Rodamos varios metros por el impulso, hasta que por fin nos detenemos, entre mis brazos puedo sentir como la pequeña tiembla producto del pánico — ¿Estas bien? — le pregunto, separándonos un poco. Sin embargo, de su boca no sale sonido alguno, simplemente me mira con esos enormes ojos asustados, que están a punto de romper en llanto.
Como puedo la ayudo a levantarse, me cercioro que no esté lastimada escaneándola de arriba abajo y afortunadamente, no encuentro señales de moretones — ¡Nat, Nat! — Escucho gritar a su hermano desesperado quien corre hacia nosotras, por lo que el plan de mi jefe ha dado resultado. Lleno de angustia la abraza con anhelo, la sacude con esmero al ver su estado de Shock — ¡Cariño, cariño por favor, dime algo! — suplica.
Me siento terrible, la culpa me consume, ni siquiera puedo mirar a este hombre a la cara, las veces que ha intentado hacer contacto visual, quiero salir corriendo, desligarme del asunto, pero, desafortunadamente para mí, debo seguir adelante, a parte, estoy preocupada por la pequeña. Respiro hondo e imploro al cielo fortaleza para continuar con este teatro.
La tensión en el aire es notoria, muchas personas se han agrupado a nuestro alrededor, curiosos por averiguar que sucede. Lentamente la pequeña da indicios de reaccionar, parpadea un par de veces, mirando a su alrededor, cuando comprende que el peligro ha pasado, se abraza a su hermano con mucha fuerza, clavándose en su pecho, este corresponde intensificando su agarre y me mira con ojos de alivia; un escalofrío me recorre al cruzar nuestras miradas.
Viendo su mejoría, decido continuar con la segunda parte del plan, así que sonrió, doy la vuelta y retomo mi camino, alejándome de ellos — ¡Espere, por favor, espere! — la oigo gritar a mis espaldas, detengo la marcha y volteo con expresión de fingido asombro — ¡Por favor señorita! Déjeme darle las gracias — En una fracción de segundos estaba abrazada a mi cintura, dejándome petrificada ante la vigilante mirada de su hermano, quien sin disimulo escaneaba cada parte de mi cuerpo, pero sin lascivia, al menos, no me da esa impresión.
— ¡Ohhhh! ¡Estás lastimada! — Señala con evidente tono de énfasis. Entonces, me percato del enorme raspón en mi codo izquierdo.
La adrenalina del momento, tuvo un efecto anestésico en mi cuerpo, por eso, no sentí dolor sino hasta que vi la sangre rodar por mi brazo.
— ¡Señorita! Permítanos llevarla a un médico — Señala Johnson, mientras que con delicadeza examina la herida.
El roce de sus dedos sobre mi piel lastimada, me produce una sensación difícil de explicar, supongo que está ligada al miedo que tengo de ser descubierta.
— ¡No se preocupen! Es solo un rasguño, ¡Voy a estar bien! — Intento doblar el brazo y emito un quejido involuntario de dolor, inútilmente trato de disimularlo.
— ¡Lo ve! Esta muy lastimada — Inquiere la niña.
— De verdad, no es nada ¡Ten más cuidado la próxima al cruzar la calle! — Froto su cabeza. Sonrío disfrazando el agudo ardor que me aqueja, me despido con educación e intento apartarme de ellos tal como se supone debo hacerlo, pero, fallo.
— ¡Señorita! No sea testaruda, la llevaremos al médico — Su voz, es tan varonil y autoritaria que de inmediato las piernas me flaquean, por lo que simplemente asiento con la cabeza.
— ¡Samuel! No seas así de tosco — Lo regaña, por su parte la mira con reproche — ¡Discúlpalo, no soporta que lo contradigan! Soy Natasha, muchas gracias por salvarme de esa motocicleta — Me alegra ver que está bastante más calmada.
— Mucho gusto Natasha, soy… — Me detengo en seco, por un segundo casi cometo el error de darle mi verdadero nombre — Alice — expreso con gesto adolorido.
— ¡Ven, vamos al doc. para que te revisen eso! — Gentilmente me ayuda a caminar, pasando mi brazo por su cuello y tomándome de la cintura.
Ahora que el cuerpo se ha enfriado, caigo en cuenta que me lastimé bastante en mi “heroico rescate”, ya que, contuve la mayoría de los golpes, para protegerla cuando caímos. Desde hace un rato, Samuel no ha emitido una sola palabra, permanece callado durante el trayecto al auto, de hecho, no volvió a mirarme luego que Natasha lo regañara, ni si quiera se presentó conmigo.
— ¡Esto va a ser más difícil de lo que creí! — pienso al notar su fría personalidad.
Parece un hombre muy diferente, al que observé temprano jugar con su hermana, es distante, camina de brazos cruzados con postura rígida y su mirada más que helada, parece triste y vacía, como si una pena le hubiese consumido el alma.
— ¿Eres nueva en la ciudad? — Inquiere de pronto Natasha sacándome de mis pensamientos.
— ¡Si! ¿Tanto se me nota? —
— Un poco, es que no te había visto antes en el parque y tengo muy buena memoria, te recordaría sin duda ¿Cierto Sam? — expresa con picardía, recibiendo una mirada de reproche de su parte, a su vez que ella tuerce los ojos con desagrado — ¡No le prestes atención, es un odioso! — señala. Incomoda, sonrío forzadamente mientras seguimos caminando.
El susto inicial parece haber pasado por completo, si no fuera por mi codo sangrante, estaría completamente en el olvido, por lo que pienso que el plan del jefe sería un total fracaso. El objetivo principal este día, era dejar una impresión notable en el objetivo, salvando a su pequeña hermana sin hacer mayor contacto, por lo que recibí la orden precisa de no prolongar el encuentro más de lo debido, pero, no salió como esperaban.
Llegamos al auto y mi corazón se acelera al darme cuenta que aun lado de nosotros, pasa lentamente la camioneta de vigilancia, aprieto los ojos poniendo rígido mi cuerpo — ¡Ese maldito debe estar furioso! — pienso. si bien, de mi parte no creo que las cosas hayan salido mal, por lo que he visto en estos días, puedo concluir que mi jefe es una completa bestia, cuando sus órdenes no se cumplen exactamente como quiere.
Amablemente Natasha me pide subir al hermoso deportivo italiano rojo en el que se trasladan — ¡Es hermoso ¿verdad?! — inquiere al notar mi expresión de asombro. Cuidadosamente intento ingresar, pero debido a mi enorme torpeza resbalo inexplicablemente, casi a punto de caer, Samuel me sostiene de inmediato, haciendo alarde de uno extraordinarios reflejos.
El corazón se me desboca cuando se cruzan nuestras miradas y su mano firme sostiene mi cintura, trago grueso y desvío el rostro. Su imponente presencia provoca en mí sensaciones extrañas que antes no había sentido. En gran parte las atribuyo al remordimiento, a la culpa por daño que estoy por hacerle, ya que, en el fondo soy una buena persona, obligada por un chantaje perverso.
— ¿Esta bien? — Pregunta con tono seco.
— ¡Si, gracias! — respondo incomoda. Lo profundo de su voz, no ayuda en nada al nerviosismo que siento.
Después de varios minutos, estoy en la sala de emergencia del hospital, siendo atendida con prioridad a solicitud del influyente CEO. Varios exámenes, algunas suturas y un calmante después, me encuentro lista para regresar a casa.
— ¡Muchas gracias! — Reitero al despedirme de ellos, negándome rotundamente a su ofrecimiento de llevarme a casa.
Frente al hospital tomo un taxi, donde por fin, puedo dejar de salir a modo de suspiro todo el aire de mis pulmones — ¡Esto esta mal! — es la frase que se adueña de mis pensamientos, hasta llegar a la entrada de mi edificio, p**o el taxi, le pido al chofer que conserve el cambio y salgo directamente a mi departamento — ¡Lo único que quiero es llegar a casa! —
Abro la puerta, enciendo la luz, tiro las llaves en el envase de siempre y bastante adolorida, avanzo hasta la cocina.
— ¡Bienvenida Señorita Stone! ¿Está lista para evaluar su desempeño? — Sentado en uno de los muebles, con un vaso de whisky en la mano, esta mi jefe mirándome con reproche.