Un encuentro desagradable

1606 Words
"La mayoría de las cosas decepcionan hasta que miras más profundo." Graham Greene Emily tocó el timbre de la lujosa mansión. La puerta se abrió, la empleada de servicio la recibió. —Buenos días ¿En qué puedo ayudarla? —Hola, soy Emily. —Ah, eres la nueva babysitter. —afirmó y la miró de pie a cabeza.— Te ves muy joven, que edad tienes. —Veinte años —mintió en su respuesta pero no podía perder aquella oportunidad de trabajar y menos en un lugar tan lujoso como aquel. —Pasa adelante, acompáñame a la cocina —Emily caminó detrás de ella. La mujer de unos cuarenta años, delgada y de carácter rígido se acercó a la pequeña que se encontraba sentada tomando su cereal de desayuno. —No quiero más, no me gusta el cereal. —hizo a un lado el plato. Cruzó sus brazos y bajo el rostro. —Alice no seas malcriada. —Le levantó el rostro, la señorita Emily vino a cuidarte. La niña levantó lentamente la mirada, Emily le sonrió pero ella le respondió mostrándole la lengua. —Humm! La empleada trató de sujetarla con fuerza del brazo para que se comportara bien delante de la joven. —¡Ay! Déjame —jaló su brazito. —Hola Alice, ¿cómo estás? —le dijo cariñosamente mientras se acercaba a la pequeña. En otras ocasiones, Alice respondía de manera agresiva, pero la mirada noble y el gesto amable de la nueva babysitter parecía agradable. —¿Cómo te llamas? —le preguntó curiosa. —Emily, me llamo Emily. —Tienes un bonito nombre y eres bonita. —¡Ay gracias! Tú también eres una niña preciosa. —la pequeña sonrió con malicia. —Pero no necesito que me cuides, yo soy una niña grande y hoy estoy cumpliendo cinco años. —De verás. Que bien, entonces comeremos pastel. —No —volvió a cruzarse de brazos. Al señor ogro no le gusta celebrar mi cumpleaños. Ante las palabras de la pequeña, Emily se sintió incómoda. Miró a la empleada y la mujer alzó los hombros, se dio la media vuelta y se ocupó en la cocina. —Si quieres podemos celebrarlo juntas en tu habitación. Imagino debes tener muchos juguetes. —Sí, eso sí. Tengo muchas muñecas, el Sr ogro me regala una todos mis cumpleaños. —¿Quieres que vayamos a verlas? —la pequeña sonrió emocionada. Tomó a la niña en sus brazos, Alice nunca había recibido tanto afecto, excepto el de su abuela. Subieron hasta la habitación de la pequeña, Emily se sorprendió al ver lo hermosamente decorado que estaba aquel lugar. Agatha se había encargado de mantenerla tal cual, Kim la había decorado, era una manera de que madre e hija estuviesen unidas. Los ojos de Emily recorrieron el enorme espacio. Pensó en que su cuarto era tal vez, la cuarta parte del tamaño de la habitación de la niña. —Wow! Es hermoso tu cuarto. —¡Ujum! —respondió parcamente— Mi mamá lo decoró antes de yo nacer —suspiró profundamente— pero ella murió cuando yo nací por eso mi papá no me quiere. —¿A ver por qué dices eso? Es tu papá, los padres siempre quieren a sus hijos —dijo, aún sabiendo que su madre nunca la quiso y su padre luego del divorcio se olvidó de ella. —Lo escuché diciéndole a mi abuela. —imita la voz gruesa de su padre— No la quiero, por su culpa Kim está muerta. —alza sus hombros y muestra sus manitas. —Tal vez entendiste mal mi amor. Pero bueno, ya no hablemos de eso. Mejor muéstrame tus muñecas y dime como se llaman. —la niña se levanta y abre el estante donde están apiladas las cajas con todas las muñecas.— ¿Por qué las tienes guardadas? —No me gustan, me dan miedo. —No pueden darte miedo, si son hermosas —dice tomando una de las cajas— ¿Puedo sacarla? —Alice asiente. Emily abre la caja de la hermosa muñeca, rubia de rizos, muy parecida a ella. —Ella se llama Azul porque su vestido es azul. —Vaya, pero tú además de bella, eres inteligente. —No, no soy inteligente, Doña Cruela me dice niña tonta —Emily no puede evitar reírse, realmente la empleada era parecida a la caricatura.— ¿Te ries de mí? —No, no me amor, para nada. Me río de Cruela es exactamente igual —la niña se cubre la boca y ríe junto a la babysitter. —Ella es mala conmigo, la verdad es que la única que me quiere es mi abuela, pero ella está enferma y no puede cuidarme. —Yo también te quiero, eres una niña hermosa y muy inteligente. Como sabía que venía a verte, te traje algo —revisa el bolsillo de su pantalón y saca una chupeta. —¿Es para mí? —pregunta con los ojos brillantes, iluminados. —Sí, estás de cumpleaños y es un pequeño detalle para ti. Mientras Emily comparte un momento hermoso con la pequeña, jugando a las muñecas, desordenando un poco el orden extremo que hay en aquella habitación, el tiempo transcurre. Llega la hora de mediodía, Harris Geller generalmente suele almorzar en su casa em compañía de la pequeña. Pero ese día, esa fecha para él es precisamente la que menos desea compartir con ella. Baja del auto, entra a la mansión. Josefine lo recibe con la mesa ya servida. —Buenas tardes Sr Geller, ya el almuerzo está servido. Puede pasar al comedor. —Gracias Josefine. ¿Dónde está la niña y la nueva empleada? —Están en la habitación de la niña, desde que llegó no han salido de allí. Creo que finalmente consiguió a alguien perfecto para el cargo. Nadie soportaría cuidar de ella. Harris voltea a verla con repulsión. —Tengo que recordarle que se está refiriendo a mi hija. —Disculpe señor, pensé que... —En un tono grave y hostil le responde: —Usted no tiene derecho, ni nadie a hablar de Alice de esa manera. Si pensó que tenía algún derecho por la forma en que yo, su padre, me dirijo o refiero a ella, déjeme decirle que está equivocada y como vuelva a expresarse de ella de esa manera, la despido. —La mujer traga en seco. —Con su permiso, voy a buscar a la niña para que almuerce con usted. —No, déjela. Que almuerzo cuando desee. Prefiero comer solo. —Muy buen señor. Permiso —la empleada se retira y va hasta la cocina. Apreta los puños con rabia, Harris nunca le había hablado de esa manera. Aprovechando que su jefe no está, Angie llama a Emily para saber como le estaban yendo, las opiniones que tenían las antiguas babysitter sobre la pequeña, la hacían ver como un pequeño demonio de Tazmania. —Hello! ¿Cómo vas? —Estupendamente bien. —¿Qué tal el Jefe? Ya te interrogó. —No, no ha subido a ver a la niña. —Ni lo hará. Él siempre se ha mantenido lejos de la pequeña. —¿Eso por qué? ¿Es verdad que su madre murió cuando nació? —Sí, exactamente hoy se cumplen cinco años. En esos momentos, se pone insoportable que ni él mismo se soporta. —Tanto así. Es muy triste oir a la niña decir eso. —Sí, pero el Sr Harris es un hombre frío, déspota y muy solitario. —La pequeña no tiene la culpa de su amargura. Está de cumpleaños y parece que estuviese en un velorio. Te dejo porque la nena me está llamando. Emily va hasta el baño, ayuda a la pequeña a lavarse las manos. La niña le lanza agua a la cara. Emily le responde mojándola, ríen y se divierten como un par de niñas. De pronto, ambas quedan paralizadas al escuchar la voz grave y sonora de Harris. —¿Que rayos está pasando aquí? Emily se incorpora, la niña se oculta detrás de ella. —Buenas tardes señor, disculpe solo jugábamos. —¿Jugar, dice? Es usted una babysitter o una payasa. —Emily lo mira sorprendida, siente un nudo en la garganta. —No, señor. Soy una Babysitter. —Entonces compórtese como una adulta y cuide de la niña. —Emily asiente. —Nuevamente disculpe. ¿Puedo preguntarle si me permite prepararle un pastel a la niña? Es su cumpleaños. —Haga lo que le venga en gana. Y sé que es su aniversario, así como es el anuario de la muerte de mi esposa. Harris se da media vuelta y sale de la habitación, la pequeña Alice abraza las piernas de Emily. Ella la levanta entre sus brazos y la cubre entre su pecho. —No te preocupes, Alice. Tú papá solo está molesto. —Él me odia. —tiembla como si tuviese frío. —No, no te odia. Viste que dijo que te hiciera el pastel. —la pequeña asiente.— Vamos a esperar que se vaya y tú y yo prepararemos un rico pastel de fresas. —No me gusta la fresa, me gusta el chocolate. —se saborea con la lengua— Hummm! —Bien, lo haremos de chocolate. —Emily le seca el rostro a la niña, ella le limpia la espuma que parece un bigote a la joven. Regresan a la habitación, Emily se asoma por la ventana para esperar que Harris se vaya. Desde allí lo ve subir al lujoso auto. Aquel hombre era apuesto y elegante, pero realmente era insoportable.
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