La mañana del sábado se manifestó sombría. El cielo estaba profundamente nublado y al parecer, el fin de semana sería lluvioso y de espíritu melancólico. Era un ciclo frecuente que experimentaba el clima durante el verano. Primero se debía soportar un calor creciente y agobiante. Después eran bendecidos por un aguacero, que ofrecía un poco de alivio y solaz. Camila decidió que era la ocasión ideal para preparar una cena que disfrutaría con Juan Pablo. Conseguiría todo en una feria de productores locales, en dónde podría conseguir ingredientes orgánicos y frescos, como los que había consumido en su niñez. Era un lugar al aire libre, pero cada puesto contaba con toldos de lona o de madera que les permitía seguir trabajando con bastante independencia, en el caso de que lloviera moderadament