Adiós al pasado

1748 Words
"El pasado es un prólogo." William Shakespeare —Emily, buena para nada. Ven ahora mismo —grita su madre desde la cocina. La chica corre hacia donde está su madre. Se acerca a ella y la mira algo nerviosa. Sólo siente la bofetada cruzarle el rostro. —Eres una inútil, te dije que le echarás sal a la sopa y le echaste azúcar. —No, mamá. Yo te juro que le puse sal. —llora desconsolada. Selena nunca le había golpeado hasta ese entonces, sus maltratos eran mayormente de tipo verbal. —Perdóname mamá, perdóname. —le ruega la chica. —Perdón, es lo único que sabes decir. Me la paso toda la noche de guardia en un maldito hospital para que tengas un plato de comida que llevarte a la boca y lo echas a perder. Te vas a comer todo esto —tira de sus cabellos con fuerza. —No mamá, por favor. —Selena la obliga a sentarse y comerse olla de sopa. Durante toda la noche, la chica de doce años, la pasó yendo y viniendo de la cama al lavabo y del lavabo a la cama. Nunca olvida ese momento de quiebre, todo lo que vino después se convirtió en su martirio. Cuando Andrés, su padre, se separó de su madre Selena, esta quedó desvastada, se sumió en una profunda depresión y fue Emily quien a sus nueve años le brindó ánimo y apoyo. Pero cuando Selena se recuperó, un año después, conoció a Peter y olvidó su rol de madre. Solo le importaba estar con su marido y disfrutar con él. Sin embargo, Emily trataba siempre de apoyarla y de ver que ella se sintiese orgullosa de su hija. Cuatro años después, una noche, mientras Selena cubría su guardia en el hospital, Peter llegó a la casa un poco ebrio, había estado celebrando su cumpleaño con unos amigos del barrio. Al escucharlo llegar, Emily se acostó y fingió estar dormida. El hombre se echó en el sofá para seguir bebiendo, a los pocos minutos comenzó a llamar a la chica, en principio ella quiso hacerse la desentendida, pero pronto recordó que si su madre se enteraba de su desobediencia, la golpearía y castigaría. Se levantó y fue hasta donde estaba su padrastro. —Dígame señor. —Tráeme una cerveza de la nevera. —ella volteó y fue hasta el refrigerador, mientras con mirada lasciva el hombre la observaba de forma perversa. —Tenga. —le entregó la botella de cerveza. —No piensas felicitar a tu papito. —Usted no es mi padre. —respondió enojada. —Mocosa, insolente —se levantó intespectivamente y la tomó de ambos brazos, estremeciéndola con fuerza— No soy tu papá, soy tu papacito y así no quieras me darás mi regalito. La empuja en el mueble se abalanza sobre ella, Emily trata de zafarse pero no lo logra, el hombre abre sus piernas con fuerza. Emily lo aruña en los brazos y el cuello. En ese preciso momento, se abre la puerta. Selena se queda impávida ante aquella escena. Peter se levanta y nervioso comienza a insultar a Emily. —Eres una cualquiera —mira a su mujer y le dice— Estaba intentando seducirme. Cree que porque estoy tomado va a lograr que te traicione. Selena deja el pastel sobre la mesa. Toma a su hija del brazo y la echa a la calle. —Vete de mi casa, eres una perra. Ya veía yo que te gustaba mi marido, pero eso no lo voy a permitir. —la saca a empujones de la casa. Emily va a casa de su abuela esa noche. Elena la recibe en su casa. —Abuela, ese hombre intentó abusar de mí. —Es un desgraciado y Selena está ciega que no ve lo basura que es. Te quedarás conmigo hija. No dejaré que te ocurra nada. En tanto Selena, odiaba a su hija luego de aquel incidente, si antes la consideraba un estorbo, ahora la veía como a su rival. Por lo que al saber que su madre se quedaría con ella, no pudo ocultar su alegría. —Al fin me libré de la vagabunda esa —sonrió con malicia. —Sí, que bien —respondió Peter, no muy contento con la noticia. Emily siempre tuvo preferencia por parte de su abuela, incluso un mes antes de su muerte, le obsequió el anillo de oro que tenía guardado de su matrimonio con Emilio. —Ten hija, nadie más que tú, lo merece, me has cuidado en estos dos años y es lo único que tengo para agradecerte. —No tienes nada que agradecerme abuela. Yo también tengo que agradecerte que me hayas recibido en tu casa. —Como no iba a hacerlo mi niña. Acepta este regalo de esta vieja que no se há sentido nada bien estos días. No quiero que quedes desamparada si algo me pasa, sé que tu madre y tus tíos se querrán quedar con esta casa. Lo único que tengo para darte es esto. Emily acepta el anillo de regalo de su abuela, aunque las palabras de Elena, la llenan de angustia y tristeza. —Vas a recuperarte pronto, abuela. Yo voy a orar para que estés bien. —Cuídate mi niña. Sabes que el nombre que llevas es por tu abuelo, él era como tú noble de corazón pero valiente. Quizás pronto lo vuelva a ver. —No digas esas cosas abuela —las lágrimas se deslizan por su rostro. Un mes después su abuela Elena murió. Emily al ser aún menor de edad, tuvo que regresar bajo la tutela de su madre. Regresar a aquel lugar, era no solo revivir aquel terrible momento de su adolescencia, sino tener que evitar malos entendidos con su madre. Si antes cuando apenas era una niña, su madre la vio como una rival, ahora que ya era casi una mujer, el acecho de su madre y su padrastro serían aún peor. Casi todo el día estaba en casa de su amiga Rachel, regresaba en la noche loa más tarde posible para no encontrarse con él. A veces la excusa de la pijamada con su amiga incondicional era una puerta de escape para ella. Una tarde mientras paseaban por la plaza, vieron a un guapo y atlético chico acercarse, Emily estaba nerviosa, no podía creer que Ricardo su amigo del colegio hubiese regresado diez años después, convertido en todo un galán. —Hola, Emily. ¿Cómo estás? —se inclinó para besar su mejilla y por primera vez, ella sintió que dentro de su cuerpo algo la hizo estremecer. —Ho-hola Ricardo. ¿Cuan-cuando llegaste? —tartamudeó. —Hace una semana, pero no había salido al barrio, ya sabes como está todo y mis padres no me dejan salir sin darme un sermón de una hora. —Hola —levantó Rachel la mano para saludarlo y que su amiga y el chico guapo la tomaran en cuenta. —Hola —respondió Ricardo, no la recordaba claramente. Rachel había cambiado mucho. Las dos chicas reían sin motivos, con picardía. Ricardo siempre estuvo enamorado de Emily desde el colegio, ahora que la volvía a encontrar, el amor resurgía entre ellos. Siempre que se veían por casualidad en algún lugar, ambos se volvían un manojo de nervios y ninguno se atrevía a decir lo que sentía el uno por el otro. Pero el día del cumpleaños de Emily ella se reunió con su amiga Rachel y esa noche en el parque Ricardo le confesó lo que sentía. —Emily siempre he estado enamorado de ti. No sé si tú... —Sí, Ricardo. También estoy enamorada de ti. —apenas un beso logran darse, ya que ella tuvo que regresar a preparar la cena para su madre. Luego volvería hasta la plaza para encontrarse con él. Estaba tan feliz que nada de lo que su madre o Peter le dijeran le quitarían esa felicidad. Estaba feliz, no solo era mayor de edad sino que Ricardo, su amigo de la infancia, le había declarado su amor. Todo parecía comenzar a estar bien, eso creyó ella. Hasta que entró a su casa y encontró a su padrastro allí. —¿Dónde está mi mamá? —preguntó algo preocupada al no verla. —Salió antes, tuvo una emergencia. Y yo también tengo una y es la de estrenarte mamacita. —Peter se abalanzó nuevamente sobre ella y quiso obligarla a estar con él, pero ella, ya no era la misma chica indefensa de hacia cuatro años atrás. Emily estaba dispuesta a todo, el coraje de su abuelo y las palabras de Elena estaban grabadas en su mente y su ADN. Mientras Peter intentaba desnudarla, ella tomó el jarrón de vidrio que estaba en la mesa de centro y sin dudarlo se lo estrelló en la cabeza, el hombre cayó inconsciente. Emily se lo quitó de encima y corrió hasta su cuarto, tomó su bolso, metió dos mudas de ropa, buscó el anillo que tenía escondido en una de las gavetas de la cómoda y salió de la habitación. Su padrastro comenzó a reaccionar, ella pasó por encima de Peter; él la sujetó del pie, ella sacudió con fuerza y logró salir de su casa. Durante un buen rato corrió, hasta llegar a la casa de Ricardo. Al acercarse vio a una pareja de enamorados cerca del parque quiso caminar rápidamente pero el anillo se le cayó, se agachó a escasos metros de la pareja, encontró el anillo y cuando levantó el rostro descubrió la peor de las traiciones, Rachel y Ricardo estaban burlándose de ella. A pesar de la decepción y del dolor que sentía fue hasta la parada de buses, con las pocas monedas salió del pueblo hasta llegar al centro de la ciudad. Aquello que iba a hacer era doloroso para ella, pero era su única salvación. Vendió el anillo y tomó un bus hasta el estado de Nueva York, queria irse lo más lejos posible de Texas, un lugar donde nadie pudiera encontrarla, donde ella no volviera a revivir su pasado. Dos días de viaje interminables hasta que al fin llegó a un pequeño edificio donde alquilaban habitaciones. Allí comenzaría desde cero. Terminó de alistarse, tomó un taxi hasta la dirección que Angie le envió, no quería perder tiempo y correr con la mala suerte de que hubiesen contratado a alguien más. Bajó del auto, jamás pensó que aquel lugar estaría lleno de misterios y muchas emociones para ella.
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