— ¿Café y chocolate? — Javier miró a la pequeña mujer a su lado sospechando que algo extraño se traía entre manos.
— ¿Los envenenaste? — la chica negó — ¿escupiste? — negó también — ¿cuál es el truco?
— Ninguno, Javier, solo creo que debemos tratar de encontrar alguna forma de llevarnos como dos adultos que somos — Él la miró divertido porque con su pequeño tamaño bien podría pasar como una chica de secundaria —. Ok, voy a ignorar la cara de idiota que tienes en este momento…
— Y yo voy a ignorar eso — interrumpió el morocho.
— Bien… vamos de nuevo — Caminó para ingresar de nuevo a la cocina y volver a salir —. ¿Café y chocolate? — dijo y le tendió una taza de humueante café n***o, era así como él lo tomaba, y unos pequeños cuadraditos de chocolate en un plato.
— Gracias Abril, eres muy amable — Y con un gesto la invitó a sentarse a su lado.
— Esto es así, debemos encontrar alguna forma de trabajar sin tratar de matarnos. Creo que lo mejor sería que no vinieras, pero no puedo negarte la entrada a tu propio negocio — Si una característica de la chica le resultaba algo simpática al hombre era la de hablar tan rápido que casi debías utilizar toda tu concentración en seguir la velocidad de sus palabras —. Por lo que creo que podríamos establecer algunas normas inviolables, ¿qué opinas?
— Esperaba que dijeras cualquier estupidez, pero esto no suena tan mal — Su sonrisa demostraba que la estaba pasando bien con todo aquel asunto y la mujer trataba de controlar el impulso de tirarle la taza de café en la cara.
— Primero, deja de tratar de tener sexo con las empleadas, o cualquier persona, en mi cocina — lo señalaba con su dedo.
— Es mi cocina, técnicamente, y lo acepto. Pero tú deja de salir de tu turno cada vez que te viene la gana. Deberás respetar los horarios de descanso sin importar qué — Ella asintió.
— No opinarás nunca más sobre mis elecciones en el menú, ya he demostrado que soy genial armándolo — Él rodó los ojos pero terminó aceptando.
— Tendrás un límite de palabras por día, a veces hablas demasiado — Ella abrió grande sus ojos, como ofendida por aquel comentario, pero luego se relajó y aceptó que era cierto.
Los ojos de ambos se desviaron a la vereda en donde un joven, de unos dieciséis años, pasaba corriendo perseguido por un hombre mucho mayor. Abril se puso de pie rápidamente y salió del lugar a toda prisa, Javier no dudó en hacer lo mismo.
A media cuadra el morocho se encontró con la pequeña chica ubicada entre el joven muchacho y el otro hombre. Todo pareció ir en cámara lenta cuando un puño del hombre, que él no veía, impactó en la mejilla de la pequeña mujer, haciendo que cayera al piso mientras que el adolescente se abalanzaba sobre el agresor. En dos largos pasos cortó la distancia que lo separaba de la pelea para tomar al más joven por los brazos siguiendo las indicaciones de Abril. Una vez que el agresor se marchó, él, junto a la pequeña cocinera y el muchacho, caminaron a la cafetería que aún no abría sus puertas. Una vez dentro se sentaron en unas mesitas. Cuando Javier trató de revisar a la chica notó su mirada dura y fría clavada en el chico que estaba frente a ella. El joven no decía nada, solo miraba al piso.
— Voy a buscar el botiquín — dijo ella saliendo de la visión de los dos varones.
— ¿Tú eres… — Javier jamás lo había visto, pero claramente estaba relacionado con Abril.
— Axel. Soy su hermano — Y señaló a la puerta por donde la castaña había salido.
— ¿Y qué fue lo que pasó? — Se sentó delante del chico que se negaba a dejar de mirar el suelo.
— Problemas — respondió y esa actitud le hizo recordar mucho a la mujer.
— ¿Problemas con el tipo que vende marihuana a la mitad de la ciudad? — Esa declaración logró que el chico levantará su mirada para clavarla en él, con un silencioso pedido de complicidad —. Yo no diré nada, pero a ella lo golpearon por eso — señalaba a la puerta de la cocina y recordaba el feo golpe que se presentaba en la mejilla de la chica.
— No… no estoy orgulloso ¿si? Solo… yo lo solucionaré.
— ¿Solucionar qué? — Escucharon a la mujer saliendo de la cocina con una caja blanca entre sus manos. Los hombres se miraron pero guardaron silencio —. Bien, veo que seré la imbécil golpeada a la que no le van a explicar nada — Y sentenciado aquello se dedicó a limpiar y curar a su hermano.
Abril no se dejó cuidar hasta no estar segura que su hermano se encontraba bien. Una vez que lo despidió en un taxi, el cual lo dejaría directamente en casa, volvió a la cocina donde su jefe la esperaba con un enorme pote de crema muy fría para apoyar el plástico en su mejilla y prevenir una hinchazón peor de la que ya se estaba presentando.
Ella se mantuvo en silencio, no parecía enojada, se mostraba más bien decepcionada. Algo en el pecho del hombre se revolvió al verla en aquella actitud tan extraña, quería decirle, pero era mejor que su hermano juntara el valor para confesar de qué venía aquel asunto.
— Yo, mejor me pongo a trabajar — dijo repentinamente apartándose de él.
El resto del día el silencio que rodeó a la castaña preocupó a todos, pero ella no iba a decir nada sobre lo ocurrido, al llegar a casa lo trataría con su pequeño hermano.
Desde la muerte de su padre, hace ya cuatro años, sus hermanos habían demostrado toda su rebeldía, ella trataba de ayudar a su madre. Sus hermanos no colaboraban mucho en cuanto a su comportamiento, pero tampoco los culpaba, con una madre que trabajaba de sol a sol y un padre fallecido, era lógico que ellos se encontraran un poco perdidos. Además sabía que eran buenos chicos y en el fondo siempre trataban de hacer las cosas correctas.
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Al día siguiente un joven, que debía rondar los dieciocho años, se presentó en la cafetería buscando al dueño. Javier salió a su encuentro, pero no podía saber quién era ese joven que jamás había visto. Se acercó a él con su brazo extendido a modo de saludo y el chico apretó su mano con una mirada de sospecha.
— Mi nombre es Nicolás, soy hermano de Abril — Al mirarlo más de cerca notó que él poseía los mismos ojos que la castaña. Sonrió cortés.
— Javier, ¿en qué puedo ayudarte? — le respondió mientras se sentaba en una silla al otro lado de la barra.
— Supe que ayudaste ayer al idiota de mi hermano, él generalmente es tranquilo, solo se metió en un asunto que ya solucionaremos — Su tono de adulto hizo sonreír al morocho —. Quiero que sepas que estoy agradecido no solo por él, sino por mi hermana, este trabajo la hace muy feliz — Y un sentimiento de orgullo invadió el pecho de ambos hombres —. Pero si llegas a acercarte a ella no dudaré en venir a patearte la cara — La amenaza acompañada de su mirada lo hizo casi verse reflejado en el joven, él comprendía ese sentimiento de protección y sabía que aquellas palabras eran en serio.
— Descuida, con tu hermana no tengo nada asique creo que nos evitaremos los golpes — su sonrisa era sincera.
— Ella ya ha sufrido demasiado y no lo merece, solo quiero asegurarme que no la sigan maltratando más — esas palabras calaron muy hondo en la mente del morocho que desconocía casi todo lo relacionado a la vida privada de Abril.
— Ey, muchacho — Javier lo llamó antes de que pudiera salir del lugar —. Este es mi teléfono. Llamame si necesitan ayuda con su… problema — El joven tomó el papel, agradeció y salió del lugar.
Javier miró hacia la cocina donde debería estar Abril, pero aún no llegaba y él se estaba poniendo algo ansioso.