Ese sábado por la mañana, Juan Pablo había quedado en reunirse con su padre en el Club de Remeros de Rosario. Era uno de los lugares tradicionales de la ciudad en el que la familia tenía un yate y embarcaciones que competían en regatas locales e internacionales.
Había proyectado pasar la mañana y posiblemente el mediodía con su progenitor y retirarse a primeras horas de la tarde. Después se reuniría con Camila, quien le había prometido que realizaría una deliciosa cena. Estaba deseoso de volver con ella y pasar un buen momento, juntos.
Se encontró con Maximiliano en el restaurante del club, en donde lo esperaba con un par de tragos. El ambiente era muy agradable y elegante. Ostentaba grandes ventanales cuya vista daba al río y a los muelles, lo que era un paisaje hermoso.
Sin embargo, e
