Tres personas había en el automóvil. El conductor, mostraba una mueca de silente desagrado, debían ser dos nada más, pero la detestada amiga se había colado como las plagas lo hacen en los barcos de mercantes y estaba allí de piernas abiertas en el asiento trasero. El desagrado que se había granjeado desde el primer momento aumentado ahora por saber que le había jugado una mala pasada a su esposa, competía casi con el encanto de encontrar de nuevo a la mujer de ideas extrañas que lo acompaña en el asiento del copiloto, la conversación que es casi ineludible en este tipo de situaciones, consistió en informarle a el sobre la gran trayectoria musical de su acompañante. Premiada en más de una ocasión por la lírica de sus canciones alocadas siempre gratamente sorprendentes en esos recintos tan formales en los que suele primer lo clásico y lo sobrio.
La chica del asiento de atrás iba soltando anécdotas según le iba pareciendo gracioso y así él se enteró de detalles de los cuales hubiera preferido seguir siendo ignorante, un par de amoríos pasajeros, unas descalificaciones causados por un evidente estado de intoxicación en medio de una importante gala y en general incidentes muy propios de una personalidad que hace un par de días le hubiera resultado no muy grata pero que ahora encarnada en la hermosa mujer a su lado le resultaba excitante. Recordó entonces aquel libro de kudera que habla sobre la levedad y no supo encontrarlo más cierto que en ese momento; una mujer de encantos desconocidos le movía los gustos y los principios sobre los cuales había vivido y lo hacia solo con el tono de su voz y el movimiento sensual de su cuerpo. Se dijo para sus adentros que tal vez había vivido toda su existencia en una posición que no le correspondía, la de prócer virtuoso, cuando le hubiera encantado probar los caminos del vicio carnal.
Las chicas vestían ropa que no podía ser más disímil, aquella que debía interpretar dentro de poco una sonata frente a cientos de personas iba vestida, según dedujo de la conversación anterior, sorprendentemente bien para la ocasión, un vestido n***o y largo cuya terminación ubicada apenas por encima de la rodilla enmarcaba sus pantorrillas con una gracia que quedaba acentuada al evidenciarse su falta de experiencia con los altos tacones que vestía, muy ceñido en la cintura transcurría delicioso por su espalda hasta la nuca descubierta por estar el cabello recogido en un peinado complejísimo que el estimo debió tardar una par de horas en conseguir. Los hombros, como en las dos ocasiones anteriores iban descubiertos. Tuvo que contener la mirada muchas veces para no bajarla hasta sus senos y dejarla caer también hasta ese culo bien llenito que había sentido ya entre sus manos y ahora parecía habérsele convertido en un deseo constante. Encontró la formula contra esa infantil tentación en sus ojos y principalmente en la manía que iba desarrollando de estudiarle los gestos, allí presencio por vez primera su semblante de nerviosismo, la risa siempre a medias, los ojos que no se levantan nunca mucho del suelo y las piernas apretadas una contra la otra.
El viaje que involucraba ir de un lado al otro de la ciudad tomo tiempo suficiente para que quedaran agotadas las historias impertinentes de la indeseada acompañante, entonces surgió de ella, el comentario que ninguna persona sensata se hubiera atrevido a formular, dijo
-Y la esposa, ¿también viene?
Los dedos en un gesto de puro odio reprimido apretaron fuerte el volante, mientras los ojos de la otra chica lazaban una mirada de desaprobación hacia el espejo retrovisor, ambos gestos captados con muchísima agudeza por su causante recibieron por respuesta un recogimiento de hombros
-No, no viene- respondió tajante, con la esperanza de que ello finalizara el intento de indagar por ese camino que no quería transitar
-Pues menos mal, hay mujeres muy celosas
Sin saber cómo contrestar sin faltar a la dignidad ya por demás agraviada de su pobre mujer no encontró palabras para responder, dirigió una mirada de socorro a su copiloto, la encontró ligeramente ruborizada y con la expresión de molestia presente en su entrecejo, supo pues que aun a ella resultaba incomoda la situación por lo que tomo aire y sin saber muy bien que decir improviso
-es un viaje de ida y vuelta a un recital no veo por qué tendría que estar celosa
- ¿No lo ves?, mira el bombón que llevas al lado, si no fueras un marica hace tiempo ya tendrías la mano entres sus piernas, yo me haría la que no veo
Con voz molesta, esa a la que se habían referido como bombón reprendió a su amiga
-No empieces porfa
-No empiezo, todo lo contrario, quiero que empiece algo
El conductor paso una mano por detrás de su nuca y sentencio
-Si algo empieza no va a ser contigo observando
Las mujeres de atrás rio sonoramente – Mira amiga este si tiene huevos, no como ese otro, te acuerdas
Esta vez el rubor le coloreo hasta las orejas y se encontró a si misma sofocada en una situación en la que normalmente no lo estaría, de haber sido otra la persona a su lado habría correspondido la risa y hubiera encontrado hasta la manera de provocar otra carcajada, pero ahora un fastidioso sentimiento de timidez le atoraba las ideas. Los 4 días que trascurrieron desde lo ocurrido en la improvisada fiesta le habían pasado entre remembranzas de ese instante tan corto pero placentero que había degustado en los brazos del hombre a su lado y ahora sabiéndolo tan perspicaz en la observación de sus gestos, en las caricias a su cuerpo, no podía hallar el modo de dejar de sentirse indefensa en su presencia. Por vergüenza no había admitido esto a su amiga, pero ahora empezaba a desearlo, pues tal vez ello habría evitado que soltara la lengua con tanta impertinencia; como si se tratara de uno más. Sintiendo se un poco fuera de sí pero aun siendo la mujer extrovertida que habia sido casi desde el momento mismo de la concepción encontró fuerzas para reir y añadió
-Uy si, estaría aca temblando sin saber cómo disimular que le caes como la mierda- rio de nuevo
-Si, mira él no lo oculta, tiene pantalones a pesar de ser un perro infiel
Aumentada la furia por verse inmerso en una conversación sobre su propia persona sin participar en ella y aún más con comentarios tan despectivos hacia su persona, soltó sin darse cuenta siquiera
-Calla de una puta vez- tan sonoro y fuerte fue el tono de su voz bastante grave que ambas chicas se estremecieron en sus asientos, la de su lado verdaderamente asustada, la de atrás un poco excitada, se mordió los labios, mientras pensaba ara sí misma, así quiero uno, grandote y que me odie, que me coja con puras ganas de romperme.
No se dijo nada más, pero por fortuna el sitio del concierto se encontraba ya muy cerca, y basto girar un par de esquinas más para poder abandonar ese momentáneo confinamiento en el que se encontraron, durante casi 2 horas de camino.
El, también iba vestido para la ocasión, eligió su traje más cuidado, uno n***o de líneas delgadísimas que recorrían la tela en vertical, la espalda ancha estiraba el saco y la camisa hacia el pecho dando toda la sensación de ser un galán de hollywod, las dos chicas que siempre había despreciado un poco esa vestimenta que ellas habían denominado durante su época marxista “propia de un cerdo capitalista” ahora veían que lo que realmente había odiado siempre era el estilo desgarbado y tan poco varonil con el que otros hombres lucían sus ropas de gala. Durante un instante en que él se adelantó para entregar las llaves al valet la chica de n***o dijo como una suplica
-No la cagues por favor, en serio muero de ganas de cogérmelo, no lo espantes-
La amiga dijo
– Yo igual, ¿no me lo prestas después?
Sin poder responder negativamente ya que entre las dos habían ocurrido ya un par de veces que los amantes fueran compartidos y les había resultado de lo más divertido ahora no encontraba el modo de decirle que a este lo deseaba solo para ella. Callo en cuenta de que ya lo estaba hurtando de otra mujer y por fin tras más de veinte años sobre este mundo encontró algo menos descabellado la idea de la fidelidad, ese pensamiento que le cruzo la mente como un rayo finalizo en su boca, murió siendo una mueca de desaprobación hacia sí misma ahora empezaba no solo a albergar sentimientos de asqueroso apego sino incluso hasta lastima por la mujer traicionada. Solo hasta entonces se preguntó cómo sería la esposa, esa duda le recorrió la mente mucho rato
Al desaparecer ella tras bambalinas quedo tan solo en compañía de la tan odiada amiga, de no ser por un sentido de tontarrona cordialidad que años de tratar con las personas le había implantado en el cuerpo hubiera preferido sentarse en una silla muy lejana a la de ella, no fue así, se posaron en asientos vecinos. Intentando evitar la conversación de la imprudente chiquilla estuvo todo el rato pendiente de su celular, con la mala suerte de que llegaron mensajes de la esposa, preguntando un par de nimiedades. Esos ojitos perspicaces al lado suyo no tardaron en darle una ojeada al celular, tan sagaces fueron que incluso pudieron observar de pasada el rostro de la esposa, en la foto del chat, desconcertada quedo al encontrarla tan maravillosamente bella. No quiso admitirse que tal vez rivalizara y hasta superara a su compañera de juergas, también en ella se instaló la duda de como seria, después de todo solo había observado de pasada su rostro a lo mejor era su cuerpo el motivo del tedio del esposo ahora enredado con una muchachita de casi la mitad de su edad.
Empezaron los recitales, a ella correspondía más o menos a la mitad de la función programada para trascurrir en el término de un par de horas, los primeros fueron un par de pianistas, un saxofonista y un dúo, todos ellos pasaron por la estancia con la gloria que da por naturaleza el ser talentosos para la música, pero sin apenas contar con las aclamaciones que hacen grandes a los artistas, a fin de cuentas, la maestría con un instrumento y la capacidad para manipular los ánimos con una melodía son cosas bien distintas, la ultima la tienen más bien pocos.
Llego por fin el turno de esa “diosa de n***o” como escucho + comentar a alguien en el público, recorrió ella la pasarela con elegancia de cisne, algo atareada por los tacones disimulo cuanto pudo un ligero tropiezo, situada en el punto central del escenario las manos gráciles y delicadas tomaron el instrumento con la suavidad de la que deben estar hechas las nubes, inmediatamente el instrumento lazo estridentes notas que nadie esperaba como parte inicial del acto, poco habituado a este tipo de demostraciones entendió que debía sorprenderse para no parecer fuera de lugar, el arte siempre le había sido distante y conocía de él lo más elemental, la música fue durante su vida nada más que e telón de fondo que colorea de vez en cuando la celebración y esto con la música moderna, esta, solo instrumental era aún menos que eso, una especie de campo totalmente inexplorado.
Como es siempre de esperarse en alguien inexperto, el goce fue apenas palpable, la interpretación, aunque había sin lugar a dudas bella y la mejor de entre todas no logro pese a ello hacerlo más admirador de esa chica, se preguntó si su deseo habría alcanzado ya su estancia más álgida. De seguro de haber sabido eso, la belleza en su vestido n***o se habría sentido igualmente decepcionada pues el momento no fue elegido azar, sino como una excusa para demostrar al que esperaba fuera su más reciente amante una faceta madura que le granjera algún respeto y la librara de ese sentimiento opresivo de atracción que experimento con anterioridad solo en la temprana niñez. De haber estado menos segada por el prejuicio tan natural en casi todos nosotros hubiera entendido que su atractivo radicaba precisamente en todo lo que de poco convencional y alejado a la clásica idea de la belleza tenía su vida, en sus gestos extraños en su entrecejo siempre cambiante en el cuerpo voluptuoso, incluso en esa pequeña estría que ella se esforzaba siempre en cubrir durante el sexo, acaso fuera la atracción de lo imperfectamente original.
El resto de las presentaciones fueron soporíferas al punto que incluso los más veteranos en este pasatiempo de clase alta sintieron la cabeza caer hacia los lados por el sueño. Acabado el evento volvieron a estar en el automóvil, ocuparon idénticas posiciones. Inmediatamente al ingresar en el auto fue atacado por una mirada expectante que pedía a gritos un halago para la presentación que había echo frente a otros unos cientos pero que en realidad estaba dirigida solo a él. Obtuvo halagos, pero no los que deseaba, no se hizo presente el descubrimiento esperado de un rasgo hermoso de su personalidad, tan solo se limitó a comentar lo bien que había estado y el talento de sus manos. Ella sufrió del sentimiento de pequeña humillación que nos llena cuando no obtenemos lo deseado a pesar de nuestro más grande esfuerzo, se contentó momentáneamente diciéndose que tal vez. El, algo perturbado por la presencia de la amiga prefirió no decirlo todo frente de ella. Lo único que le resulto grato dentro del automóvil fue la revelación de que su compañera entendió sus deseos y por lo menos de momento, cerraba el pico.
Hicieron dos paradas, una en casa de la amiga, que se despidió con claro sentimiento de indiferencia. Por haber sido despreciada su locura en tantas ocasiones aclamada, y la otra en la casa que el recién conocía y que constituía el hogar de la otra chica. Al estar frente a la puerta, ambos vacilaron. De nuevo solos, se hacían totalmente consientes el uno del otro, fue ella quien tomo la iniciativa, al no poder contener sus ganas de que pasaran un rato más juntos. Siendo el también incapaz de aplacar un idéntico deseo que habia estado cultivando el vestido tan deliciosamente escogido se maldijo al aceptar la invitación para pasar. La vivienda bastante más grande de lo que él hubiera anticipado, era de dos pisos, puerta grande de hierro resguardada por una verja color verde, entre esta y el portón un espacio para el automóvil de la familia. El interior de la casa también amplio estaba adornado con el gusto de alguien que lo superaba incluso a él en edad, mientras entraba dijo
-Tienes que enseñarme a tocar el violín, al parecer renta bastante-
Ella rio por el chiste fácil y contesto.
-No es mía, es de mi tía, te conté de ella, se fue desde hace un par de meses a “conocer el mundo”- esto último lo soltó con gesto de conformidad.
-a esto te referías con estar por tu cuenta- respondió riendo ante la verdad a medias que le había contado en el café
Sonrojándose de nuevo y ya un poco harta de esa debilidad estúpida de la timidez, se mordió un labio y como haciéndose la que no había escuchado nada giro sensualmente hacia él, entrelazo los dedos detrás de su cuello atrayéndolo para repetir ese beso que tanto le había perturbado la mente los días anteriores, un intento muy débil por resistirse fue todo lo que él pudo hacer y entonces volvió a encontrarse con la suavidad hecha carne en los labios de la mujer bajita que para besarlo tenía que ponerse en punticas, distinta a su esposa que para hacerlo le bastaba con levantar la cabeza un poco
El beso, para fortuna de ambos no sufrió con el paso de los días el mas mínimo menos cabo y fue incluso más embriagante que el de hace unos días, las manos volvieron a ir a donde las fue guiando el capricho, durante un instante de la extrañísima inspiración que invade a los hombres al estar con la mujer deseada el abandono por un momento el frenesí lujurioso en el que empezaban a devorarse y mientras alcanzaba la cremallera del vestido para despojarla de él fue bajándolo al tiempo que con la yema del dedo recorría la piel sobre la espina dorsal, al llegar al final del camino de dientes metálicos que hacia el cierre introdujo la mano en el vestido apretando esas nalgas que no había podido observar tanto como quisiera pero que ahora podía tomar entre sus dedos, dejo caer el vestido mientras una erección incontrolable le causaba dolor al estar represada en el pantalón tan ceñido, como leyéndole la mente la pequeñita manito de ella acudió al rescate y rápido se ocupó del cinturón y también del cierre para introducirse con avidez furiosa en el pantalón, agarro su m*****o con mucha fuerza primero y luego al empezar a bajar del todo el pantalón lo recorrió hasta la base con suavidad.
Despojados de todas sus vestiduras se apartaron un instante para poder contemplarse por fin sin miramientos, fue para ambos un momento de exquisito deleite, él se grabó a fuego en los ojos cada detalle de la anatomía perfecta que se erigía frente ofrecía a su observación. Empezó por las piernas grandes y fuertes que hacían de pilares a unas caderas muy amplias, coronadas por el hueso pélvico que asomaba apenas tímidamente, la figura luego exhibía luego curvas hacia su interior y el obligo quedaba entonces enmarcado en una especie de figura de reloj de arena que tan solo finalizaba a la vista de los senos, grandes pero no demasiado, apenas lo suficiente para no perder la firmeza de su juventud, la cereza del pastel estaba en un cuello largo y precioso que se movía como respuesta a la respiración agitada de los boca. Con el ánimo de no perder un solo detalle de la ninfa deliciosa en frente suyo la tomo por los hombros haciéndola girar sobre sí misma. La vista de la espalda delgada y esbelta bajaba como un rio de piel para encontrar su muerte en las colinas libidinosas que hace apenas segundo recorría con las manos.
No pudo contenerse más y sin preguntar nada la tomo por la cintura obligándola así a inclinarse contra un sillón, espero un instante para saber que ella no tenía ninguna reserva para lo que estaba a punto de suceder y no habiendo obtenido ninguna señal de desaprobación la penetro tan despacio como lo permitían las ganas de hacerse uno con ella, al sentir que su pubis chocaba contra las nalgas que temblaron ligeramente ante la envestida oyó un gemido acallado por la mano derecha ahora sobre la boca, algo ofendido por este intento por suprimir la pasión que el había desatado por completo la tomo de ambas muñecas, la piel de la espalda al ser halados los brazos hacia atrás fue apresada entre los dos omoplatos, la mujer quiso morder entonces el cojín del sillón pero no pudieron alcanzarlo sus dientes y al bajar la cabeza quedo solo la frente como todo apoyo, pero sin sentir ningún peso pues los brazos fuertemente encadenados por las manos enormes que se le cerraban alrededor, soportaban todo el peso de su cuerpo
El sonido de la pelvis chocando contra las nalgas se hizo más frenético a cada instante y el observaba como cada choque formaba deliciosas olas en la piel impactada, ella por su parte se sentía deliciosamente sometida por cada choque, también se sintió avergonzada a la vez que sorprendida al notar que por las piernas empezaba a bajarle la humedad de su sexo que ya no se resistía en lo más mínimo a ser penetrado.
Estuvieron en ese éxtasis del primer sexo durante largo rato, hasta que finalmente llevado por la más pura excitación el saco su m*****o intempestivamente y se vino en la espalda que todo el tiempo había estado queriendo ultrajar con su semilla.
Con esa idea que le había estado taladrando la cabeza durante mucho tiempo, nuestro entrevistador quiera sumirse por completo en la traición, había estado gran parte de su vida negándose a emprender cualquier proyecto que tuviera pinta de ser contrario a lo moralmente aceptado. Toda una vida encadenado a la seguridad cobardona de una existencia encausada por los límites de su propio autocontrol había por fin rebasado su propio cause, impulsado por esto aparto todos los reproches que le hacia su yo que empezaba a quedar en el pasado y sin dar tiempo a la exhausta chica que empezaba a posarse en el sillón para tomar aliento, tomo impulso con la mano para descargarle una fuerte nalgada que ella no había previsto y la tomo por sorpresa haciéndole girar la cabeza con una sonrisa de puro estasis marcada en el rostro, el gesto siguiente, el labio inferior siendo devorado por la boca fue todo lo que necesito el para volver a sentir todo el peso de la lujuria en su interior, la tomo en sus brazo y preguntándole de donde se encontraba la cama más cercana la llevo hasta la única habitación de la primera planta.
Atravesaron la puerta entre risas y una vez tocado el filo del colchón no hubo ya tiempo para las palabras o los pensamientos articulados, se resumió todo al más primitivo deseo de explorarse. Estuvieron perdidos en ese estado un par de horas más, tiempo durante el cual las paredes de esa habitación devolvieron el eco de la piel chocando contra la piel, los gemidos soltados ya sin intento de disimulo y en general toda clase de sonidos propios del amor.
Mientras tanto en la sala, junto al sillón, el pantalón que había sido abandonado allí sin reparar en nada, vibraba al ritmo del celular en su interior, la esposa escribía, esta vez no hubo llamada, precisamente porque tan atemorizada se encontraba esa mujer, de que la misma no fuera respondida que prefirió suponer en aras de su salud mental que su esposo se encontraría ocupado en tareas más halagüeñas a su dignidad que lo que en realidad estaba sucediendo, a no muchos kilómetros de ella.