La noche de su cumpleaños, tras haber logrado evacuar a todos los familiares y amigos que se reunieron para festejar su nacimiento, habían quedado ambas mujeres rodeadas de la soledad de ese apartamento desordenado y sucio cuya vuelta a la normalidad constituía el privilegio de la anfitriona y suyo, absortas en los intentos por borrar las marcas mugrientas de los zapatos del suelo y de limpiar los desastres que algunos poco acostumbrados al alcohol habían hecho en el baño.
En medio de ese ajetreo de media noche, justo antes de arribar al termino de sus tareas de cenicienta llego el comentario que ella había estado deseando no oír, empezó diciendo -hablando de cochinadas- para luego regarse en un sinfín de detalles obscenos sobre lo ocurrido en la habitación el mismo día apenas unas horas antes, fue en suma una confidencia de las que solían hacerse y en las solían sorprenderse de la fidelidad con que la otra sabia representarse lo narrado, pero en esta ocasión esa compenetración mágica con la amiga. Que le habría parecido siempre extraordinaria, fue el mayor de los infortunios, pues se sentía tal cual hubiera presenciado el acto de primera mano, el tacto el olor e incluso las imágenes. Nada se le escapaba, pero contrario a ser motivo de risas . Como en otras ocasiones, era de odio y de recelos.
Por honor a su viejísima amistad no hizo protesta alguna ni reproches infantiles, después de todo lo ocurrido no era más que la continuación de una costumbre ya larga entre las dos, pero por mucho que batallara consigo misma por evitarse conflictos inesperados con la amiga hubo cosas que no pudo consentir ni aun con todo el esfuerzo. Por ejemplo, aquella noche no fue capaz de dormir en la cama en que todo había ocurrido, pues tan horrendas eran las imágenes que le suscitaba que tuvo la certeza de no poder encontrar en ella ningún reposo, paso una noche de perros en el sofá oloroso ante las preguntas burlonas de la anfitriona que no daba crédito a lo que sus ojos advertían como una especie de celos contenidos contra su persona.
Después de aquel día, reasumió su vida previa a la maldita entrevista. Fue de nuevo clienta regular de los antros nocturnos de la ciudad y encontró incluso tiempo para su olvidado violín que no había sido usado desde el día en que fue tan solo instrumento del ego en la presentación a la que lo invito a él. Sin embargo, a pesar de estos intentos por moverse adelante olvidando todo lo ocurrido no podía permitirse abandonarse un solo instante porque ello implicaba dar rienda suelta a su deseo de arrastrarse una vez hasta su celular para marcar el numero prohibido, quedando reducida a nada más que una puta a la que podía agraviarse de cualquier modo.
Asi, en ese estado de desamparo solía encontrarla la noche, en medio de las luces incandescentes y palpitantes de algún bar anónimo en el que por algún motivo la borrachera salía uno o dos pesos más barata que en el del lado y en el que las personas que hasta hace poco eran de su agrado se reunían para realizar una especie de comedia del coqueteo en la que todos tenia oportunidad con todos y en la que los recelos y los sentimientos humanos se escondían bajo la mesa para dejarlos allí pudriéndose y fermentándose hasta el día en que como una presa desbordada alguno de los jugadores de ese juego mal sano estallara en improperios contra el amigo retrechero que le robaba la novia o que terminaba por ser mejor amante que el.
Ella que hasta entonces había disfrutado con maldad y autocomplacencia ser el motivo oculto de muchas de esas disputas no encontraba ahora ningún goce en esa diversión de niños, extrañadísimos se encontraron aquellos que habían tenido siempre por segura su disposición para las noches casuales y las caricias de olvido instantáneo. Se vio en una posición en la que no pensó estar nunca, en la de poner también a recaudo de la mesa sus propios recelos, dirigidos contra la mejor amiga que ya no soportaba, que se había convertido de la noche a la mañana en un ser odioso incapaz de contener sus impulsos sexuales.
En una de esas noches en la que la luna no dio señales de vida y la oscuridad tomaba por completo la ciudad, un hombre muy apuesto, más o menos de su edad fue escolta y cajero toda la juerga, su conversación era fluida su sonrisa amplia y encantadora, de cuerpo alto y delgado. Fue el primer candidato a ser utilizado para el olvido que ella con tanta desesperación necesitaba, le estrujo entonces hasta la última gota de encanto, midió y peso cada parte de sus atributos de príncipe europeo y en esfuerzos desmedidos por despertarse ella misma pasión por otro hombre que el que le atormentaba las noches lo beso con furia en medio del baile, pero ni aun así logro que el corazón le diera los vuelcos que apenas hace unos cuantos días eran tan comunes en el interior de la casa de verja verde, se maldijo a si misma por caer en semejante trampa y con verdadera sensación de estar desperdiciando un buen plato de comida desecho al joven perfecto para encontrarse de nuevo sola y desconsolada en su cama, intentando olvidar pero paradójicamente recordando muy vívidamente lo que la amiga había descrito como una conversación de reconciliación entre su amante y la esposa, ocurrida precisamente cuando ambos se disponían a acabarle la tranquilidad y las noches de sueño profundo.
Esa era la otra mitad de su desencanto con la vida, no se trataba únicamente de la acción siempre potencial de que él hubiera reposado sobre otra mujer sino también del conocimiento de que parecía querer escapar de ella para volver lloroso a los brazos de la conyugue traicionada, dejándola en una posición en la que antes había creído sentirse cómoda pero que ahora parecía una silla de clavos en la que no encontraba cómoda ninguna posición. Siempre la almohada la encontraba bien entrada la madrugada preguntándose que había cambiado en su interior para ser víctima de una condición humana tan desastrosa como eran esos celos incontrolables.
Sucedió entonces lo impensado, una gran disputa con la mejor amiga, ocurrió un par de noches después de lo del príncipe azul rechazado, una tarde en que ambas se encontraban en casa divagando sobre la vida sin saber muy bien que hacer, surgió el tema de las ultimas aventuras amorosas y haciendo lista de ellas sonó el nombre no de nuestro entrevistador sino el del príncipe azul. Que, para sorpresa de nuestra chica del entrecejo hermoso, no aparecía solo en su lista sino también en la de ella, hecho que le causo, casi como un reflejo involuntario la necesidad de decir
–pero como te gustan mis sobras-
tras lo cual la amiga sin dar crédito a sus oídos interrogo –Que—
nuestra chica ya entrada en el trámite de la diputa decidió sacar de adentro todo lo que le picaba en la conciencia desde hace días – Pues eso, que parece que cuando un hombre tiene el mas mínimo ligero olor a mi te pones de lo mas de cachonda-
Su contraparte chilló en un sonido que parecía la risa de una hiena-Como si tu no lo hubieras hecho también conmigo-
-Sí, pero siempre con tu permiso, con tu complicidad- mientras apretaba el puño bajo la mesa que hacía de escenario a la discusión
-Te pedí permiso idiota, frente a mi casa con un cigarrillo-
En un intento por mentir patéticamente dijo – No me refiero a ese, sino al otro, al de la fiesta-
-No creas que soy pendeja, se precisamente que ese te valía una mierda, lo que te jode es tu puñetero viejito-
Ella vacilo, pero decidió no seguir la mentira y descubrirse por completo- Si lo sabias por qué hiciste lo que hiciste-
-No lo sabía en ese momento, lo sé ahora
Nuestra chica que siempre era más aguda con los desconocidos que con las personas cercanas tuvo en ese momento un instante de lucidez en que la invadió la convicción de que eso era una mentira. se nublo entonces en lágrimas contenidas, para luego dejar que un vomito de palabras dolientes llenaran el aire de la habitación –Sabes, no te creo, siempre has estado celosa de mí, siempre has deseado lo que yo tengo, esta puta casa, el más mínimo dejo de talento, o siquiera unas tetas decentes, es por eso que te empeñas en querer suplantarme, en querer hacer de mi vida la tuya, pues te tengo una noticia, mi vida está más allá de la cama en la que me cojo a quien me dé la gana y tú nunca vas a poder tenerla, porque simplemente tú no eres yo.
La más delgada de las dos quedo un par de segundos convertida en piedra, como si hubiera visto a la mismísima medusa a los ojos, pero finalmente luego de procesar al completo toda la sarta de porquería que acababa de recibir de lleno en la cara levanto en alto el brazo derecho y tan rápido como lo permitían sus huesudos brazos impulso la mano hacia el rostro de su congénere del otro lado de la mesa. Tan sonora fue la cachetada que durante un segundo se escuchó su reverberación en el aire.
Sin dar tiempo a que la violencia fuera respondida y sin saber que decir se levantó sin importarle los planes que habían hecho ya juntas para la noche. Mientras tanto en la casa de la verja verde, una mujer con el labio roto se saboreaba la sangre con mueca de malicia, más que herida y adolorida se encontraba feliz de comprobar que aun la maravillosa sangre escarlata le corría por las venas a pesar de que últimamente se sentía tan fría y muerta como el hielo puro. Esa noche no hubo fiestas para ni salidas para ella, simplemente se sentó en la soledad del estudio, tomo su violín con la misma emoción con que lo había tomado años antes y maltrato sus cuerdas tanto como pudo sin romperlas, las música estridente e improvisada que alcanzaba a inundar no solo su casa sino también la de los vecinos a ambos costados fue motivo de queja de un par de matrimonios regordetes que tras golpear la puerta con furia durante más de 30 minutos por fin cesaron en su empeño de acallarla, aquello fue un ritual de limpieza de proporciones místicas que la hallo en la mañana con las manos destrozadas pero con el alma un poquito menos rota.