Sin dejar de mirarme, se levanta del sillón avanza hasta a mí, posando sus fuertes manos en mis hombros, la intensidad que hay en sus ojos hace que me sienta diminuta e indefensa, desatando una voz en mi interior que me grita “Corre, estas en peligro” muy difícil de ignorar, haciendo evidente el pánico en mi rostro — ¡Shhh, shh, shh! No tiene nada porqué temer — besa mi frente, dos lagrimas corren por mis mejillas sin que pueda controlarlas debido al asco que me produce. Con delicadeza, las seca y sonríe lascivo, vuelve a sentarse, pero esta vez en sofá grande, suavemente me nalguea para que me siente es sus piernas y al no tener respuesta de mi parte, coloca sus manos en mi cintura y con fuerza me obliga hacerlo, dejándome sentir toda su erección, impresionada, abro los ojos como platos