Capítulo 4

2054 Words
Abby trato de calmarse, sabía que pronto la volverían a buscar. Sin embargo, el dolor que sentía en su pecho, no le daba chance de pensar racionalmente. Inocentemente había creído en cada una de las palabras del hombre que consideraba como su novio. Aunque se sentía herida no podía dejárselo ver a esta familia, mucho menos a su ex novio. No podía dejarle ver que sus jueguitos la habían lastimado. Sabia que una vez que saliera de esta habitación debería encarar a Alec, sin embargo, se sentía cansada. Demasiado cansada. Lo único que pensaba era en correr a los brazos de su padre y ocultarse en estos hasta que se sintiera mejor. No obstante, esa posibilidad ya no existía. No tenia a nadie. Abby suspiro sintiéndose derrotada. Ahora se había convertido en la señora Winchester, sin embargo, ya no estaba dispuesta a seguir ayudando al traidor de su novio, mejor dicho, exnovio. Lastimosamente se había dado cuenta de que este solo la estaba usando como un escudo protector. Cuando todo saliera a la luz, la única que saldría perjudicada sería ella. Secándose las lágrimas, se levantó del piso. La habitación estaba a oscuras por lo que no podía ver nada más allá de su nariz. Con la intención de buscar un espejo para poder arreglarse, pasó las manos por la pared en busca del interruptor. Cuando sus manos dieron con este, inmediatamente encendió las luces. Sus ojos parpadearon varias veces acostumbrándose así a la nueva claridad. Aún así, la luz logró molestar a sus ojos irritados por las lágrimas. Con un aspecto desgarbado la chica se giró, cuando sus ojos dieron con el panorama dentro de la habitación casi pierde el alma. El lugar al que había entrado no estaba desocupado. Acostado en la cama, estaba un hombre. ¿Había escuchado esa persona sus gritos? Abby inmediatamente pensó en mil maneras para retirarse, sin embargo, algo la instó a quedarse dentro de la habitación. Sintiendo una inexplicable curiosidad, la chica fue avanzando a través de la espaciosa habitación, sin hacer ruido. Lo único que se escuchaba aparte de su respiración, era el arrastrar del vestido. Estando cada vez más cerca de la cama, Abby pudo apreciar el rostro dormido de la persona. Su ceño, a pesar de estar durmiendo, estaba completamente fruncido, lucia como sí estuviera teniendo una pesadilla. Abby paseó su mirada por el hombre, hallando que todo en su rostro estaba bien puesto. ¿Cómo alguien podía verse tan bien? Sin poder apartar sus ojos manchados de lágrimas del rostro de esa persona quien por su estado supuso que era Ean Winchester, el hombre con el que hace varios minutos se había casado, llegó hasta el borde de la cama. Abby se dio cuenta de que Ean Winchester, aún luciendo al borde de la muerte, se veía intimidante. En su rostro se podía apreciar que no era alguien con quien se pudiera jugar como uno quisiera, sin embargo, ella lo estaba haciendo. Aparte de eso, los rumores que circulaban sobre este hombre no eran los mejores. Nunca había tenido el placer de conocerlo en persona, y las cosas que se decían de él, le quitaba cualquier deseo de hacerlo, pero irónicamente ahora se encontraba casada con ese ser humano. Este hombre a pesar de ser el heredero de los Winchester, había fundado su propia empresa, apartándose de la propiedad familiar. Motivo que enfureció al padre de este, pero aún así, no le habían quitado el título de heredero. Además, todo alrededor de su nacimiento era una incógnita. Desde pequeño era tratado con desprecio y había desarrollado una personalidad para nada amable. La única razón por la que se había establecido como el director de la empresa de su padre, era porque su medio hermano, Alec Winchester, no estaba suficientemente capacitado para hacerlo. A su padre no le quedaba otra solución que confiar en él. Pero para su mala suerte había terminado de esta forma. Aunque estaba prohibido hablar de esto, todos intuían que el accidente de Ean Winchester había sido elaborado por su propia familia. Abby tembló ante sus propios pensamientos. Tener estos conocimientos sobre su esposo no la dejaban más tranquila. ¿Cómo había terminado aceptando casarse con una persona convaleciente? ¿Acaso se había vuelto loca? La chica estiró la mano tratando de tocar al hombre y ver sí este era real. — Si escucharas mi explicación, ¿Podrías no tomar represalias contra mí? — Abby se inclinó más, sus manos estaban a punto de tocar al hombre acostado en la cama. — Aunque suene loco, solo intento sobrevivir, no importa si más adelante tengo que pagar, estoy dispuesta, pero por favor despierta. — Abby pestaño apartando las lágrimas. Esta era su noche de bodas, sin embargo, se había convertido en una pesadilla después de enterarse de lo que Alec le había estado ocultando. Sí por casualidad no hubiera decidido ir en su búsqueda, quizás aún estaría cegada por sus palabras y creyendo en el amor que este supuestamente le profesaba. La herida era reciente por lo que Abby, por más que quisiera odiarlo aún tenia presente los momentos que había vivido al lado de Alec, su ex novio. Todo en su interior se sentía más doloroso debido al cambio al que sus sentimientos se estaban forzando a pasar. Saliendo de sus pensamientos, la chica observó nuevamente el rostro del hombre dormido. Abby espero a que este abriera los ojos, sin embargo el tiempo transcurría y en la habitación sólo se escuchaba su respiración. — ¿Podrías abrir los ojos? — preguntó la chica en un tono lastimero. — No quiero seguir haciendo esto, sabes. Si no fuera por ese hombre ingrato y sin escrúpulos yo no estaría aquí. Fui muy tonta, ¿cierto? No se para que hablo contigo. No puedes escucharme… Abby hizo silencio, volviendo a adentrarse en sus pensamientos. ¿Realmente está persona estaba tan mal? ¿Por qué querían casarlo cuando se encontraba en ese estado? ¿Por qué Alec la había metido en este lío? Abby ahogándose nuevamente en un llanto silencioso, no pudo descifrar porque lloraba esta vez. Una de las lágrimas que se deslizaban por el rostro de la chica calló sobre la mejilla del hombre. Justo en ese instante Abby frunció el ceño, pensó que había podido ver como este movía los párpados. La chica está vez más decidida fue acercando la mano al rostro del hombre para verificar si había visto correctamente o saber sí lo que había visto había sido producto de su imaginación. Cuando ya estaba a punto de tocarlo, retiró la mano y dio un paso hacia atrás ¿Realmente quería que Ean Winchester despertara? — Sólo se agrandaran mis problemas si abres los ojos. — murmuró la chica alejándose cada vez más de la cama en donde descansaba su esposo. Mirando alrededor de la habitación, comenzó a buscar el baño. Luego de revisar en la segunda puerta dio con este. Abby entro al baño, y se miró en el espejo. Observando así lo destrozada que se veía. Por más que tratara de arreglar su maquillaje sería imposible volver a la fiesta que se estaba desarrollando en el primer nivel de esta casa. Con un suspiro, tomó una toalla y la humedeció, empezando a pasarla por los lugares en donde su maquillaje se había arruinado. — Eres tan tonta. — musitó con la voz un poco afectada por el nudo que seguía apretando su garganta. Abby apartó la mirada del reflejo roto que le brindaba el espejo y se concentró en borrar las manchas de su rostro. Luego de terminar de limpiarse la cara, la chica salió del baño. Ignorando la presencia de su nuevo compañero, esta tomó posesión de uno de los sofás que decoraban la estancia y se acostó en este. Dentro de la habitación habían dos personas, a las que la vida le había arrebatado algunos pedazos. Dos personas que sus destinos se habían visto obligados a entrelazarse y que sin ser conscientes sus vidas comenzarían a depender de su deseo por continuar adelante. * Alec se pasó la mano por el pelo, sintiéndose frustrado. La mirada que Abby le había brindado cuando firmó, no le había gustado para nada. A pesar de que la chica le estaba sonriendo, podía percibir una energía extraña en esta. No sabía si era por lo bien que estaba marchando todo que se sentía tan inquieto. Había estado evadiendo a Abby para que el plan no se arruinara. Por lo que no sabía en qué está había pasado el tiempo anterior a la boda. Un sentimiento extraño comenzó a formarse en su pecho. Parado en medio del pasillo, el hombre miró a ambos lados sin saber por dónde la chica había desaparecido. Comenzaba a pensar que esta se había enojado por su ausencia. Por un momento se recriminó por ser tan descuidado. Necesitaba encontrar una oportunidad para reunirse con ella y calmarla. O sino lo que estaba por hacer se saldría de control. Alec miró por última vez el fondo del pasillo por el cual Abby se había marchado. De su boca salió un chasquido de disgusto. Aún tenía que confiar en el amor que esa chica le tenia para no ensuciarse las manos. Sintiéndose más calmado, Alec volvió a la fiesta y se acercó al grupo con el que su padre estaba socializando. — ¿Tienes un momento? — preguntó este luego de saludar a los demás quienes inmediatamente se dispersaron. William Winchester miró con frialdad a su hijo más pequeño. Sintiéndose disgustado por su interrupción. Alec notó el cambio pero aún así se hizo de la vista gorda. — Abby no se siente bien, se ha retirado a descansar. — Alec excusó la ausencia de la chica aunque no tenía idea de donde está se había metido. Sin embargo, no podía dejar que nada de lo que está hiciera incidiera en sus planes. William observó alrededor. Ciertamente había pasado un tiempo desde que esta se excusó para ir al baño. — Esta bien. La boda ya ha finalizado, encárgate de despedir a todos. — habló William volviendo la mirada a su hijo. — Entendido, padre…— Alec cerró la boca formando una línea. William se alejó sin darle otra mirada a su hijo. Tenia la intención de encontrarse con su nuera para explicarle las reglas de este matrimonio. Pero como ya era tiempo de descansar, fue a su habitación. Lo que más había era tiempo, mañana sería otro día. Alec ocultó el odio que cruzó por sus ojos y se dirigió al mayordomo para que empezara a despachar a las personas. Como la mayoría eran personas de gran importancia, Alec se tuvo que parar en la puerta para despedirse de cada uno. Su humor estaba completamente arruinado. Lo que menos quería era fingir estar bien ante este montón de hipócritas, además su cabeza no dejaba de darle vueltas a la actitud evasiva de Abby. — Hasta pronto. — musitó el hombre en un tono aburrido. Alec se despidió de la última persona que consideraba importante y luego se marchó a su habitación dejándole el resto del trabajo al mayordomo. Cuando entró a esta no puedo evitar maldecir. — ¿Por qué estás aquí todavía? — Alec se acercó a su cama y miró el cuerpo descubierto de la chica que lo había abordado al comienzo de la fiesta. — Tus sirvientes son fáciles de convencer…— habló la chica en un tono coqueto. — Me vas a meter en problemas. — dijo el hombre sin hacer ningún esfuerzo por apartar a la mujer que había empezado a quitarle la chaqueta. — Si nuestra familia se enteran, tendremos muchos problemas. — Mientras no se enteren…— susurro la chica uniendo sus labios con los del hombre, evitando que este continuará hablando. Alec envolvió la mano en la cintura de la chica y se dejó seducir por la mirada de esta. Sus labios empezaron a moverse sobre los de esta, olvidando así su preocupación por el paradero de Abby. Ya tenia varias semanas encontrándose con la mujer que se estremecía dentro de sus brazos y dudaba que se cansara de esta en un corto periodo de tiempo. Ambos disfrutaban del deseo desenfrenado con el conocimiento de que su relación no pasaría de ser nada más que un encuentro carnal.
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