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Scarlett

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Blurb

Scarlett Pizarro es una mujer de carácter fuerte y frío que destaca en medio de un mundo dominado principal por hombres, en cuál se hizo su lugar a fuerza de sudor y lágrimas. Luego de la muerte de su madre, ella decide irse de su casa y de todo lo que le hace daño, sin embargo, antes de que logre hacerlo un suceso inesperado, siembra en su corazón el desprecio y el rencor por los hombres.

 

Se convierte en una mujer prepotente que no se doblega ante nada ni nadie, en todo momento mantiene su frente en alto demostrando que es dueña de su mundo, característica que le ha granjeado el desprecio de muchos empresarios a su alrededor, sin que a ella le importe en lo más mínimo las opiniones de los demás con respecto a ella.

 

Para ella el único límite es el infinito, no obstante, a su vida llegará quien le ponga el freno a su vida, haciendo que sus emociones se desestabilicen con solo escuchar su voz. Luchará por no escuchar los latidos de su corazón, cuando Mateo Ricci, fije su intensa y sensual mirada.

 

El mundo perfecto de Scarlett, caerá en una batalla a muerte con los sentimientos que se niega a vivir, por temor a que su pasado se vuelva su presente.

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Capitulo Uno / Casería
Mi valor como mujer no se mide por la cantidad de hombres que me quieren, si no por la cantidad amor que siento por mí misma. Y ese, ese es más que suficiente para ser la reina del mundo. Scarlett Pizarro. Cacería Scarlett Me encuentro sentada en la barra de mi bar favorito, un lugar discreto y sereno en el que normalmente encuentro la compañía que requiero. Aunque no vengo muy seguido, siempre encuentro lo que quiero un hombre que satisfaga todas mis necesidades en una sola noche y que además no le interese saber de mí al día siguiente, pobres imbéciles pensando que se sacan la lotería al llevarme a la cama, pero no se dan cuenta de que soy yo quien los utiliza. Me siento aburrida, desde hace rato que miro a cada lado, pero no veo nada que valga la pena, estoy sentada en un punto estratégico desde donde puedo observar todo el lugar, sin embargo, esta noche creo que me iré a casa a jugar con mi vibrador a menos que el barman quiera irse conmigo, no está nada mal y quien sabe, es probable que sea buen polvo, aunque por lo general estos tipos son extremadamente putos y más probables a contagiarse de alguna enfermedad, rechazo la idea de follar con el empleado del bar y pido la cuenta, cuando de pronto la entrada del hombre más sexy que jamás haya visto capta por completo mi atención. Tiene que ser mío esta noche, está acompañado por otro tipo igual de atractivo, pero me interesa única y exclusivamente él, es alto de hombros amplios, fuertes, tonificados, desde donde estoy no puedo ver el color de sus ojos, sonrisa exquisita, rostro simétrico, pecho y abdomen tonificados, sus piernas fuertes, va vestido con sencillez, pantalón rasgado de jean y sudadera negra. Me fijo en lo que está tomando para luego enviarle una cerveza con la mesera, no pierdo de vista a la chica hasta que realiza la entrega, señala en mi dirección y el tipo se fija en mí, se sonríe en mi dirección y agradece a la mesera. Acto seguido le dice algo a su amigo, se levanta y camina lentamente hacia mí, me preparo para su llegada al tiempo que muerdo mi labio inferior sin dejar de verlo. De cerca es mucho más atractivo, me siento excitada con su sola cercanía. ―No es muy común que una dama me invite una cerveza ―comenta al llegar. ―No soy una dama común, como lo habrás notado ―alego. Sus ojos se oscurecen de la manera que me gusta, no obstante, algo en ellos llaman mi atención, son azules, pero poseen un anillo limbal que los hace atrayentes, exóticos, sexis. ―Me doy cuenta de que no lo eres y eso puede ser un arma de doble filo ―afirma. ―No soy peligrosa, al menos no fuera de la cama ―digo dejando en evidencia mi interés. Se sonríe y relame sus labios con picardía. ―Creo que estás jugando con fuego, no está bien tentar a un hombre como yo ―replica. ―¿Qué harías si te digo que me quiero quemar o si te digo quizás seas tú quien se queme? ―refuto y me inclino para acercar mis labios a los de él, mi aliento se mezcla con el suyo, en una guerra de seducción, pero el pobre no sabe que me conozco todos los trucos del arsenal masculino. ―Me gustan las mujeres que no temen de nada ―pronuncia y termina de unir nuestros labios. Meto la lengua dentro de su boca tomando el control del beso, lo devoro con gula como si quisiera saciar la necesidad de los dioses mediante este acto de íntimo contacto, deslizo mis manos hacia su nuca y lo aprieto más hacia mi boca para evitar que se detenga, disfruto de las sensaciones que se despliegan en mi sistema a medida que se intensifica el beso, el repicar del cristal suena en el piso cuando sus manos me toman de la cintura y me levanta de mi asiento definitivamente par restregarme contra su cuerpo. Siento su dureza en la parte baja de mi abdomen, lo que provoca que jadee dentro de su boca. Poco me importa que las personas nos miren, aunque lo dudo con las luces tenues y con lo poco importante que debe de ser para el resto de las personas presentes que dos desconocidos firmen un trato de transferencia de fluidos. He de confesar que me importa una mierda, realmente lo que piensen, además, el hijo de perra besa mejor que todos los hombres que han estado en mi cama. Me separo jadeando con falta de oxígeno, la mirada encendida en lujuria y la seguridad de lo que quiero. ―En mi casa, toda la noche, no me interesa tu nombre, ni ningún tipo de compromiso, sin remordimientos, ni cargos de conciencia, esto es solo pasarla rico y ya ―exhalo al tiempo que bajo mi mano hacía su bulto y lo acaricio por sobre la ropa. ―En la mía y cerramos el trato, prometo llevarte por la mañana a tu casa ―refuta. Medito un par de segundos, no estaría mal y si llevo mi auto él no tendría por qué saber dónde vivo y de esa manera no hay posibilidad de que luego quiera buscarme. ―Te sigo en mi auto y tenemos un trato ―replico sin dejar de acariciarle la debilidad. Sin decir nada me conduce de la mano hacia el estacionamiento luego de dejar unos cuantos billetes sobre la barra, sin saber que ya yo he cancelado mi consumo, lo sigo sin poder ignorar la corriente eléctrica que me recorre desde la palma de la mano, le indico cuál es mi auto notando la sorpresa al verlo, tengo un Ferrari deportivo convertible, el 296 GTS, imagino que está acostumbrado a este tipo de autos. Subo al vehículo y enciendo el motor, salgo del puesto de estacionamiento esperando a que él aparezca enfrente y me guie. Abro la boca al ver el auto plateado parado diagonal a mí y que me hace cambio de luces, es un Honda Accord, ¿Pero qué mierdas? A menos que sea fanático de los autos modestos, no puedo encontrar otra explicación para que ese sea su auto, no combina con él en absolutamente nada, le devuelvo el cambio de luces y arranco detrás de él con dirección a su casa. En fin, un auto no va a lograr que las ganas de follarlo se esfumen de mi cuerpo, de todos modos al amanecer no lo volveré a ver. No conducimos mucho tiempo cuando llegamos a un modesto edificio de apartamentos, le sigo hacia el subterráneo donde aparco en su lugar y él deja su auto en el extremo del estacionamiento donde no interfiere con el tránsito. Esta situación me trae vagos recuerdos que me he obligado a enterrar en lo más profundo de mi mente y de mi alma, no por la carencia económica, sino por la afectiva. Me besa apenas bajo del auto, y sin despegar nuestras bocas me conduce hasta las escaleras donde me ayuda a subir mi falta para luego cargarme por el culo obligándome a enrollar las piernas en torno a su cuerpo. Subimos tres pisos, yo sobre él sin dejar de besarlo, sobre todo en los descansos de cada piso en donde por poco nos desvestimos y sin que nos importe que nos vean. ―Bienvenida ―murmura sobre mis labios al entrar―. ¿Algo de tomar? ―pregunta. Asiento moviendo la cabeza de arriba abajo, pero sin deseos de parar de besarlo. Al final termino por bajarme de su cuerpo con las piernas temblando por el deseo, compruebo que, efectivamente, lleva una vida modesta, sin embargo, es lo de menos para mí, bien sé que es salir desde abajo y sin nada, él al menos tiene un techo donde vivir, yo tuve que defenderme con uñas y dientes por un lugar en los albergues para pasar la noche. Aunque tengo que agradecer que el destino me haya puesto en el camino a una persona que vio algo especial en mí y que me ayudo a superarme. Siempre agradeceré todo lo que hizo por mí sin esperar nada a cambio. Sonrío al recordar su eterno reproche a mi carácter testarudo. ―Pobre del hombre que se enamore de ti ―lamenta Augusto. ―El amor es una falsedad, un juego en el que las mujeres ignorantes caen por imbéciles ―alego con desprecio. ―Vas a sufrir si no cambias tu manera de ver al hombre, no todos son iguales y no todos son él ―señala cansado de repetir siempre lo mismo. Una lágrima difusa se filtra en mis ojos, pero me resisto a dejarla correr, guardarlas en mi alma es lo que me hace fuerte. ―¿Quién te ha dicho que me interesa sufrir por amor? Yo jamás me voy a dejar embaucar por falsas promesas de amor, no creo en eso que tanto defiendes y así como ustedes se divierten con una y con otra lo haré yo cuando encuentre a algún prospecto que a mi parecer valga la pena ―declaro con firmeza. Augusto me mira con lástima, le duelen mis palabras, pero sé que no dirá nada más. A veces lo extraño, necesito tanto esas discusiones en las que él siempre trataba de hacerme ver el mundo de manera diferente, pero alguien antes de él me mostró lo peor de las personas y me hizo entender que los hombres o el amor, no merecen nada de mí más que las migajas que pueda dedicarle cuando me sobren y si no estoy muy aburrida para hacerlo.

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