Antes de poder siquiera reponerse de este inesperado conflicto que acaba de protagonizar con ese hombre egoísta y descarado que dejaba en la cocina, tuvo que hacer frente a otras monótonas charlas de familiares entrometidos, que con preguntas de toda clase intentaban diseccionarle la vida, hubieron cuestionarios de todo tipo, desde los inocentes que preguntaban sinceramente por su salud y bienestar hasta los descarados que no perdían oportunidad para las meter las narices en temas que no les competen e incapaces de contenerse preguntaron sobre su relación con el único desconocido de la fiesta, el falso profesor. Teniendo que disimular muy bien su rabia confio en que la historia contada por el fuera suficientemente siemple y se limito a decir con acierto que era un conocido de su paso por la universidad.
Para encontrar algo del sosiego que con tanta eficacia le había arrancado ese jaleo estúpido que eran para ella las fiestas de cumpleaños salió a fumarse un cigarrillo, como fiel escolta y escudero que habían sido toda la vida, la amiga la alcanzo y al sentarse ambas una al lado de la otra en la estrecha escalera se lamentaron de no poder evitar este tipo de situaciones, teniendo siempre que ceder a los caprichos estúpidos de gente que no se interesa de nosotros sino una vez al año. Estuvieron un rato comentando nimiedades sin importancia en un intento por abordar sin precipitaciones el tema que a ambas removía la conciencia . Finalmente, como rompiendo el ambiente festivo que daba a todo el ruido de la música y las risas dentro del apartamento, ella se atrevió a preguntar
-Aun lo quieres-
La amiga respondió sin necesidad de aclaraciones adicionales- Si, pero es un capricho tonto, me lo aguanto si quieres- lo decía con plena certeza de que los principios liberales y el convencimiento de que su amistad se sustentaba en este tipo de picardías le impedirían aceptar la oportunidad de veto que le brindaba.
-Entonces hazlo, ha vivido como un hombre castrado la mitad de la vida, no va a serte difícil
En una última precaución hipócrita la amiga interrogo de nuevo - ¿segura? –
-Totalmente- fue la respuesta, aunque era algo totalmente contradictorio con su verdadero sentir.
Para no delatar que el propósito de haber salido tras ella a compartir ese cigarrillo que ya empezaba a acabarse, era el de obtener el permiso que acaba recién se le brindaba la amiga extendió la charla un rato más pero una tras un rato y un par de carcajadas que servían de culminación entro de nuevo a la fiesta mientras hacia el gesto de sobarse una mano contra la otra, en símbolo claro de su voluntad de satisfacer sus apetitos.
Ella intento apartar sus pensamientos del acto que estaba por consumarse allí dentro, tal vez en el baño, tal vez en la habitación del fondo. No lo logro, conocía muy bien a esa mujer que le hacía de confidente y cómplice desde hace muchos años y no guardaba la menor duda de que cumpliría su cometido ese mismo día. Rememoro un sinfín de momentos significativos en su vida y le fue casi imposible encontrar uno en el que ella no estuviera presente, juntas habían develado la mitad de los secretos de la vida, desde el primer amor verdadero hasta la primera deliciosa noche de pasión desenfrenada, había sido su hombro el que se empapo de amargas lágrimas de despecho durante la adolescencia y sus oídos el receptáculo de los más penosos secretos, no lograba precisar un solo instante en que hubieran estado verdaderamente disgustadas la una con la otra y se resistía que el estúpido que había tenido que reprender en la cocina cual si fuera un niño pequeño causara alguna erosión en su amistad. Pese a todo esto y en contra de su propia voluntad no lograba deshacerse de la amargura que la situación le clavaba en el pecho.
Con mucha terquedad quiso decirse que todo ello no eran celos de ningun tipo, puesto que se creía muy por encima de sentimientos tan patéticos, pero hubo de resignarse a que no podían ser otra cosa cuando diviso el porvenir y notó que aquello que verdaderamente la perturbaba de su amiga enredada con su amante era un ligero rescoldo de inseguridad y de egoísmo, se decía con sufrimiento. ¿Y si tras reposar en la cama ambos exhaustos, el tenia también con ella los mismas palabras certeras y hermosas que había pronunciado en su lecho y en su casa?, ¿y si durante el sexo le dedicaba esa mirada de científico que ella tanto amaba?, ¿y si era capaz de descubrir cómo lo había hecho con ella los secretos cautivadores de su piel para develarlos como descubrimientos dignos de Marco Polo?, ¿y si terminaba por preferirla a ella, a sus modos salvajes, a su irreverencia exagerada e interminable o incluso a sus talentos carnales?, después de todo había sido la amiga su maestra en estos temas y de seguro dominaba con sobrades toda maniobra con las que ella embelesaba y sorprendía a su entrevistador.
Entonces el momento de desear la huida le llego a ella, por supuesto era ridículo desaparecer de su propia fiesta y no lo hizo por que como ya hemos visto era en realidad una mujer mucho más encadenada a las convenciones sociales de lo que ella misma creía. Así, cuando estimo que ya se había ausentado demasiado tiempo y penetro de nuevo en el apartamento no encontró a los únicos a quienes quería ver, no se encontraban ni en la sala ni en la cocina y si estaba la habitación cerrada con pestillo. Ante esta comprobación una sensación similar a las náuseas le invadió la garganta, sintió compasión absoluta tanto por la mujer a la que había estado causando esto. Es decir, a la esposa, como por ella misma, aquello era el colmo de la ansiedad nerviosa y tan profundos efectos físicos tuvo en ella que incluso algunas personas preguntaron si se sentía bien, paso de este modo los 30 minutos más detestables de toda su existencia, cuando volvió a encontrarse con los culpables de sus horrores ambos parecían tan ajenos al daño causado que le fue imposible cualquier reproche, él se marchó tras un superficial beso en la mejilla y la traicionera arpía que fraguo todo esto con metódica maldad se mezcló de nuevo entre el resto de la gente