Capítulo 4

2231 Words
El café era todo un éxito. La verdad que las habilidades en los negocios que poseían los hermanos solo se igualaban con la excelente capacidad de su maestra repostera, pero más allá del buen futuro del café, las relaciones personales que se desarrollaban dentro de él comenzaban a ser un poco más tensas. Abril ingresó, como todos los días a la cocina para encontrar a uno de sus jefes a punto de tener sexo con la nueva moza que habían contratado la semana anterior. Le importaba muy poco a ella con quién quisiera acostarse el morocho, solo que hacerlo en la cocina, donde ella trabajaba era, mínimo, poco higiénico. Su feroz mirada se clavó en el hombre que rió frustrado, para luego pasar a la mujer que estaba en sus brazos con las mejillas completamente coloradas. — Si te va a dar verguenza no lo hagas y listo — le gruñó a la chica que salía a paso apurado del lugar —. Y a tí te he dicho mil veces que la cocina no es un lugar para que te lies, busca una habitación o sé un adulto y espera hasta encontrar un lugar apropiado — La pequeña mujer amenazaba a su jefe apuntándolo con un gran cuchillo. — Bien, loca mujercita, me retiro. Aunque me encantaría recordarte que soy tu jefe y eso de apuntarme con un cuchillo puede hacer que te quedes sin trabajo — dijo Javier con su cara de satisfacción muy cerca de la de Abril. — Mi jefe es un imbécil y si no lo amenazó va a llenar todo de gérmenes y el negocio se va a ir a la mierda — gritó ella sabiendo que el hombre, quien ahora le daba la espalda dejando la cocina, la escucharía y algo se enfadaría. No pasaron ni dos horas cuando nuevamente debió observar el despliegue de coquetería del morocho, sólo que ahora estaban dirigidas a su ayudante de cocina. Poco dispuesta a presenciar toda aquella actuación se quitó su delantal y gorro, para caminar a la salida a paso firme. A lo lejos vio a Leo sirviendo en una mesa donde tres mujeres tomaban sus cafés, se acercó a él para informarle que iba a descansar. — Dile al imbécil de Javier que vuelvo en veinte minutos, me tomo ahora mismo el descanso — dijo ella sin mirar a las mujeres a su lado que ampliaban sus sonrisas, en realidad dos de ellas. La que tenía enfrente solo la observaba intrigada tras su enorme taza. La mujer de pelo castaño rió muy bajito y ella notó que estaban escuchando todo lo que hablaba con Leo. No sabía muy bien qué hacer, pero su mirada se clavó con fastidio en aquella chica, realmente no se encontraba de buen humor. — Disculpa, nadie le había dicho así antes — seguía riendo la castaña. — Lástima, alguien se lo tendría que haber aclarado — escupió enojada. — No creo que sea un mal hombre — dijo la rubia desde atrás de su taza de una manera tan débil que casi no la escucha. — Ay no Azul… no me digas que te atrae — suplicaba la castaña. Acto seguido la mujer, que, aparentemente, se llamaba Azul, se tornó tan roja que no quedaban dudas. — Niña, deberías mejorar tu visión, es un idiota arrogante — explicaba la cocinera que estaba parada al lado de ellas —. Necesitaría un cerebro nuevo que no estuviese en su pene — El comentario arrancó una sonora carcajada de las otras dos mujeres. — Ella es su hermana — le susurró el mozo a la chica que estaba de pie a su lado. Abril abrió los ojos muy grandes. — No es que me guste insultar a tu familia — trató de explicar rápidamente —. Manuel me cae bien, es solo que… — No importa — dijo la castaña tratando de controlar su risa —. Nunca nadie lo había tratado así, debe estar confundido — La muchacha le contagió la risa a Abril que estaba a su lado. — Abril, ¿verdad? — dijo la rubia, que aún no había hablado, una vez que pudo controlar su risa. La cocinera asintió —. Niña, quédate con nosotras por favor — le indicó la silla a su lado, pero cuando Javier salió a la puerta con su cara reflejando un odio demencial negó rápido y caminó veloz cruzando la calle para perderse entre la gente. >, pensó cuando terminó de cruzar la calle ignorando a su, muy fastidioso, jefe. Regresó a los veinte minutos, un poco más calmada y con su humor de siempre, odiaba cuando la gente la alteraba. No le gustaba sentirse molesta ni mucho menos enfadada, pero ese hombre sacaba lo peor de ella. Al volver al café notó que aún estaban sentadas las chicas que le hablaron antes de partir, faltaba la que, parecía, estaba enamorada del imbécil, pero las otras dos aún se encontraban en su lugar. Al pasar a su lado, la rubia le dijo que amaba sus preparaciones y ella levantó el puño a modo de aceptación del cumplido. Respiró hondo antes de ingresar al local sabiendo que su jefe la miraría con cara de pocos amigos, otra vez. Para su sorpresa Manuel estaba allí y él siempre la defendía. Se alivió de verlo. — Bien, la cocinerita estrella se decidió a volver — Fue lo primero que escuchó al ingresar a la cocina. Decidió no empezar una nueva pelea y ponerse a trabajar, pero sabía que Javier nunca dejaría las cosas tan así, menos una pelea con ella —. No me ignores — le susurró muy cerca de su oído con clara irritación en su voz. El resto de las personas de la cocina estaban tan acostumbradas a sus enfrentamientos que los dejaban interactuar sin intervenir, salvo Manuel que siempre ayudaba a la chica en cuestión. — Javier, si no tienes ninguna cosa importante para decir me dejas en paz que yo sí tengo que trabajar — respondió ella dándole la espalda y sin mirarlo. — ¿Ahora te acuerdas que tienes que trabajar? — la ironía de su voz la comenzaba a fastidiar, pero trataba de controlarse. — ¿Necesitas, o no necesitas, algo importante? — ella se giró para verlo de frente y así desafiarlo aún más. — Necesito que te tomes tus descansos cuando sea tu puto horario, no cuando se te venga la gana — Él hablaba apretando su mandíbula. — Y es así lo mal que se llevan — Esa era la voz alegre de Manuel que desde la puerta los miraba entusiasmado junto a Camila que no podía creer que su hermano pudiese estar tan enojado con alguien. — Javier o te cuidas o explotas — le dijo ella bastante divertida. El hombre en cuestión solo se giró con fastidio para mirar de frente a sus hermanos. — ¿Necesitan algo? — preguntó con una falsa sonrisa en sus labios mientras extendía sus brazos. — No, solo mostrarle a Camila que realmente puedes enojarte demasiado con la pobre de Abril. El morocho se dió cuenta al instante de la alianza de aquellos que decían ser sus hermanos, por lo que entrecerró sus ojos, como analizándolos. Lo peor fue mirar hacia Abril que ponía su mejor cara de chica pobre y maltratada. — ¿En serio? — dijo él señalando a la pequeña mujer que estaba a su lado. — Ven, Abril — le dijo Camila extendiendo su brazo hacia ella —, como mi hermano ha sido tan malvado, nosotras nos vamos a tomar un café y conversar un poco así puedes relajarte — El hombre no podía creer lo que estaba pasando —. No es manera de tratar a los empleados — lo regañó su hermana mayor antes de salir de la cocina con la chica entre sus brazos. — ¿Es broma? — le dijo a su idéntico señalando a la puerta por la que ambas acababan de salir. — No — respondió el otro sin más —. Ya se fueron — Y tras darle una sonrisa irónica salió fuera de la cocina también. —--------------- — Pensé que nos quedaríamos en el café — Abril estaba un poco desorientada al ver que la chica la guiaba hacia otro lugar. — No. Ni vamos a tomar café, ni nos quedaremos allí con el loco de mi hermano — le gustó mucho esa última frase. — ¿Y a dónde vamos? — preguntó ella notando que no traía ninguna de sus pertenencias. — Al bar de los gemelos. Manuel te traerá tus cosas — Y su sonrisa fue tan amplia que la hizo sospechar, pero esperaría a que su otro jefe se les uniera. Por lo menos no la despedirán. Llegaron al bar y ella debió esperar que su acompañante abriera la gran puerta negra dejándolas ingresar a un espacio amplio que contaba con una barra de madera a la izquierda. Ella sabía que sus jefes tenían un bar, pero pensaba que estaba más alejado, realmente le resultó de perezosos que estuviesen casi pegados, pero se guardó el comentario. Ingresaron y Camila le señaló un lugar en la barra para que tomara asiento mientras ella se dirigía al otro lado buscando algo en las heladeras que estaban a su espalda. Sacó dos botellas de cerveza y las colocó sobre la madera luego de destaparlas. Manuel no tardó en unirseles. — Aquí están tus cosas — le dijo con una enorme sonrisa en sus labios y ella le devolvió el gesto —. Realmente se quedó muy enfadado — Ambos hermanos reían como si se tratase de una travesura. — Bien — comenzó —, me presento como corresponde, soy Camila, la hermana mayor del par, y lamento mucho que Javier se esté comportando como un idiota — Sus palabras parecían sinceras pero aún algo no le terminaba de cerrar en todo el asunto. — Entiendo lo que es sentirse responsable por tus hermanos pequeños, yo tengo tres y ¡Dios mío! Me gustaría darlos en adopción, Axel es el del medio y más tranquilo, pero igual se mete en líos. Mi mayor problema es Nicolás que no deja de salir de una, para ya estar metido en otra. Me agota. El más pequeño, Juan, se la pasa en la computadora asique a veces me olvido que está allí… Un día hasta me olvidé de darle de almorzar, pero bueno, tampoco se quejó hasta que casi muere de hambre — Ella hablaba mientras estudiaba el lugar con su mirada. — Te dije que habla mucho — La voz de Manuel la hizo volver la mirada a los hermanos que la observaban con cierta satisfacción. — No me molesta — respondió Camila —. ¿Puedo saber por qué te llevas tan mal con Javier? — Ahora parecían comenzar a acercarse al tema por el que ella estaba sentada allí. — Yo no lo sé. Simplemente no le agrado. Por mí él podría ser una piedra, me da igual, pero parece que a él le molesta el solo hecho que respire y tampoco dejaré que me trate mal porque me pagan un sueldo a fin de mes. Además Manuel es el hombre más bueno del mundo, asique tengo la teoría que ocupó todo lo bueno y le dejó al otro… bueno… me entienden. — Perdón, solo que jamás conocí a alguien que se llevara tan mal con mi hermano y me intriga por demás — respondió la chica sincera mientras bebía su cerveza. — Además desde el primer momento que no pueden relacionarse como dos adultos — Manuel dejaba notar cierto reproche en su voz. — Disculpa, Manuel, pero tu bien sabes que yo hago mi trabajo como corresponde, si él quiere ligar con chicas, bueno, que busque otro sitio — Terminó con un gran sorbo de cerveza. No le gustaba mucho a dónde acabaría todo aquel asunto. — ¿Y te molesta que él quiera estar con otras mujeres? — Esa era Camila. — Mira, me caes bien — le respondió mientras la señalaba con un dedo —, no rompamos eso. — Se enoja mucho cuando le proponen algún tipo de relación amorosa con Javi, asique mejor dejemos ese terreno — Manuel acostumbraba a zanjar las discusiones, estableciendo límites claros para que nadie resultase herido. — Perdón — Se nuevo Camila —, retiro mi pregunta — Y Abril sonrió amplio. — Solo quiero que sepas que te valoramos — Manuel volvía a hablar con su tono de voz calmado —, y odiría que te sientas mal en tu trabajo porque no te llevas bien con mi hermano. Espero que puedan encontrar una forma de trabajar en donde no se note tanto que se quieren arrancar la cabeza — Ella rió ante esa imagen reproduciéndose en su cabeza. — Bien, porque a mí me encanta trabajar allí, pero odiaría que me despidan por matar a uno de mis jefes — Los tres rieron con ganas y continuaron con un par de cervezas más. —------------ — Realmente es una chica genial — le dijo Camila a su hermano mientras observaban cómo la mujer en cuestión salía por la puerta del bar. — Creeme cuando te digo que esos dos van a terminar juntos — Manuel también miraba a la puerta mientras sonreía.
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