El pastel de chocolate

1409 Words
“El ingrediente especial que convierte una simple comida en una obra de arte, es una pizca de amor en exacta medida; eso llenará tu alma” A.K.M Emily voltea hacia él. —Necesito que venga a mi oficina para que firme su contrato. Ella respira profundamente, le había prometido a la pequeña Alice volver, no podía fallarle como el resto, se gira y camina detrás de él. —Siéntese por favor —le pide amablemente. Harris en su interior sabía que estaba siendo algo violento en su comportamiento y que dependía de aquella chica para solucionar su dolor de cabeza. —Tenga, lea el contrato y diga si está de acuerdo con el monto. Por ahora será un contrato de tres meses, eso a fin de ver si cumple con mis expectativas, sino quedará disuelto de firma instantánea. Emily toma el documento, comienza a leerlo a pesar de hay cosas que no entiende. El lenguaje técnico y legalista eran un tanto confuso para ella. Solo se enfoca en el monto a recibir y los meses de contrato. —¡Creo que es aceptable! —responde titubeante. —Si le parece poco el monto, podemos discutirlo. —No, no es necesario —responde. Aquel pago excedía la cantidad que ella esperaba. —Entonces ¿Está de acuerdo? —Sí —responde parcamente. Él toma el bolígrafo de su chaqueta y se lo entrega. Emily firma aquel documento. Harris le entrega la copia. Ella se levanta para irse. —Con su permiso, señor. —Ah, quiero que se ponga en contacto con Josefine, ella le dirá cuáles son las reglas de esta casa. Lo que ocurrió hoy, no puede pasar nuevamente. Emily lo mira con enojo. —¿A qué se refiere? —A desobedecer mis órdenes. Hoy es el anuario de la muerte de mi esposa, aquí nafa se celebra ¿le quedó claro. —Me disculpo por no saber sus reglas, pero no me arrepiento de lo que hice. No sé cuales son sus razones para tratar de esa forma a su hija. Pero no parece justo lo que hizo. Esa niña estaba llena de ilusiones y usted las destruyó en un segundo. Harris apreta con fuerza sus manos, se levanta intespectivamente, apoya las manos en el escritorio y la mira fijamente. —¿Quién es usted para decirme que es justo y que no? —No soy nadie, pero Alice es su hija y usted debería ser el primero en protegerla. Harris se acerca a ella y la toma del brazo. Emily lo mira un tanto asustada. —No vuelva a decirme lo que debo hacer, porque si debo despedirla, no me importará lo que deba pagarle para que se largue de una vez. Emily traga en seco para evitar quebrarse ante la actitud grosera de Harris Geller. —No vuelva a ponerme un dedo encima. —lo mira desafiante. —Váyase ahora mismo. —le señala la puerta. Emily toma su bolso y sale de aquel lugar. Durante el trayecto a su casa, llora desconsolada, no podía negar sentirse afectada por las palabras y la actitud de Harris: —Un hombre que no quiere a su propia hija, no es capaz de querer a nadie. —murmura entre sollozos. En tanto, Harris se levanta, observa por la ventana el atardecer. Pronto anochecer y aquel terrible día habría pasado. Todos los años desde que Kim murió, Harris se siente destrozado como aquella noche. Se sirve una copa de vino, se recuesta en el sofá y llora por la ausencia de su amada Kim. Luego de beberse la botella, se levanta para ir hasta su habitación y descansar. Va hasta la cocina por un vaso con agua. Abre el refrigerador y observa el pastel de chocolate decorado con guindas rojas. Toma una y decide picar un trozo de pastel. Recuerda el pastel de chocolate que Kim hacia todos los fines de semana, la nostalgia parece confabular en su contra. Prueba el trozo de pastel, el sabor es tan similar al de ella. No había probado en cinco años, algo parecido. Había algo en Emily que lo hacía sentir emociones encontradas, por un lado era rebelde e impulsiva lo cual lo llenaba de rabia; por otro lado, era sensible y valiente. Nadie se había atrevido a hablarle como ella. Sonríe mientras saborea aquel exquisito pastel. Emily sube las escaleras hasta su apartamento, justo en ese momento escucha la voz de Angie quien viene entrando al edificio. —Emy, espérame —la chica se detiene a mitad de la escalera para esperar por su vecina. —¿Cómo te fue? Te invito un café y me platicas. —Ok, sí. Me hace falta un buen café. Entran al apartamento de Angie, Emily le cuenta sobre lo ocurrido. —No puedo creer que se hubiese atrevido a decirte eso. El Sr Geller es un hombre serio y obstinado pero todos dicen en la oficina que fue luego de la muerte de su esposa que él se volvió um amargado. Ahora entiendo porque la niña es tan rebelde. —No es rebelde. Alice reclama con su comportamiento la atención y el afecto de su padre. —Wow! ¿Eres psicóloga? —No, pero me gustaría en algún momento estudiar psicología. Siempre me ha gustado leer y me interesan los libros de ese tipo de temas. —¿Firmaste el contrato? —Sí, por tres meses, dice que para ver si “cumplo con sus expectativas”. Me pagará casi 2mil dólares, creo que está bien. —¡Jajajaja! ¿Bien? Está estupendo. De saber que pasaba eso por cuidar a Alice hasta yo me habría ofrecido. —No creas, cuidar a Alice es como estar con un angelito, pero trabajar para él es como trabajar con el diablo. Es déspota y cruel. —Leíste bien el contrato ¿no? —La verdad, hay cosas que no entendí. —Permítete para ver —Emily le entrega la carpeta, Angie lo lee silenciosamente.— ¿Sabes que si necesita que te quedes en alguna oportunidad en su casa, debes hacerlo? —No, ¿Dónde dice eso? —Aquí, donde habla de los deberes del empleado. —le muestra el documento— Además que si necesita hacer algún viaje y llevar a la niña, deberás acompañarlo. —No creo que eso ocurra, no soporta estar cerca de la niña. Si lo hubieses visto cuando nos encontró jugando en el baño. Me llamó payasa. Y de quedarme en su casa, la ama de llaves, no me soporta. Hasta creo que me odia. —Pues ya firmaste y deberás cumplir con el contrato. Debiste decirle que lo leerías con calma y luego lo devolverías firmado. Ah, hay otra cosa que debo decirte, él me pidió tu currículo y tuve que inventar uno, por fa no me eches de cabeza con él. Tengo uma prima que trabaja cuidando un niño, yo misma hice su currículo y usé su información para poder hacer el tuyo. —Pero eso es ilegal. Si llama y descubre que no he trabajado en eso, me meteré en un lío. —No creo que investigue, menos si ya la niña te aceptó. Ninguna se las anteriores há durado un mes trabajando con él. —Espero que no vaya a estar llamando para comprobar esas recomendaciones. —Yo le dije que ya lo hice. Tú solo revísalo y te aprendes los nombres de los supuestos ex jefes. —Está bien, haré lo que dices. Creo que debo ir a descansar, estoy exhausta. —Ve, y tranquila, nadie va a descubrir que no eres una babysitter. Realmente creo que ninguna de las que tienen título pueden ser mejores que tú. Emily sale del apartamento de su vecina y va hasta su pequeño Loft. Se desviste, se mete a la ducha, abre la regadera y siente el agua tibia recorrer su cuerpo, necesitaba relajarse. Minutos después sale del baño envuelta en la toalla, se coloca el camisón de algodón y se acuesta en su cama; permanece pensativa, mirando a la nada. Luego comienza a dar vueltas de un lado a otro por más de una hora, sin conciliar el sueño. A pesar de lo autoritario y grosero que Harris había sido con ella, Emily no pudo evitar estremecerse y sentir su piel erizarse al leve contacto de su mano al tomarla bruscamente del brazo. ¿Por qué no lograba dejar de pensar en aquel obstinado hombre?
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