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¡Te odio tanto, Amor!

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Blurb

Camila Liz Leyrado no soporta a Juan Pablo Morante. Odia profundamente su sonrisa artificial, su entusiasta actitud corporativa y sobre todo sus ideas estereotipadas y superficiales de marketing.

Con su personalidad fascinante se ha ganado a todos a su alrededor, sobre todo al director máximo de la empresa, Heriberto Alcázar. Pero no a ella, quien parece ser la única capaz de ver sus verdaderas intenciones.

Sin embargo, Juan Pablo también destila un atractivo animal al que la misma Camila no es inmune. Tanto es así que un día soñó que la encerraba en su despacho y que le hacía sobre el escritorio cosas tan bochornosas, que de tan sólo recordarlas hacían que se le acelere el corazón.

Ahora Camila espera secretamente el momento de tenerlo a solas para desvestirse y dejar que la posea bíblicamente y a su gusto. Se ha embarcado en algo que debería ser sólo una aventura pero que pronto podría convertirse en algo más.

El problema es que lo quieran o no, hay cosas que pueden entrometerse entre ellos, haciendo que vuelvan a odiarse.

¿Qué sucederá entonces? ¿Aceptará tener un amorío el tiempo que dure? ¿O de alguna forma su relación podría ser algo mucho más trascendente?

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Capítulo 1: Enemigo a la vista
Camila Liz Leyrado se encontraba en el despacho de su jefe, el señor Heriberto Luis Alcázar, esperando a que dé inicio la reunión que tenían todas las semanas. Era la Jefa de Programación de la Radio del Sol, la primera en audiencia de Rosario. Y una parte de su trabajo era reportarle las novedades sobre el rating de la emisora al director de la Comisión General del Grupo Comunicate Latin Inc, la empresa de medios de comunicación más importante de la región. Fue un asunto un tanto sorpresivo, porque rutinariamente dicha tertulia se llevaba a cabo los días miércoles. Pero ese lunes al ingresar a trabajar, Mariana, su asistente le comunicó con cierto nerviosismo que Alcázar la había adelantado para la siguiente hora. Y si bien era posible que eso sucediera, por el momento lidiaba con cierta ansiedad al no saber la razón de semejante cambio. Todos los medios de la compañía, la radio, la televisión abierta y el sistema de televisión por cable, lideraban el rating en la ciudad y en gran parte de la provincia. Desde que se hiciera cargo de la programación cuatro años atrás, había trabajado para mantener ese liderazgo exitosamente. Amaba la radio desde que era adolescente y por lo tanto disfrutaba mucho de su trabajo. Pero dado que era un medio que muchos consideraban que estaba muriendo, en ocasiones podía ser bastante difícil. Sobre todo si tenía que tratar con alguien exigente como Alcázar. El objetivo de mejorar el rating de los shows centrales aún no se había logrado, y posiblemente se acercaba el momento de terminar el contrato de aquellos que empeoraron en los últimos días. Así que estaba consciente de los desafíos que enfrentaban en ese momento. Pero no se dejaría amedrentar. Trabajaría tan proactivamente como siempre para sortear las dificultades. La puerta de la oficina se abrió y el jefe ingresó. Era un hombre de sesenta y tres años, de buena constitución física. Desde hacía bastante tiempo había superado su calvicie rasurándose la cabeza. Para compensarlo usaba una barba candado bastante elegante con la que parecía sentirse a gusto. El individuo traspasó la puerta y la saludó cálidamente estrechándole la mano. — ¡Camila!— dijo— ¿Cómo estás? — Muy bien, Heriberto. ¿Y usted?— dijo ella. Lo llamaba por su nombre de pila, pero mantenía a la vez la distancia al usar el usted. Era una manera semi formal con la que el mismo individuo prefería que lo llamaran. Lo hacía sentirse como alguien un poco más accesible, sin perder con ello la debida autoridad. — ¡Genial!— repuso el jefe— ¡Siempre listo para alcanzar la cima! — ¡Ya me conoce! ¡Cuenta conmigo para la batalla!– afirmó ella con una sonrisa. — ¡Excelente, Camila!— repuso el hombre— Toma asiento, por favor. La jefa de programación depositó unos papeles sobre la mesa y se sentó en uno de los asientos disponibles. Su jefe hizo lo mismo en la silla principal, lo que pensó que era la pauta para comenzar a hablar. — Heriberto, — dijo— he visto los nuevos índices. Y tengo un plan para contraatacar en los puntos más bajos de audiencia. — Los he visto, Camila. Tengo muy presente cuáles programas están en la cuerda floja. Pero hoy no vamos a hablar de eso. La mujer se quedó de una pieza. ¿Qué quería decir? ¿Desde cuándo no iban a hablar de los índices de audiencia? El desconcierto se dibujó en su cara, algo que el señor Heriberto Alcázar detectó de inmediato. — Lo único que voy a adelantarte es que vamos a realizar profundas modificaciones en toda la programación. Si queremos que la radio sobreviva, tenemos que adaptarnos a los tiempos que corren. Y necesito que te pongas en sintonía con lo que debemos hacer. En unos minutos se sumará a nosotros un especialista en marketing, que será fundamental para estos cambios. — De acuerdo. — repuso Camila quien sonrió con calma. Aunque en realidad era una tranquilidad aparente, porque el anuncio subrepticio ya sonaba preocupante. No obstante, no podía darse el lujo de ponerse nerviosa. Por el momento tenía que escuchar y adaptarse a las nuevas circunstancias. Alcázar miró su reloj un tanto impaciente, la persona que esperaba se estaba haciendo rogar. Así que decidió adelantarle algunos asuntos. — Lo más importante que tienes que saber es que la empresa está a punto de crear una nueva sociedad de proyección internacional. Todo el conjunto de medios tendrá un alcance mayor si logramos cerrar el trato. Y para eso, cada una de las partes de la compañía tiene que cubrir ciertos estándares. En el caso de la radio, el objetivo es ampliar el target de la audiencia. — ¿Ampliar el target de audiencia? — repitió Camila sin comprender demasiado. Después hizo una pausa esperando que le diera un poco más de información. Pero cuando transcurrieron un par de segundos sin una respuesta satisfactoria agregó — ¿Cuál sería el problema con nuestro target actual? — De acuerdo a la expectativa de especialistas en marketing, este se puede ampliar. — Ok, — repuso ella, tratando de tener una mente abierta hasta saber más. Justo en ese instante alguien golpeó la puerta y Heriberto Alcázar le dijo que pasara. Entonces un hombre joven más o menos de su misma edad ingresó en la oficina. Vestía un traje azul marino que creaba un bonito contraste con sus ojos cafés, una camisa celeste y una corbata negra. El atuendo formal evidentemente había sido elegido específicamente para impresionar. Su portador además se movía en él muy a gusto, proyectando confianza y seguridad. Cuando ingresó sonrió de inmediato y exclamó vivazmente: — ¡Heriberto! — Dijo— ¡Qué bueno verte! Entonces el aludido se puso de pie y se aproximó a él para estrecharle cálidamente la mano. — ¡Juan Pablo, bienvenido!— lo saludo. — ¿Cómo estás? — ¡Genial!— repuso el interpelado con una gran sonrisa— A pesar de la derrota de Central de ayer, sobreviviré. Necesito ponerme ya a trabajar para superar el dolor. — Lo imagino, — le respondió Heriberto, — pero les ganamos en buena ley. El conteo final fue dos a tres. ¡Te lo dije, nuestro goleador es el mejor! — ¡No es cierto!— protestó el recién llegado— El problema es que nuestro portero estaba medio dormido. A Camila se le escapó un gesto de fastidio, pero ninguno de los dos individuos que estaban ensimismados en su charla lo notó. Se dio cuenta de que estaba presenciando el ritual estándar de los varones rosarinos, que era hablar sobre fútbol y pavonearse ante la victoria de su cuadro favorito. Sabía que Alcázar era fanático de Newell’s Old Boys, uno de los equipos tradicionales de la ciudad. En cambio el otro individuo era evidentemente un entusiasta de Rosario Central que era la formación adversaria. Al escuchar las noticias en la madrugada había oído algo sobre el partido que se disputó el día anterior. Fue un encuentro clásico, que es como se suele llamar al enfrentamiento entre estos equipos. Entonces no había prestado atención sobre el resultado. Pero al escuchar la conversación era obvio que Newell’s anotó tres goles en contra de los dos que consiguió marcar Central. — ¡Excusas!— farfulló Alcázar— Si no cambian de director técnico van a descender a la segunda división. — ¡Ni lo digas, hombre!— dijo el interpelado— ¡De pensarlo me dan ganas de llorar!— repuso amenazando falsamente con romper en llanto. — ¡Te pasaré un pañuelo, si quieres!— repuso el jefe con cierta malicia. El segundo gesto de fastidio apareció en el rostro de Camila. Hubiera participado de no ser porque era totalmente indiferente hacia el fútbol. Por eso tomó la iniciativa y redireccionó la conversación hacia su verdadero objetivo. — Parece ser algo digno de tratarse en terapia— dijo— Si quieres te paso el número de un psicólogo, tal vez te ayude a recuperarte. Entonces ambos sujetos notaron la presencia de la mujer y comprendieron que era el momento de enfocarse en el trabajo. Alcázar los presentó. — Ella es Camila Liz Leyrado, nuestra flamante jefa de programación. — Dijo— Y él es Juan Pablo Morante, especialista en marketing tradicional y digital, ¿estoy en lo correcto? — Si, Heriberto. — contestó el otro. — Quería que se conocieran hoy, ya que los cambios que realizaremos implicarán que trabajen en equipo. Camila Liz lo miró y le resultó familiar. Pero no pudo recordar dónde lo había visto. Lo mismo le sucedió a Juan Pablo, cuando ambos estrecharon sus manos cortésmente. Fue él el primero en hablar: — ¿Te alegra que ganara Newell’s?— le preguntó. — En lo absoluto, el fútbol me tiene sin cuidado. — contestó ella. Tomaron asiento y comenzaron a hablar de lleno sobre el trabajo. — Cómo verás Juan Pablo, — comentó Alcázar— nuestra Camila tiene una visión fuera de lo común. Desde que está a cargo de la programación ha hecho un estupendo trabajo, peleando la primera posición con la competencia. Es alguien fundamental para esta renovación. — ¡Gracias, Heriberto!— Repuso Camila— Sabe que me gusta embarcarme en la lucha y que cuenta conmigo para lo que sea necesario. — ¡Me alegra saberlo!— comentó el aludido— Por eso sé que trabajarás muy bien con nuestra nueva adición al equipo. — anunció. — Juan Pablo ha estudiado en las escuelas más prestigiosas de marketing y negocios de Europa. Recientemente ha completado un máster en Harvard. Escuelas de Europa y máster en Harvard. Al escuchar estas palabras no le resultó difícil comprender que estaba tratando con alguien de elite, de una clase privilegiada, que había tenido servidas en bandeja muchas cosas por las que ella tuvo que luchar y mucho. Eso explicaría también por qué llevaba el apellido de uno de los integrantes de la comisión directiva. — ¡Vaya!— dijo— ¡Qué currículo impresionante tienes! — agregó después. — He sido afortunado. — Repuso Juan Pablo— Tuve la suerte de capacitarme en los mejores sitios y ahora tengo la oportunidad de aplicarlo en un medio tan interesante cómo la radio. — Heriberto, — repuso Camila. — recién me dijo algo sobre el target de la audiencia. Me gustaría saber un poco más al respecto. Entonces, fue Juan Pablo quien intervino. —Hemos estudiado el rango poblacional que constituye el público de la radio y consideramos que podemos ampliarlo. — comenzó diciendo. Después continuó— Corrígeme si me equivoco, actualmente los sigue una brecha que va desde los treinta y cinco a los sesenta años. — Si, así es. — afirmó ella. — Pues, bien. Nuestro objetivo es ampliarlo desde los veinticinco en adelante. Camila parpadeó por momentos. Después hizo una mueca pensativa. — ¡A-ha!— dijo. Preguntó a continuación— ¿Piensan que podemos ganar la atención de personas más jóvenes? — Si, exactamente. La mujer se llevó una mano a la frente pensativa. Ya era bastante complicado preservar el interés de la audiencia en general. Para variar ahora le venían con la táctica predecible de buscar un público joven. — ¡Caramba!— dijo— Sinceramente estoy abierta a propuestas, Heriberto. Ya sabe que es un medio complejo y que la franja de veinteañeros son más propensos a seguir r************* , que a escuchar información periodística especializada. ¿Tienen alguna idea de cómo proceder? — Descuida, tengo un plan. — le contestó Juan Pablo. — Camila, — comentó el señor Alcázar. — Este joven ha logrado cosas impresionantes en diversos ámbitos. Estoy seguro de que le dará una impronta innovadora a la radio. De aquí en más deberán trabajar juntos de igual a igual. — Bien, ¿cómo funcionará eso? — quiso saber la aludida. — Significa que ambos establecerán las modificaciones que sea necesario ejecutar. Estoy seguro de que Juan Pablo ha trazado un plan brillante. Lo único que deben hacer es trabajar juntos para aplicarlo. Por supuesto, tú debes darle el visto bueno para proceder. La jefa de programación parpadeó perpleja. Nunca antes le habían dado directivas más imprecisas. Debería haber protestado, pero se dio cuenta de que por el momento no serviría de nada. Sólo atinó a sonreír timoratamente. — ¡Genial! ¡Manos a la obra, entonces!— afirmó ella. Después se volvió hacia el recién llegado— ¡Bienvenido a bordo!— repuso y le estrechó nuevamente la mano. — ¡Presiento que aquí habrá una química poderosa!— dijo el señor Alcázar. — Camila, te voy a encomendar que le presentes el lugar y que le muestres la oficina, la que está frente a la tuya que es dónde trabajará. Volveremos a reunirnos en una semana para evaluar el avance de la nueva reestructuración. Salieron del despacho y se encaminaron por el corredor en dirección a la zona de la radio. En el mismo edificio funcionaba el canal tres de televisión abierta. Mientras caminaban y esgrimían sonrisas un tanto robóticas se observaron mutuamente. Juan Pablo estudió a Camila. A primera vista le pareció que era bonita y que tenía un lindo cuerpo. Su rostro era armónico, el tono de su piel era cetrino y sus ojos grises se fundían con tonalidades azuladas. Su cabello castaño oscuro en ese momento estaba ceñido en un rodete y dos mechones caían sobre su rostro con gracia. No había dudas de que era atractiva, pero había algo en su forma de hablar y en su vestimenta formal que le decían que no era una mujer para él. Camila por su parte analizó solapadamente a Juan Pablo. A primera vista era un ejemplar masculino muy deseable. Sus facciones eran agraciadas y esgrimía todo el tiempo una sonrisa de la cual asomaban dientes blancos y perfectos. Usaba una cabellera corta y ordenada y su contextura corporal era atlética, propia de alguien que prefería un entrenamiento aeróbico. Algunas empleadas se dieron vuelta cuando pasó a su lado y él las saludó con un gesto confiado, algo que las hizo sonreír tontamente. Era lo único que le faltaba, ¡ahora tendría que soportar a un don Juan! El recorrido que le dio al recién llegado incluyó mostrarle dónde estaban las salas de transmisión de AM y FM, y el pasillo que conducía a la zona en que funcionaba el canal de televisión. El tour finalizó cuando llegaron a las oficinas desde las cuáles trabajarían. Al llegar a su despacho en un escritorio externo encontraron a Mariana, su asistente. Allí hizo las presentaciones pertinentes. Notó como la muchacha lo miraba embobada, y le sonreía como una tonta mientras le hablaba. — Él es Juan Pablo, el nuevo responsable de marketing y va a trabajar con nosotros— le explicó— Se instalará en la oficina del frente. Por favor, ve hasta la intendencia y pídeles la llave. — ¡Mucho gusto, Juan Pablo! Yo soy Mariana— dijo mientras sonreía— ¡Bienvenido!— agregó después. — ¡Gracias, Mariana!— respondió él. — Mi trabajo es asistir a Camila, pero igualmente si necesitas algo sólo tienes que pedírmelo. Puedo traerte de tomar lo que quieras. El nuevo, una vez más sonreía, evidentemente a sabiendas de la impresión que podía causar en las mujeres. — ¡Gracias, Mariana!— dijo Camila— Ve a buscar las llaves, por favor. — le recordó, sin obtener respuesta. Pasó sus manos frente a sus ojos para llamar su atención. Así logró que reaccionara. — ¡Si, claro!—contestó avergonzada— ¡Enseguida vengo! Se quedaron unos minutos solos frente a la puerta aún cerrada de lo que sería su despacho. Entonces Juan Pablo se animó a preguntarle. — ¿Sabes? — Dijo— Desde que nos presentaron he tenido la impresión de que te conozco, sólo que no tengo idea de dónde. Ella tenía la misma sensación, pero no le interesaba ahondar en dicho misterio. — La verdad es que no lo sé— comentó— no tengo idea de a qué te refieres. Llegó Mariana y les entregó las llaves. Después volvió a su escritorio. Ellos ingresaron al despacho. Era un lugar bastante amplio y bonito. La ventana que tenía no era demasiado grande, pero al menos daba con el jardín frontal del predio. — Bien, servirá— pensó en voz alta mientras se hacía una idea de en dónde pondría sus cosas. Entonces giró sobre sus pies viendo el perímetro del lugar. Justo en ese instante observó a Camila frente a la ventana haciendo un gesto con el que se acomodó los mechones sobre su cara. Eso le refrescó la memoria. — ¡Ahora te recuerdo!— afirmó— ¿Dónde estudiaste? — Cursé la carrera de comunicaciones en la Universidad Nacional de Rosario. — No, no me refería a eso. Lo que quería saber es en dónde hiciste la preparatoria. — En el instituto Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción. — ¡Lo sabía! ¡Yo también!— exclamó, feliz de haber desentrañado la extraña incógnita que pesaba en su cabeza desde que la había visto. — ¿En qué año te graduaste? — En el 2007. — ¡Yo también!— repitió. — No recuerdo que estuvieras en mi clase. — Estábamos en diferentes divisiones. Sin embargo, te recuerdo muy bien de las clases de educación física y de los talleres de informática. Entonces, todo eso llegó a su memoria. Se trataba de ese chico ultra guapo, en su opinión bastante pedante, que tenía obnubiladas a todas las muchachas. Menos a ella, que siempre dedicada a sus estudios, prefería no prestarles demasiada atención a los galanes. Le sonrió extrañada. — ¡Ah, sí!— dijo— También te recuerdo, ¡eres el chico de la otra división! Entonces habías formado una banda de rock. ¡Todos decían que te ibas a convertir en una estrella! — Si, ¡qué tiempos aquellos!— comentó él con un aire de añoranza. — Resulta que no era lo mío, y ¡aquí me ves! Camila no tenía ninguna intención de rememorar esas épocas. Tuvo la suerte de estudiar en un instituto de elite gracias a una beca. Fue un tiempo en el que debió esforzarse por mantener el mejor promedio con el fin de conservar este beneficio. Pero no tenía recuerdos especialmente gratos o alegres de esa etapa de su vida. Allí debió convivir con una legión de privilegiados que malgastaban su tiempo haciendo tonterías, mientras que ella debía trabajar duro para aprovechar las oportunidades que le habían dado. Estaba segura de que en ese momento tenía uno de estos individuos frente a ella. A esto había que sumarle las renovaciones que debían hacer juntos bajo el plan bastante incongruente de ampliar el target de audiencia. Ya podía adivinar los dolores de cabeza que tendría en el futuro. Decidió que no se inquietaría por estas cuestiones por el momento. Prefería ocuparse de un problema a la vez. — Bien, — dijo con intenciones de emprender el vuelo hacia asuntos que tenía pendientes. — ya tienes tu lugar, eres libre de instalarte cómo quieras. — concluyó mientras le entregaba las llaves. Después se encaminó hacia la puerta. —Camila, — la llamó él antes de que se fuera— me alegra mucho haberte encontrado. Estoy seguro de que revolucionaremos este lugar. Ella le sonrió cordialmente. — Bien, ¡que así sea, entonces!— agregó antes de retirarse. Cuando volvió a su escritorio Mariana fue tras ella y cerró la puerta del despacho. — ¿Quién es ese papucho con P ultra mayúscula? — le preguntó emocionada. — Ya te lo dije, se llama Juan Pablo. — Si, si ya sé. Pero eso es lo de menos. ¡Por Dios! ¿De dónde salió una cosita tan linda y tan sexi? — Alcázar lo contrató. Es un especialista en marketing, debo trabajar con él coordinando los cambios en la programación. — ¡No puedo creer lo guapo que es!— seguía diciendo su asistente emocionada— Camila, ¡creo que me enamoré! Ese será el padre de mis bebés. — ¡Mariana, por favor! — Dijo fastidiada— La semana pasada dijiste lo mismo del nuevo del sector de informática. — Sí, ya sé. Pero eso no pudo ser, porque estaba casado. — Comentó su asistente. — ¡Un minuto! Este, ¿está casado también? — ¡Qué sé yo! — ¡No importa! ¡Pienso hacerlo mío! — Escúchame, enamoradiza. ¿Actualizaste las noticias del blog? — En eso estaba, — aseguró la muchacha– mientras tanto puedes ponerme al tanto de todo lo que sepas sobre este hombre tan hermoso. — Salvo por el hecho de que estudiamos en la misma escuela, se tanto de él como tú. — ¡Mujer!— exclamó Mariana— ¿cómo puedes ser tan fría? ¿Acaso no has notado lo atractivo que es? — Sí, tengo ojos. — Respondió— Pero a diferencia de ti, no me impresiona una cara bonita. De hecho lo han puesto aquí para imponer cosas, y eso solo augura futuros dolores de cabeza…

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