoy es uno de esos días en los que la compañía masculina es la única medicina posible. No obstante la dosis que encontré no me dio el mejor resultado, dejo escapar un suspiro resignado antes de entrar al vestidor y cambiarme de ropa para dormir, lo que mejor es que me vaya a la cama y trate de descansar, mañana tengo que ir a trabajar, ocuparme de la empresa como he hecho todo este tiempo, lo único que me ha mantenido a flote. El timbre de la puerta suena y me saca de golpe de mi ensimismamiento, el corazón se me acelera imaginando que quizás ese tipo me haya seguido, bajo las escaleras en ropa de dormir y espero a que mi jefe de seguridad, Jacob, me informe. El interfono está abajo, es que ni siquiera puede entrar al ascensor sin la clave, pero de igual manera me angustia, muchas veces le ordeno al equipo de seguridad que me dejen sola para no llamar la atención y entonces es cuando algún loco decide seguirme con algún extraño motivo. —Señora, espere aquí, parece que han dejado un paquete para usted, pero la persona que lo dejo conoce bien la ubicación de las cámaras y no dejo que su rostro se viera en ellas —me informa con voz monótona y de cierto modo un alivio me invade al saber que no es un amante insatisfecho en busca de hacer dinero con algún chantaje, aunque eso no lo puedo asegurar hasta no conocer el contenido del paquete. —Estaré en el despacho —digo indiferente antes de dirigirme al lugar que he dicho. Quizás el destino no desea que esta noche tenga un descanso agradable, tomo asiento detrás del escritorio y me quedo mirando la ciudad a través del gran ventanal del despacho, las luces tintineantes de la ciudad se burlan de mi soledad agrandando el vacío interno con el que a diario lucho, quizás para muchos es fácil lidiar con este tipo de situaciones, pero yo no he podido sin importar toda la ayuda que he recibido a lo largo del tiempo. Por lo que practicante mi vida se ha establecido en una rutina invariable, trabajar, dormir medianamente, buscar con quién follar de vez en cuando y continuar con vida en solitario. Suelo imaginar que si mama me hubiese llevado con ella cuando huyo del maltrato de mi padre, quizás ahora estaríamos descansando en paz las dos, pero decidió morir y dejarme en manos de un hombre que únicamente supo desquitar toda su rabia conmigo. Tengo tanto odio y desprecio acumulado en mi pecho que es muy probable que sea eso lo que no me deja aceptar la posibilidad de formar un hogar con alguien más, no creo poder hacerlo nunca. Jamás he hablado de esto con nadie, aparte de los psicólogos que me han tratado y Augusto, de resto las personas que me rodean desconocen por completo el motivo que tengo para comportarme de esta manera y en realidad no es que me importe mucho confesarles nada, muy poco me importa la opinión que tenga el resto del mundo sobre mí, no obstante, sus palabras vuelven a dar vueltas en mi cabeza, me gustaría saber si tiene algún poder con el que consiga leer mi mente y llegar hasta mis recuerdos mejor enterrados. ―Señora, el paquete solo es una carta dirigida a usted ―dice Jacob, devolviéndome al presente, me giro en el asiento y extiendo la mano para tomar el delgado sobre que me ofrece. ―¿Es todo lo que venía dentro? ―cuestiono viendo que el sobre no tiene remitente, solo mi nombre escrito con una hermosa cursiva en la parte posterior. ―Solo eso y no sabremos de qué se trata hasta que no lo habrá ―dice y compruebo que efectivamente se encuentra sellado. Lo abro de inmediato y leo en voz baja sin comprender lo que dice mientras mi jefe de seguridad espera a que le dé alguna información. ―No comprendo, dice que tengo que devolver lo que no es mío, pero no sé a qué se refiere ―digo sin apartar la mirada de las escasas palabras―. No recuerdo haberle quitado nada a nadie ―balbuceo en voz alta. ―Perdone que le diga esto, pero tiene que tratar de recordar algo que no haya salido como se esperaba, quizás en los negocios, esto aunque no lo parezca, es una clara advertencia ―formula Jacob, pero la verdad es que por más que lo intento nada viene a mi mente. ―Voy a pensar con calma, ahora déjame sola ―contesto y le doy la espalda para volver a mi posición inicial. ―Será mejor que suba a su habitación a que descanse ―sugiere, más ya se me ha ido el sueño, este día no ha salido nada bien. Le hago una seña con la mano para indicarle que se retire mientras continúo sumida en lo que sea que se apodere de mi mente primero.
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