Capitulo 9

2897 Words
El día miércoles, los dos esposos se encontraron en frente del portón de su apartamento. Ella noto en él. De nuevo, un aroma algo extraño pero esta vez mezclado con un toque de cigarrillo, había dicho que pasaría la tarde en un simposio para psicólogos y esto explicaba su traje tan elegante. Todo esto era bastante justificable, sin embargo, lo que resultaba realmente extraño era su actitud, parecía de algún modo algo más liberado menos abigarrado y rígido. La saludo efusivamente y aunque consiente de su disgusto evito besarla no pudo ella dejar de notar esa alegría con la que fue siempre tan trasparente y que había observado en contadísimas ocasiones.   Contrario a su costumbre de siempre, no se dirigió al estudio a finalizar alguno de los incontables libros, de una colección que empezaba ya a desbordar los estantes. Por el contrario, dijo estar muy cansado y tras despojarse con rapidez de las ropas que vestía y lanzarlas a la cesta de la ropa sucia se hecho a dormir, sobre la cama marital. Ella no encontró el modo de despertarlo sin sentirse como una histérica por lo que llegada la hora también tomo su lugar al lado del cuerpo yaciente de su esposo, durante largo rato estuvo mirando hacia el techo, preguntándose que podría ocurrir en la vida de su esposo que le modificara en tan poquísimo tiempo esa sustancia de la que había estado constituido siempre, Ella lo había conocido siendo uno, pero ahora parecía empezar a convertirse en otro, como una semana había bastado para modificarle la sonrisa los hábitos y hasta los pequeños detalles que ella siempre había encontrado enternecedores, como el beso imprevisto en la frente, el desayuno preparado bien temprano para evitarle la molestia de gastar dinero o incluso la comida que el traía a casa cuando ambos llegaban muy exhaustos como para dedicar tiempo a la cocina.   La llama de la furia ya no estaba presente, empezaba de echo a experimentar una suave autocompasión. Al fin la madrugada la hallo harta de intentar desenredar el nudo de lo que ocurría a su cónyuge sin tener que aceptar la verdad cada vez más patente de que esto no podía ser sino obra de otra persona, que empezaba a influir en su carácter con una facilidad inusitada. Se propuso el día siguiente intentar aquello que hasta entonces había evitado por respeto a su posición como esposa madura y comprensiva, lo enfrentaría directamente, preguntado esta vez sin rodeos si ocurría algo de lo que ella debiese estar enterada, con este firme propósito bien incrustado en la voluntad la encontró por fin el sueño.   Llego el día viernes y estando en su puesto de trabajo recordaba desairada las respuestas obtenidas el dia anterior ante sus justas reclamaciones, el simplemente intento evasivas y llego incluso a burlarse sobre su “paranoia”, hasta cierto ella lo creyó esto último cierto y alcanzo al punto de intentar un genuino perdón echando a la basura todas las sospechas de los últimos días, pese a un honesto esfuerzo no pudo hacerlo. Debido a ello había llegado a ese último día laboral como una sombra melancólica, embargada por una tristeza que había creído nunca se presentaría en su vida, estaba en una especie de encrucijada en la que no podía entregarse al odio furioso por temor a que resultaran infundados sus temores y tampoco se encontraba en condiciones de optar por el perdón dado que su naturaleza orgullosa recién descubierta se lo impedía, así como las pruebas cada vez más concluyentes contra su esposo.   Recordó entonces como habían transitado por su vida mujeres de toda clase, algunas de ellas victimas del engaño otras de ellas victimarias, las primeras eran siempre del tipo abnegado, en muchos casos totalmente alienadas a los deseos del esposo, con tristeza las había escuchado decir que habían sabido encontrar el perdón para los actos del pérfido marido. Luego en reuniones de grupo le resultaba imposible notar como todos observaban a la desdichada con mueca de compasión mal disimulada, se negaba rotundamente a ser una de esas mujeres, pero años de convivencia y costumbre la tenían fuertemente atada a su esposo, no era todo un cuestión de sentimientos que ella sabía pueden causar tan solo penas pasajeras y aun la peor de ellas resulta mortal solo para los débiles de carácter, sino por que existían un montón de inconvenientes prácticos que desaconsejaban la separación. Entendió entonces que esas mujeres que perdonaban lo hacían no solo impulsadas por el amor que todo lo remedia, sino que probablemente lo hacían en realidad por temor a la inseguridad de una vida que se acaba para dar nacimiento a otra a medias, por vez primera recordó su día de matrimonio con un dejo de arrepentimiento.  Al legar el final del día casi había olvidado por completo ese compromiso que había adquirido con su jefe el día que revisaron las grabaciones de las entrevistas, acudió a la cita arrastrada tan solo por la vergüenza de faltar a un hombre que le había prestado ayuda y consuelo en un momento importante. Ha su esposo no había mentido sobre esto, sino que muy honestamente había avisado que estaría ocupada esa noche en una reunión a la que había sido invitada a ultima hora, no dijo que el jefe había sido quien la invitaba, pero en cualquier caso eso era irrelevante ¿no?   El automóvil, mucho más amplio que el que se turnaban ella y su esposo, sin lugar a dudas costosísimo y cómodo.  recorrieron las calles de la ciudad en medio de una charla de chismes de oficina, charla durante la cual le resultaba casi imposible mantener una actitud cordial, pues su mente tan solo soñaba con la posibilidad de olvidar todo lo acontecido durante las últimas dos semanas para poder así retornar a su vida anterior tan apacible, para su infortunio el diablillo a su lado contaba plenamente con ese estado de melancolía profunda y no dudaría en hacer uso de el para empezar a cerrar la garra sobre ella.   Al llegar a la reunión saludar aquí y allá fue tarea de varios minutos, ella fue presentada en todos los casos como nada más que una amiga, varios de los hombres que saludaron a su acompañante tuvieron el descaro de felicitarlo como si se tratara ella de un accesorio, solo su estado de superficial depresión logro aplacar las quejas que estas palabras le generaban. La reunión era sin lugar a dudas de la más alta alcurnia y personas todas muy bien vestidas y alimentadas pululaban por el alto y elegante recinto. Ellos se instalaron en una de las mesas centrales donde fueron visitados por variadísimas personas todas ellas con alguna pretensión adulatoria, no tardo ella en notar que tal vez entre los presentes fuera el uno de los más destacados. Admiro durante un cortísimo rato la facilidad con la que el se desprendía de los molestos y retenía a los gratos, ese desenvolvimiento social que en su esposo resultaba imposible porque siempre lo hallaban los demás demasiado meditabundo y reflexivo muy dado a las cuestiones trascendentes y poco entregado a la charla trivial pero divertida, otro hecho que le resulto sorpréndete fue el respeto con que era tratado como si emitiera cierta aura de respeto que quienes lo rodeaban se veiam obligados a acatar. La idea de que seguramente a esto se refería el “carácter” al que algunas mujeres enredadas con él se referían como algo tan maravillosamente atractivo, le mantuvo la mente algo distante de sus problemas de hogar.   En un punto de la velada ella llego a sentirse también centro de atención, ya las copas ingeridas no le permitían vislumbrar si esto se debía al hombre que la acompañaba o a si misma, al vestido que había elegido o simplemente a la belleza que todo el mundo le hacía recordar siempre y ella había empezado a considerar nada más que algo intrascendente, sin verdadera importancia. Un cosquilleo de alegría por fin empezó a filtrarse y esta idea de casi reina, en compañía del que parecía ser el rey de la velada hizo que su jefe empezara   parecer el acompañamiento perfecto para ese rictus de dignidad que la acompaño los días anteriores. Muy fanática del arte clásico llego a imaginarse que en otro tiempo hubieran sido una pareja digna de ser representada en el mármol inmortal.   Sin embargo, evitemos engañarnos no había en todo esto más que la huella de un nuevo descubrimiento, un inocente juego de superioridad en el que desempeñaba un papel que siempre le había resultado curioso, el de tirana, el de reina. Por su mente no había cruzado la más mínima traza de sensualidad y sobre la persona que le estaba facilitando este juego tan divertido solo sentía una creciente admiración y aun cuando se había hallado a si misma, en varias ocasiones, comparando a su marido con los presentes no llego a sentir reproche alguno hacia él, pues distinto como era sus maneras de sabio y su agudeza para las cuestiones humanas seguían pareciéndole el atractivo definitivo.   Aun si no dejemos de tener presente también que resulta facilísimo confundir los sentimientos y como ocurrió a ese matrimonio del cual hemos hablado tantísimo, una amistad termino trasformada en casamiento, que tan difícil seria que la admiración y diversión trasmutaran también en algo más, esto sumado al alcohol que termina siempre por nublar aún más la visión y hacernos presa de un tipo de daltonismo sentimental que impide o bien distinguir lo que se desea o exagerarlo en demasía, es un enemigo natural de la fidelidad.   La luna ya se encontraba muy alta en el cielo cuando la pequeña multitud de riquillos empezó a desbandarse por la ciudad, todos en sus lujosísimos automóviles. Ella aun poseía pleno dominio de sí misma sin embargo varias copas le hacían tambalear un poco el equilibrio y trabar ligeramente el habla por lo que sujeta al brazo de su acompañante y en medio de risas provocadas por su incapacidad para articular palabras complejas arribaron al automóvil en el que había llegado. Dado lo alto de la camioneta entrar en ella resultaba un poco engorroso y ella estando ebria fue socorrida por su acompañante, mientras realizaban la extrañísima maniobra de introducirse en ese auto ella lanzo una mirada por encima del hombro, observación que sorprendió a su acompañante dirigiendo una mirada de descarado deseo a su trasero, tan concentrado estaba ese hombre en la contemplación de las curvas de su cuerpo que ni siquiera se dio cuenta de que había sido descubierto. Esto que en cualquier otra situación le hubiera resultado totalmente inaceptable ahora no le parecía tan grave y de hecho por la espalda le recorrió un escalofrió chiquitito de incomprendido placer, como si por primera vez en la vida encontrara lo delicioso de ser deseada, de tener a un hombre en sus manos, a merced de sus encantos. Poco inclinada al coqueteo de cualquier tipo,  solo lo había usado conforme a las instrucciones recibidas por sus amigas mucho más liberales, siempre para conseguir cosas pequeñísimas e incluso con la idea errada de que las conseguía con su carisma de persona y no con la belleza de mujer. Su esposo le sacaba casi 10 años y ella cercana a los 30 había llegado a una edad en la que estar atrasado en la sensualidad no es más virtud sino que es motivo de vergüenza, así lo sentía ella. Esto, más la conciencia. Que estaba siempre presente, de ser una mujer casada a la que no deben asomarle pensamientos románticos con cualquier otro hombre la sumió en un estado de confusión momentánea, ciertamente le había gustado sentirse deseada pero esto constituida un choque tan profundo con sus principios, la educación tan desgastante y en general con todo en su vida que estuvo a punto de que la vergüenza la embargara por completo, antes de que esto se transformara en arrepentimiento de la velada recién trascurrida acudió al rescate la voz masculina que todo el rato había estado presente pero que solo hasta este momento volvía a ser solo dirigida a ella.   -Espero que haya sido una buena noche, ¿sirvió para olvidarte un poco de los problemas? Extraída de sus abstractas divagaciones y alelada por el alcohol tardo en responder un momento -Sí, fue una noche espectacular, no la pasaba tan bien desde hacer rato- dijo muy sinceramente -Me alegra un montón, esa era la idea- mientras decía esto fue ya totalmente incapaz de contener una expectación por tantos años encerrada en su entrepierna y sin meditarlo ni un poco puso su mano sobre la piel desnuda de la pierda de su subordinada.   Ella al notarlo se sintió transformada en estatua, callo en la cuenta de un momento a otro de que este hombre tenía una reputación bien ganada y aun sintiéndose muy agradecida con el no podía permitir que se rebasaran ciertas barreras, tomo su mano con delicadeza y la puso de nuevo sobre la palanca de cambios.   Él, se disculpó de inmediato diciendo -Discúlpame, es que también bebí mucho, no sé ni que hago  Ella rememoro aquel adagio popular “los borrachos nunca mienten”, rio un poquito y entonces recordando todo lo que había hecho por ella, desde facilitarle la tarea investigativa hasta procurarle una distracción para sus penas acepto la disculpa sin guardar el mas mínimo recelo, eso sí, se dijo que era mejor evitar demasiada cercanía pues ahora sintiéndolo tan cercano empezaban a rondarle miedos a los que no debería someterse ninguna mujer casada.  Qué pasaría si por ejemplo estuviera más borracha y se perdiera por completo como había ocurrido un par de veces antes o si el desechaba su papel de caballero y se lanzaba como un lobo sobre su presa.   -En serio que hoy me voy a casa con celos- continuo el -Celos jefe, pero si hoy me di cuenta que lo tiene todo -No todo, por ejemplo, me hace falta una mujer, yo sé que esto te va a sonar raro porque estoy bien enterado de mi propia reputación, pero llega un punto de la vida en que sentar cabeza empieza a parecer algo deseable, encontrar alguien todos los días en casa, tú vives esa vida debes saberlo mejor que yo Ella medito un rato y entonces dijo -Eso yo ya no lo tengo tan claro, mire jefe que yo no me quejo de mi víada ni de mi esposo, ósea siempre todo nos ha ido tan bien, pero últimamente no sé, creo que por fin el rosa empieza a desteñirse para el Viendo la oportunidad de halagar, nunca desaprovechada por ese depredador experimentado se apresuró a decir -No digas eso, seguramente es simplemente un momento difícil para el también, yo no me imagino poder despreciar un solo momento a una mujer de tus talentos y belleza eres el sueño de muchos, lo digo casi que por experiencia propia – Acostumbrada a los halagos fáciles este no calo muy profundamente en ella pero mentiríamos si dijéramos que no fue algo que le dio cierta felicidad, ver que aun con el paso del tiempo maltratándole la piel había aun personas para las que era la más bella de entre todas, cosa que no es poco decir. Su esposo había sido el un ejemplo de romanticismo durante los primeros años y aun cuando dejo de serlo ella lo perdono sin miramientos porque sabía. Gracias a su propia experiencia, los efectos que tiene la costumbre sobre este tipo de cosas, que empiezan siendo deliciosas para volverse cansinas y repetitivas. Pero ahora empezaba a darse cuenta que sentirse no solo deseada sexualmente sino también por sus “talentos” como él había dicho, sonada como música para sus oídos, aun así, un respondió como lo demandaba la modestia y la precaución   -Ay jefe, seguro eso les dice a todas -Pues no voy a insultar tu inteligencia diciéndote que nunca se lo dije a otra persona, pero nunca fue sincero, queda para ti si creerlo o no, además lo digo simplemente como un amigo -Bueno, con el beneficio de la duda a tu favor- sin percatarse de que empezaba tutearlo- te voy a creer eso El rio y la conversación volvió de nuevo sobre los problemas maritales, el prometió de nuevo ayudarla en cuanto fuera necesario para develar el misterio y siempre intentando aparentar que deseaba que fuera todo un malentendido aun cuando en realidad en sus adentros suplicaba a la providencia que en realidad su contrincante le diera el regalo maravilloso de ser descubierto.   El auto por fin disminuyo su velocidad y a petición de ella se detuvo una cuadra antes de llegar a casa, él se sintió muy halagado por esa precaución y se estiro para despedirse con el acostumbrado beso en la mejilla, la cercanía de ese rostro bello fue suficiente para colmarle los sentidos por lo que cediendo al animal que llevaba adentro y giro ligeramente la cabeza a ultimo momento, de no ser por la reacción de ella hubieran chocado de lleno los labios. Sin embargo, si se juntaron las comisuras y en ambos quedo la sensación humedad de ese pedacito de carne que adorna la boca, los dos estimaron mejor fingir que no lo habían notado, pero uno de ellos agarro el volante mientras se felicitaba, mientras que por otro lado ella profundamente turbada se sintió la peor clase de mujer.      
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