—Puedes irte a casa —le dijo Orestes a Migdi luego de que Sara se fuera.
Así sea en su despacho deseaba estar solo, estaba decidido a descansar un rato allí hasta que terminara de definir qué hacer. En el tiempo que estuvo en su despacho recibió un mensaje de Sara con la dirección del restaurante. Se sonrió por la insitencia de la mujer de hacerlo caer, lo que para él no resultaba difícil dado que el sexo era su mayor debilidad.
Se recostó en el mismo sofá donde estuvo con Sara mientras se reponía de la sesión de locuras que entre los dos escenificaron en ese mismo espacio, el olor a sexo era indiscutible, la prueba de lo que se sucedió allí que nada tenía que ver con su trabajo pero que al final le resutló placentero.
Eran las siete de la noche, cuando se incorporó para irse a casa,
