No pasaron más de quince minutos cuando el hermano de Abril regresó al café evidentemente alterado. Javier se acercó a él una vez que lo vio entrar. Él también presentía que algo no iba bien al notar que la mujer no llegaba. La repostera tenía, casi como ley, llegar media hora antes al trabajo para poder prepararse, faltando cinco minutos para su horario de ingreso, y sin rastros de ella, el morocho se había comenzado a preocupar. Además conocía el tipo de conflicto en el que se había metido el hermano de Abril y dudaba que ella dejara las cosas como estaban o que sus hermanos pequeños se pudieran encargar de aquel asunto.
— Perdón.. sé que tal vez no debería… — Comenzó bastante titubeante el castaño.
— Ya, ¿qué sucede? — preguntó Javier una vez a su lado.
— Axel. Axel me llamó para avisar que Abril fue tan idiota de ir a buscar al tipo al que mi hermano le debe plata para arreglar ese asunto. ¡Dios, es tan imbécil a veces!
— En eso coincidimos — respondió el morocho —, ahora vamos a buscarla — ordenó y comenzó a caminar a la salida, indicándole a Leo que quedaba a cargo de la caja.
— ¿Sabes dónde encontrarlo? — Javier lo miró fugazmente. Él a veces le compraba algo para fumar —. Entiendo — dijo el chico y apuraron el paso hasta el auto del morocho que salió rápido hacia un callejón, unas calles más abajo, donde posiblemente estuvieran.
Llegaron a un callejoncito en una calle, en realidad, bastante transitada. Les faltaban unos pasos para poder acceder al lugar pero podían escuchar la voz de Abril.
— Teniendo en cuenta que le estabas vendiendo a un menor y que me golpeaste, bastante fuerte debo decir, en la cara, ¿no podrías solo aceptar el dinero y olvidar todo? — Nicolás no pudo más que tragar pesado esperando que su hermana, por una maldita vez, escuchara la voz que te indica cuando estás en peligro. Javier solo sonrió ante las palabras de la mujer, ¿es que acaso nada la iba a intimidar?
— ¡Javier! — exclamó el hombre que hablaba con Abril apenas lo vio entrar al callejón.
Ella tuvo que girarse para mirar a quien le hablaba aquel sujeto. Al ver a su jefe junto a uno de sus hermanos su cuerpo se llenó de furia.
— ¿¡Es que eres idiota!? — exclamó la chica provocando una sonora carcajada en el hombre corpulento que tenía a su lado.
— Vaya que jamás vi a ninguna mujer hablarte así — seguía riendo y Javier se encogió de hombros para luego estrechar amistosamente su mano.
— Oh Dios, ¿tú también fumas? — le preguntó sorprendida —. Bueno, en realidad lo esperaba — dijo asintiendo mirando al hombre a su lado que estaba bastante divertido con aquella pequeña mujer.
— Abril, ¿qué mierda? — le susurró bastante irritado su hermano mientras la tomaba por el brazo.
— Vine a hablar con el buen hombre aquí presente, para que olvide el asunto con Axel, ¿verdad? — el hombre asintió.
— Lamentablemente preciosa, no es tan fácil que tu hermanito se libre de esto — dijo tensando a la mujer con sus palabras —. El pequeño debe entender cuál es su lugar.
— Mira — comenzó Javier —, te daremos el doble de lo que te debe y así dejamos el asunto de lado — propuso con una sonrisa que parecía bastante amenazante.
— Bien, solo porque lo conoces y la lindura de allí me cae bastante bien — respondió el hombre con su voz rasposa. Nicolás intentó enfrentar a aquel sujeto ya que, consideraba, se había sobrepasado con su hermana, Abril lo detuvo con un apretón en su brazo.
Cerrado el trato, claramente el morocho puso el dinero faltante, los tres salieron del callejón para subir al auto de Javier y volver al café.
— Gracias — dijo Nicolás acercándose entre los asientos —, mi hermana también lo agradece — agregó y la miró con un gesto que la obligaría a agradecer también al sujeto.
—Gracias — murmuró la castaña.
— No entiendo por qué decides hacer esas cosas — Javier hablaba prestando atención al tránsito por lo que la mujer decidió que esa frase no estaba dirigida a ella, cuando, claramente, lo estaba.
— Abril no escucha a la voz que te indica cuando hay peligro, por ello termina en estas situaciones — explicó su hermano quien ya estaba resignado a aquello.
— Pensé que te habla a tí, perdón — dijo ella sin mirarlos.
Su mirada se quedó clavada en el exterior del vehículo, su hermano sabía que algo iba mal.
— ¿Qué sucede? — le preguntó en tono cálido.
— Ahora le debo mucho dinero — susurró ella señalando al hombre a su lado —. En serio, gracias Javier, lo puedes descontar de mi sueldo — cerró ella.
— No Abril, debes pagar esas deudas que te dejó el idiota de… — Y la mirada de regaño de su hermana lo hizo callar.
— Ya veremos luego ese asunto — dijo Javier quien hablaba bastante calmado por lo que Abril comenzó a inquietarse.
— Yo puedo trabajar gratis hasta pagar la deuda — propuso Nicolás y al morocho no le parecía mala idea, a veces necesitaba gente extra o alguien que cubriera los días libres de sus empleados, que el chico no le cobre no le venía nada mal.
— Ok — respondió sin mirarlo y extendiendo la mano para cerrar el trato.
— Es pésimo jefe, quiero que lo sepas — dijo la mujer mirando a su hermano que sonreía —. Y tú no le vayas a pegar esa cosa de querer estar con cada mujer que se le atraviese en el camino — golpeó suave el brazo del hombre que sonrió.
Al llegar al café Manuel se encontraba allí bastante preocupado por la forma que su hermano se había marchado dejando el lugar en manos de Leo, eso no era algo que haría si no fuese por una enorme razón de peso. Cuando lo vió ingresar junto a Abril y un joven muchacho a su lado, su mente comprendió aún menos. Javier se tomó el tiempo necesario para explicar todo y luego le indicó que Nicolás comenzaría a trabajar allí. Manuel se quedó con el muchacho mientras él se dirigía a la oficina para relajar un poco la tensión vivida. Alguien golpeó la puerta muy suavemente y luego pudo ver como Abril ingresaba.
— ¿Todo bien? — preguntó él un tanto extrañado.
— Yo… Gracias, en serio — susurró mirando la pared que estaba a su derecha en vez de a él.
— De nada, te diría la pared si hablase, pero ya ves… — señaló al muro blanco.
— Gracias — volvió a repetir ella y clavó sus ojos que transmitían algo que no terminó de comprender pero sí que lo impactó.
— Oye, no vuelvas a hacer algo tan peligroso, ¿si? — Ella asintió pero permaneció en su sitio —. ¿Qué más? — preguntó con un tono suave.
— Me agrada saber que ayudaste a mis hermanos de formas que yo no pude, es bueno que alguien le dijera palabras que escuchen —dijo mientras lo miraba con sus enormes ojos miel y parecía atravesarlo con la calidez que transmitía.
Mierda, Abril.lo estaba arrastrando lentamente a algo nuevo
— Son hombres rebeldes, Cami tal vez te pueda ayudar con eso, ella pasó por lo mismo — recordó sus épocas de adolescencia con su hermana regañándolo casi a diario.
— Vuelvo a trabajar — dijo ella bastante avergonzada por su lapsus de honestidad, y la forma tan tímida que lo dijo no dejó tranquilo al morocho que se quedó unos instantes pensando en algunas de las cosas que había escuchado sobre la pequeña mujer. Decidió que lo mejor era dejar pasar el asunto y seguir trabajando.