Cierra tus ojos y pide un deseo

1501 Words
"La esperanza es un sueño despierto." Aristóteles Después de entrar a su oficina, Harris gira de un lado a otro en su silla ejecutiva, recuerda el evento con la nueva empleada, piensa en que se excedió un poco, quizás debió ser menos violento. Si la chica desistía de seguir cuidando a Alice, él tendría que comenzar desde cero y encontrarle un reemplazo lo antes posible, por lo que de cierta forma, estaba supeditado a aquella joven. Apreta el botón del teléfono y le pide a su asistente que vaya a su oficina para hacerle algunas preguntas sobre Emily. —Ven a mi oficina Angie. —Sí, señor, en seguida. La asistente abre la puerta con sumo cuidado la puerta, asoma la cabeza con recelo, le pide permiso para entrar y luego camina hacia el escritorio de su jefe. —Dígame señor. ¿En que puedo ayudarle? —Siéntate por favor, quiero que me hables un poco de la nueva babysitter de mi hija. —Angie traga en seco. O mentía o era despedida. La primera opción siempre sería la más conveniente para ella, quien debe sustentar a sus padres en el interior del país. —La srta Emily Robles tiene excelente recomendaciones de sus antiguos jefes, antes de contratarla, estuve investigando sobre ello. Vive en el mismo edificio donde vivo yo, señor y su conducta es intachable. —¡Ummm! ¿Qué edad tiene? Se ve muy joven. —Veintidós creo. —Me dijo que tiene veinte. —Ah sí, sí. Me confundí, quien tiene veintidos soy yo, señor. —Espero que sea responsable y honesta —espeta él. —Puede estar seguro de ello señor. —Está bien, retírese. En lo que pueda me envía su curriculum vía fax y por favor, dígale al CLO que prepare el contrato de la señorita. —Sí, señor. Con su permiso. Angie sale de la oficina de su jefe, aún le tiemblan las manos y su corazón late agitado. —Dios y ahora que haré, como le envío ese currículo si no existe. —murmura en voz baja— En los líos que te metes Angie —se recrimina a sí misma. En tanto, en la mansión Geller, Emily va hasta la cocina, le pide ayuda a la empleada encargada de la cocina, buscarle los ingredientes para hacer el pastel de la pequeña Alice. —¿Pastel? ¿De dónde sacó esa idea, señorita? —Alice está de cumpleaños, y ya le pedí autorización al Sr Geller. —Bueno si el patrón, dio su aprobación, está bien. —Voy a necesitar azúcar, harina de trigo, manteca, chocolate en polvo, miel, huevos y almendras. Ah, chocolate en tableta también. La mujer va hasta el depósito donde guardan los alimentos. Toma los ingredientes para el pastel y se los coloca sobre el mesón de mármol de la cocina. —Aquí tiene. ¿Sí desea la puedo ayudar? —No se preocupe... —se queda pensativa, pues no recuerda el nombre de la empleada. —Blanca, yo soy Blanca. —Gracias Blanca, pero ya tengo ayudante —le da un guiño a Alice, quien está emocionada de hacer el pastel de su cumpleaños. Emily comienza a batir los ingredientes en el tazón, Blanca las observa sonriendo, aquella chica se había ganado la aceptación de la pequeña, quien siempre estuvo reacia a tener una babysitter. Después de enmoldar el pastel, Emily lo coloca en el horno. Sube con Alice a su habitación. Se encarga de bañarla y escoger un hermoso vestido para la pequeña acorde con la improvisada celebración. Cuando Agatha se encargaba de la niña, en todos sus cumpleaños la llevaba de paseo fuera de la mansión, siempre buscaba mantenerla lejos de Harris para evitar que él le hiciera un gesto de desprecio a la niña. Emily desconocía esa situación, a pesar de conocer el carácter de aquel obstinado hombre, trataba de pensar que en el fondo quería a su pequeña hija. Alice se queda dormida en brazos de la joven, ella la coloca en su cama y baja para terminar de decorar el pastel. —¿Dónde está la niña? ¿No la dejaría sola en su habitación? —Josefine le pregunta de forma imperativa al ver a Emily sola en la cocina. —Se quedó dormida. Solo bajé para terminar de decorar el pastel. —¿Qué pastel? —pregunta irritada. —Uno que preparé para cantarle cumpleaños a la niña. —¿Quién se cree para tomarse ese tipo de atribuciones? Por si no lo sabe, esta fecha es muy dolorosa para el Sr Geller, su esposa murió. —Lo sé, pero también sé que la niña no tiene la culpa de ello y que merece celebrar su cumpleaños. Además el Sr Geller me dijo que podía hacerle el pastel. No suelo tomarme atribuciones sin el permiso de mis jefes. —No le creo, y me parece que quiere venir a meterse en cosas que no le corresponden. —la mira por encima del hombro— Termine el bendito pastel y luego se puede retirar. —Lo siento, solo obedezco órdenes del Sr Geller y según se me indicó mi horario es hasta las 6:00 de la tarde, por lo que a esa hora me retiraré. —Eres una insolente. Llevó cinco años trabajando en esta casa como ama de llaves del Sr Geller y todas las empleadas deben cumplir con mis órdenes. —Lamento decirle, no soy su empleada. Vine a cuidar a la niña. No la casa. La mujer la mira con repulsión, Blanca se encoje de hombros y Emily respira profundamente para controlarse un poco y no hablar más de lo debido. Aquello le parecía tan injusto; la actitud de todos en aquella cada era inconcebible. ¿Cómo podían ser tan crueles con Alice? Terminó de decorar el pastel, subió de nuevo a la habitación, se sentó al lado de la cama y acarició los rulos castaños, casi cenizos de la niña. Cuando Alice despertó, se sorprendió de ver a Emily a su lado. —Emily, estás aquí. —Sí mi amor. —Pensé que todo había sido un sueño. —No mi amor, es real. Ahora vamos a ponerte el vestido que escogimos para que te veas hermosa y cantar tu cumple. —Sí, si quiero comer pastel y apagar las velitas. —Ufff las velitas. Olvidé eso. Déjame ver como lo resolvemos, ¿vale? —Alice asiente sonriendo. Justo faltando algunos minutos para cumplir su horario de trabajo, Emily baja con la niña hasta la cocina. Blanca recibe a la niña con una sonrisa: —Feliz cumpleaños Alice. —La niña se sonroja. Camina hasta la mesa donde está el pastel. Emily la toma entre sus brazos, la pone de pie sobre la silla. Le pide a Blanca que la acompañe, mientras Josefine observa la escena, enarca una ceja en desaprobación. Tanto Emily, como Blanca y la pequeña Alice están emocionadas cantando. El auto se detiene, Josefine mira hacia afuera. Se regocija en la intriga al ver que es Harris quien acaba de llegar: “pronto se les quitará la sonrisita” piensa. Justo cuando la chica cierra sus ojitos para pedir su deseo, Harris entra. Frunce el ceño al mirar aquella celebración. —Apaga la vela, Alice, apaga la vela. La pequeña sopla la vela. Y las mujeres aplauden. Cuando Emily voltea, se encuentra con la mirada fría y despectiva de Harris. Alice al verlo, baja la mirada. Quizás, algún día aquel deseo que pidió, se haría realidad. —¿Qué se supone que es esto Josefine? —increpa a la ama de llaves. —Señor déjeme explicarle. —responde la mujer, intentando zafarse de aquella situación. —Terminen de una vez con esta ridícula celebración. Aquí no hay nada que celebrar. Por primera vez, la pequeña Alice se rompe, baja de la silla y sube las escaleras hasta su habitación, se tira en su cama y llora. Emily mira con asombro la actitud de Harris. —Es usted... —se muerde la lengua para no insultar a su jefe. Sube corriendo las escaleras para consolar a la pequeña.— No llores mi vida, no llores. —No me quiere, el Sr Ogro me odia. —se refugia en los brazos de su babysitter. Luego de tranquilizar a la pequeña, Emily baja a la cocina por un trozo de pastel para la niña. Mira su reloj, se han pasado algunos minutos. Se despide de la pequeña. —¿Vendrás mañana, verdad? —Claro que sí mi amor. Yo vendré a cuidarte. La pequeña come su trozo de pastel. Emily baja, justo cuando abre la puerta para salir, la voz gruesa, déspota e imperativa de Harris, la detiene: —¿A dónde cree que va? Emily queda paralizada frente a la puerta, siente un nudo en la garganta, quería llorar y a la vez decirle unas cuantas verdades a aquel insensible hombre. Tenía tanta rabia contenida que si se atrevía a quedarse, no podría evitar callar su indignación.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD