Desconcertada, por sus acciones me quedo inmóvil sintiendo su delicado abrazo, nuestra cercanía me permite apreciar lo agitado de su respiración. Incapaz de llevarle la contraria, me dejó guiar de nuevo a la mesa.
En ese momento, el anfitrión aparece con la ronda de entradas —¡Muchas gracias Gerson!— dice, indicándole que se retire — ¡Espero que las ostras al vino blanco sean de su agrado! — Toma una de la bandeja para dármela.
Debo admitir que pese ala textura viscosa, su sabor es realmente exquisito, nunca antes me llamó la atención comerlas, pero, me fue imposible negarme —¡Están deliciosas!— Respondo.
Durante el siguiente tiempo, siguió dándome de comer, sin perder contacto visual, sonreía al mismo tiempo que parecía complacido de devorarme con la mirada — ¿La está pasando bien?—
