Diagnóstico infortunado

1701 Words
Continuación del Flashback: Pasó todo ese día, preocupada por el rumor del incremento del arriendo, y el mismo no quedó en un simple murmullo como hubiera querido. Apenas iba pasando por el pasillo para comenzar a subir las escaleras que llevaban a su habitación cuando la voz de María, desagradablemente impactó en sus oídos, apretó el manito de Saanvi, cerró los ojos, respiró profundo y se giró para ver a la su arrendadora. —Buenas tarde-noche, señora Maria —la saludó por cortesía pero en realidad no quería hablar con ella, presentía la razón de ese llamado o está predispuesta, que era peor porque pasó todo el día bajo tensión. —Ven un momento —le dijo la mujer sin molestarse en devolverle el saludo y caminó hacia la pequeña oficina. Peyton miró a Saanvi quien solo la observó sin expresión. —Vamos a ver qué desea, mi melcochita, luego subiremos para ducharte y darte algo de comer. La niña asintió en un movimiento de cabeza y se dejó llevar por su madre. Ingresó al lugar, no se molestó en cerrar la puerta pues suponía que era algo rápido. —Peyton a partir del mes próximo voy a incrementar los arriendos, te corresponde pagar un cincuenta por ciento del monto actual —le dijo en tranquilidad—. Eso era lo que quería decirte esta mañana, no me dejaste y bueno. Ya conoces las reglas, si no puedes pagarlo debes informarme una semana antes para poner la habitación a disposición de cualquier otra persona que sí pueda. Así sin más, directa y sin miramientos es la forma en la de comunicar de María. No toma en cuenta ni siquiera que sea una mujer sola con una niña. Tal como se lo dijo el día que llegó allí, para ella eso era un negocio, no una casa de asilo para abandonados, quien no tuviera para pagar al día simplemente debe irse y ahorrarse el mal trago de que ella lo eche sin compasión. Es ruda en su hablar, y hasta mal hablado, pero en hechos no es agresiva. Por lo que entendió Peyton, María es de las que con solo levantar el teléfono y llamar a inmigración para que vayan a llevarse a quien no pague y se niegue a desocupar una de sus habitaciones tiene, lo dice cada vez que puede a modo de advertencia. Peyton no está legal en ese país, venía haciendo trámites para lograr la residencia pero por la carencia de dinero suficiente, los había paralizado, de modo que de inmediato se sintió triste y frustrada porque no tenía para pagar el incremento, así como tampoco un lugar a donde irse. En segundos su mente volvió a la pesadilla de verse a la intemperie sometida a cualquier riesgo. —Gracias por informarme —fue lo que pudo responderle y se dio la vuelta para subir al nivel que venía ocupando. Esa noche no comió ni durmió, no podía porque la ansiedad le estaba produciendo dolores de cabeza intermitentes. Fin del Flashback —¿Es usted la señorita Wilson? —le inquirió una mujer sentada detrás de la recepción del décimo piso donde le indicaron ir. —Sí, soy yo. —Pase, ya el doctor está adentro —adujo la mujer señalando la puerta que estaba detrás de Peyton. Sin decir palabra alguna, se giró sobre sus pies y dudosa avanzó hacia la puerta de madera color marrón, tocó levemente y escuchó a los lejos una voz que le dio autorización para ingresar. Lentamente la empujó y sutilmente ingresó para quedarse en toda la entrada con la manilla de la cerradura alrededor de su mano. —Bue…, buenos días —saludó al hombre rubio, vestido con una bata blanca y una camisa azul cielo debajo de esta, sentado detrás de un escritorio bastante grande y elegante. Detrás de él en lo alto de la pared, reposaban tres cuadros enmarcados en color dorado, pudo ver que era su título y otros dos certificados que no pudo leer porque él llamó su atención. —Buenos días, señorita Wilson, tome asiento —le indicó señalando una de las dos sillas en frente de él. —Gracias —le respondió ella una vez estuvo ubicada en una de ellas—. Disculpe, ¿para qué quería que viniera? Decidí venir a esta hora porque a la hora que me citó debo ir a trabajar. No puedo faltar a mi trabajo, ahora más que nunca no debo perder ningún turno… —continuó diciendo en forma acelerada, lo que llamó la atención del hombre sereno que la observaba con atención mientras mantenía erguida su espalda totalmente pegada al espaldar del sillón. —Guarde la calma, respire profundo —le pidió en voz pausada—. No importa, con suerte aun no me había ido, llegó una emergencia cuando iba a entregar la guardia, no podía evadirla. Ahora entiendo porqué sucedió, estaba destinado a atenderla a esta hora, porque supongo que si no me consigue no hubiera vuelto al hospital ¿o me equivoco? Antes de decidirse a responderle, Peyton lo miró con atención, luego se aclaró la garganta. Para este momento el leve dolor de cabeza que le había dado ya no estaba. —Seguramente, no puedo perder el tiempo ni dinero en cosas innecesarias, este viaje al hospital altera mi itinerario —quiso ser elegante en el uso de las palabras para referirse al caos que era su vida en ese momento. El saberse casi en la calle representaba para Peyton el fin de un sueño que había reconstruido al lograr ese lugar para vivir. Se había replanteado la vida, y con ello la posibilidad de comenzar a ahorrar para comprarle un obsequio de cumpleaños a Saa que en dos meses estaba próxima a cumplir años, aunado a la idea de ver si podía hacerse de algunos objetos de los que carecía, como un teléfono móvil, ni para eso le alcanzaba el dinero. Como decía su madre, “estaba en la inopia”, estaba en total y absoluta miseria. Viviendo de a poco y con la ilusión de lograr algo mejor para tener bien a su hija. Vio que el hombre suspiró y se inclinó sobre el escritorio donde colocó sus codos y llevó ambas manos a su mentón para observarla al detalle. —¿Cuándo fue su último dolor de cabeza, señorita Wilson? —inquirió mirando en sus ojos. Esa interrogante desencajó a Peyton. Enmudeció. —¿Dolor de cabeza? —cuestionó. «¿Cómo sabe este hombre que llevo un dolor de cabeza eterno por tantos problemas que me agobian?» se preguntó mentalmente mirándolo con cierta desconfianza. —Sí, escuchó bien, creo que su condición aun no le afecta la razón —le dijo serio. —¿Cuál condición? —preguntó frunciendo el ceño. No le respondió, no de inmediato, sino que bajó la mirada al escritorio y abrió una carpeta que tenía bajo su cuerpo. —Verá señorita Wilson, en los estudios que se hizo hace dos meses, si bien se encontró que tenía los valores en su nivel óptimo, o lo que se considera aceptable para poder emitir un dictamen acorde a lo que se espera de un paciente sano, estaba bien, usted podría ser admitida en el trabajo al cual estaba optando sin riesgos para la empresa ni para usted misma —comenzó a explicarle el hombre mirándola fijamente después de leer algo en la hojas que aparecieron a la vista al abrir la carpeta. Parecía importante lo que iba a decirle a continuación, por lo que consideró no interrumpirlo—. La cuestión es que el bioanalista que elaboró el dictamen omitió una observación que encontró porque casualmente ese día tanto usted como otra persona se sometieron a los mismos estudios y resultó que ambos arrojaron la misma información… Dado que Peyton veía que el hombre estaba dando muchos rodeos y nada le decía en concreto, lo interrumpió. —Resuma por favor, ¿de qué información habla? ¿que omitió ese señor? —inquirió fastidiada. —Por medio de la sangre el bioanalista pudo encontrar información que indica que usted tiene algún carcinoma afectando su organismo… —¿Carci qué? —inquirió Peyton sin comprender. —Disculpe si le resultó muy directo —adujo e hizo una pausa—. Una tumoración en alguna parte de su cuerpo, y viéndola observo que tiene algo de presión intracraneal, las venas de sus sienes me lo indican, ¿supongo que no siempre ha tenido las venas tan pronunciadas?, parecen reventar. Eso produce dolores de cabeza ¿cuándo fue su último episodio de cefalea? —Yo no tengo nada de eso —respondió por impulso al parecerle una locura todo lo que estaba escuchando—, creo que se equivocaron, yo le sugiero que revisen bien las muestras y se van a dar cuenta que es un error del hombre que hizo eso —adujo totalmente negada, en seguida su mente se bloqueó—. Es una irresponsabilidad de ustedes haberme hecho venir hasta aquí para decirme eso, ¡cómo juegan con la cordura de las personas! —cuestionó histérica en un reclamo ante la negación inmediata a tener algo que pudiera empeorar su situación actual. Pareciendole inconcebible lo que acaba de escuchar, se incorporó de la silla con brusquedad con la intención de darse la vuelta para irse, pero una sensación repentina de vértigo la sorprendió, nubló sus ojos, se mareó de una forma para ella inexplicable, seguido de una punzada de dolor que martilló en su cabeza. Eso la hizo tambalearse al extremo que tuvo que asirse del borde del escritorio para no caer. —Señorita Wilson, ¿se siente bien? —preguntó el hombre rubio y se incorporó de su sillón con rapidez para ayudarla y evitar la caída. Al ver que no le respondía, la tomó en brazos y la llevó hasta una camilla que tenía en la habitación contigua,donde hace las revisiones a sus pacientes. De inmediato tocó el interruptor de llamado a la enfermera, y luego se apoderó de sus instrumentos para revisarla. El dolor de cabeza de ese momento irradió fuertemente en Peyton, contrario a los leves episodios que había ido presentando.
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