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Café y Chocolates #LL

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SEGUNDA HISTORIA

Tres historias de tres hermanos. Las historias están entrelazadas y suceden al mismo tiempo.

Aquí, la historia de Javier Allende, un hombre orgullosos que le gusta que las cosas se hagan como él desea. Por cosas del destino conoce a Abril, una repostera que comenzará a trabajar para él y desafiará, no solo sus órdenes, sino también hará temblar su mundo por completo.

Se SUGIERE leer primero "Adorable y Cordial", luego "Café y Chocolate" y, finalmente "En blanco y n***o"

#LL (Lectura Libre)

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Información de registro

Identificador 2104137503699

Fecha de registro 13-abr-2021 12:28 UTC

Licencia Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0

Café y chocolate #LL -

CC by-nc-nd 4.0 -

Laura Biurriarena

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Capítulo 1
-—Corre Abril, corre — Se decía la pequeña castaña de ojos miel a sí misma mientras trataba de no golpear a nadie con la pequeña caja blanca que llevaba en su mano. No podía dejar que se estropeara su obra de arte, como ella solía decirle a sus preparaciones, y terminara de arruinar su oportunidad de conseguir aquel trabajo. A lo lejos vio el café del parque y emitió un gruñido de fastidio, pero en la entrada de ese lugar había un taxi esperando por su pasajero —. Bueno, habrá que hacerlo así — susurró para ella y corrió al taxi. Se encaminó directamente en dirección al vehículo y, cuando el hombre que estaba dispuesto a tomarlo se encontraba distraído con el teléfono pegado a su oreja y con la mano en la que tenía un vaso con alguna bebida para llevar, tratando de abrir la puerta, ella se interpuso entre la puerta y el sujeto para abrir por sus propios medios. No esperaba que aquella bebida se derramará sobre la remera del hombre que la miraba con enojo, sin separar su teléfono del oído. —Perdón, yo necesito, en serio, en serio, el taxi. Te p**o tu café — Se metió la mano en el bolsillo de su pantalón para luego entregárselo al hombre dejando ver una pequeña cicatriz en su antebrazo —, te alcanza también para una bola de chocolate, aunque ya no son tan deliciosas como antes — le explicaba dejando la caja en el asiento con una mano y con la otra señalaba hacia el café a espalda del hombre —. Realmente lo siento, espero que lo entiendas y que no me odies — se subió y cerró la puerta del taxi que rápidamente se incorporó a la calle para emprender su viaje. —Javi, ¿todo bien? — escuchó él al otro lado del teléfono y reaccionó. —¡Una imbécil no solo me robó el taxi, sino que tiró mi café!¡Qué mierda! Me dejó algo de dinero y se fue — escuchaba risas al otro lado —. Camila no te rías — regañó a la chica con tono serio —. Ahora estoy lleno de café y… ¡Dios que mujer tan… — La risa se convirtió en carcajada y eso elevó el enojo del morocho. —Lo siento, Javi — escuchaba la voz de la chica entre las risas que trataba de contener —, es que imagino tu cara en este momento — Y volvió a reír fuerte. —Me alegro que te divierta — escupió él con enfado. —Bueno, pero te ha dejado dinero, por lo menos no fue tan malo. —Te dejo, debo llamar a Manuel — dijo serio y enfadado para luego finalizar la llamada. Abril observó aquel edificio donde en la planta baja se ubicaría un nuevo café. Ya parecía estar casi listo para su apertura, las sillas estaban dentro junto con las pequeñas mesitas, también se observaba el mostrador y una entrada que, ella suponía, iría a la cocina. Se acercó a la entrada a paso lento y tratando de calmar los nervios, realmente necesitaba aquel trabajo. Inhaló y tomó la manija de aquella puerta de vidrio. —Hola — dijo en voz alta al ingresar y encontrar el lugar vacío. —Ya voy — escuchó la voz de un hombre proveniente de otra habitación —. Hola — dijo el morocho con una sonrisa en sus labios mientras caminaba hacia ella. —¿Cómo...? — preguntó ella abriendo muy grande sus ojos. —¿Perdón? — dijo él sin comprender. —Yo… ¿Acaso te has teletransportado? ¿Hay formas más rápidas de llegar hasta aquí? Realmente me pierdo mucho en la ciudad. Yo sabía que ese taxista me estaba llevando por un camino más largo para cobrar más por el viaje — susurró mientras miraba al piso y tomaba su barbilla con la mano libre, en la otra tenía la cajita blanca en perfecto estado. El hombre la miraba esperando que explicara mejor lo que le quería decir, ya que él no tenía ni la menor idea de qué es lo que trataba de explicarle. — Oye, te di dinero ¿verdad? Asique cumplí mi buena acción por haberte robado el taxi y manchado tu ropa… ¡Llevas otra ropa y todo! ¡Qué rápido!... Bueno, espero que no haya rencores y solo me dejes hacer la entrevista, por favor — dijo y escuchó la profunda risa de aquel hombre que la miraba desde atrás de la barra. Suspiró aliviada al ver que no estaba tan enojado como lo había demostrado en su mirada hacía varios minutos atrás, cuando prácticamente lo bañó en su propia bebida. — ¿Era eso? — preguntó bastante divertido —. No te preocupes, todo está arreglado — agregó. — Ven, vamos a empezar con la entrevista. Eres Abril Kan, ¿verdad? Ella asintió y luego el hombre le señaló una pequeña mesa que ya tenía dos sillas y algunos papeles sobre ella. Abril obedeció y caminó hasta allí para luego sentarse. —Veamos, aquí dice que has trabajado en varios cafés y pastelerías de la ciudad, bastante buenas la mayoría. He comido sus productos y realmente eran deliciosos —. Abril asentía observando al hombre de pelo muy n***o y sonrisa radiante. Su tono de voz era grave, pero amable y su cuerpo dejaba ver que habían varias horas de gimnasio involucradas —. ¿El café que está enfrente del parque fue tu último trabajo? — Ella asintió — ¿Por qué lo dejaste? — Bueno… — comenzó algo nerviosa — ...fue algo como que me hicieron dejarlo al mismo tiempo que yo lo quise dejar — Su vocecita era suave y sus ojos miraban por todo el lugar, inspeccionando cada detalle como si fuese una niña pequeña. El morocho sonrió ante la actitud de la mujer. — ¿Me podrías explicar mejor? — pidió con un tono de voz muy amable y divertido. — Bien, fué así — dijo y se acomodó en la silla para mirarlo de frente. De repente su voz se transformó en una muy segura y decidida —. Pablo, el hijo del dueño, me… acosó — El hombre hizo una mueca de desagrado —, entonces le tuve que aclarar de una forma, no pacífica, que no debía meterse conmigo. — ¿Forma no pacífica? — Tal vez lo golpeé en la nariz y tal vez sangró — El hombre comenzó a reír despacio y ella a ponerse nerviosa, ¿cómo rayos se le había ocurrido contar aquella historia?¡Podría haber dicho cualquier cosa! pero no, ella y su bocota —. Es… no sabía que se le quebraría — Y al darse cuenta de su error se tapó la boca. El morocho dejó salir una sonora carcajada —. Oye, no es gracioso — trató de regañarlo—. Tuve que dejar el trabajo allí, pero él dijo que estaba despedida… mejor porque me tuvieron que indemnizar, pero de allí en más, ¿quién me iba a contratar? A ver, hay que estar loco para contratar a una tipa que golpeó al hijo de su ex jefe y le quebró la nariz — El morocho levantó una ceja de manera divertida —. No digo que tú lo estés — agregó rápido —, solo digo que… Oh Dios, ¿por qué me dejas seguir hablando? — finalizó mientras se tomaba la cara con ambas manos. — Bien — Al fin articuló el hombre a su lado —, conozco a Pablo y seguro lo merecía — agregó poniéndose un poco más serio —. No estoy loco y si te contrato es porque realmente sé que tus preparaciones son las mejores — afirmó con una tierna sonrisa. Ella le devolvió el gesto. — Traje... — dijo aclarando la garganta —... unas para que pruebes — Y colocó la caja blanca delante de él. Al abrir la tapa había cuatro pequeños pasteles, eran como versiones miniaturas, tan detallados en sus decoraciones que el morocho se preguntaba cómo lo había logrado. Tomó uno de los cuatro, el que parecía ser de limón, y mordió un poco. Recordó ese sabor de una pastelería que estaba a tres cuadras de su departamento, amaba ese lugar hasta que cambiaron a su maestra pastelera por un sujeto que hacía preparaciones demasiado empalagosas para su gusto. — Son los mejores que he probado — dijo él con la boca llena y señalando al pastelito con su mano libre —. Sabía que no me equivocaría al llamarte — Ella sonrió orgullosa —. Bien — volvió a decir aquel sujeto —, ¿cuándo puedes empezar? — ¿En serio? ¿Me darás el trabajo? — preguntó y sus ojitos brillaron con demasiada intensidad, demostrando la enorme felicidad que invadía el cuerpo de aquella pequeña mujer. — Por supuesto, jamás dudé de tí, esto solo era una formalidad — Y no esperaba que la chica saltara sobre la mesa para abrazarlo. — Gracias, necesitaba el trabajo — le decía sin soltarlo aún —. Somos muchos en casa, demasiados, y la verdad que solo con mamá trabajando iba a ser un desastre. Mis hermanos comen como cinco, y yo igual, asique imaginate tratar de darnos comida a todos… Vaya, esto es genial — Hablaba tan rápido que el hombre no estaba seguro de que si estaba respirando —. Pero, escucha — le dijo de repente apartándose y señalándolo con el dedo —. Necesitamos un buen chocolatero si lo que quieres es que este café sea el mejor. — Te escucho — le respondió divertido, realmente aquella chica tenía demasiada energía y eso le agradaba. — Conozco a uno y, no solo es el mejor, sino que necesita el trabajo. Si quieres te entrego su número, pero no me nombres — le pidió. Él levantó la ceja a modo de duda ante aquella petición —. No nos llevamos mal, pero solo si está aquí va a aceptar, lo conozco, hazme caso. Si él viene te estarás asegurando tener al mejor maestro chocolatero de la ciudad, y junto conmigo nadie va a salir de tu café — finalizó orgullosa y segura de sus capacidades. — Bien, pero si resulta en desastre no solo se irá él, sino que tú también — la amenazó. — Vaya, jamás me habían regañado tan rápido en un trabajo, y eso que una vez en mi primer día incendié una cortina — se volvió a interrumpir tapándose la boca con ambas manos. — Dejaré pasar el comentario — dijo el hombre un tanto serio —. Te espero mañana a las nueve para entrevistar a este chocolatero que dices y que ambos comiencen a trabajar. Hay que armar menú y comprar todo lo necesario, debemos ponernos a elaborar porque la próxima semana será la gran apertura. — Perfecto. Avísale que traiga sus cosas listas para comenzar a trabajar en caso de que quede seleccionado — dijo ella guiñando un ojo a modo de complicidad. — Bien, Abril. Un gusto conocerte y te espero mañana.

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