Las semanas que duro la separación, fueron para la esposa momento de profunda contradicción, mientras que para el todo lo contrario, reafirmación y solidificación de todo lo nuevo que se le venía presentando, no hubo espacio para arrepentimientos solo para nuevos adulterios. Su rutina, como es natural, resintió profundamente el cambio del hogar por el cuartico pequeño que ahora le servía de vivienda, ni cocina, ni libros, ni recuerdos de otro cuerpo durmiente junto al suyo, solo profunda soledad que le facilitaba ciertas cosas, pero le dificultaba otras tantas. Ahora, por ejemplo, no tenia que devanarse los sesos en intentos por procurarse excusas creíbles para justificar su ausencia, sino que se limitaba a abrir una de sus valijas elegir las ropas menos gastadas y salir por la puerta para abordar el auto que había alquilado ante la previsión de que tendría que correr la ciudad de un lado al otro con bastante frecuencia. Se sirvió de los ahorros largamente acumulados durante ese matrimonio tan libre de excesos para procurarse esa vida cara que es el exilio, comía en restaurantes cercanos platos que antes había evitado solo por la extrañez de su nombre y hasta se adentró en un restaurante atendido por negros menuditos que sabían todo sobre el arte de la comida del mar y le dieron a probar cuantos tipos de pescados podía una persona atiborrarse en la barriga.
Como cabría esperarse de esta situación de mal ganada libertad, la mayor parte del tiempo se le agoto sobre y bajo el cuerpo de la chica de la entrevista. El salía de trabajar temprano. Evitando cuanto resultaba posible a la esposa siempre muy cercana durante las horas del trabajo, a veces pasaba por el hotel para cambiarse de ropas otras la ansiedad lo encontraba frente al volante y decidía simplemente ir directamente a la casa de la verja verde. Aunque se tomaba la molestia de avisar con unos minutos de anticipación la visita, esto no era realmente necesario pues ella había también modificado sus horarios de modo que el la encontrara siempre dispuesta a la hora usual de sus visitas. Se besaban en la puerta y luego dejaban que el capricho de los pies los llevara al sitio que por puro azar seria ese día el encargado de sufrir el peso de los dos cuerpos hechos uno, tal destino lo sufrió la cocina, las escaleras, el baño y cinco de las 6 habitaciones de la casa, cuando se quedaron sin sitios a los que demostrarles su desenfreno se atrevieron a exponerse a la vista de algún vecino ocioso, haciendolo sobre el balcón.
Siempre quedaban extenuados tras ese ejercicio amatorio y aunque el alma aún les pedía seguir la faena la carne traicionera no lo permitía con lo que se resignaban entonces a seguir la otra mitad de lo que ambos se negaban a admitir era un amor que crecía entre los dos. Localizaban en la inmensa casa un rinconcito cómodo y estando totalmente desnudos para no perder el tiempo en trámites de ropas por si los volvía a asaltar la lujuria se ponían a hablar de las cosas más inverosímiles, a oídos de un tercero habría parecido una conversación de viejos eruditos mas que una típica conversación de amantes. Uno de estos días tras haber descuajado una de las mesas de la sala, dejándola reducida a escombros de madera apilada se acurrucaron uno junto al otro en el suelo junto al sofá, el pregunto sobre una idea que le había estado dando vueltas por la cabeza, pero que como no había logrado descifrar acudía ahora a quien se la había originado.
- ¿Recuerdas esa vez que me dijiste que la felicidad es estúpida?
Ella respondió- Perfectamente-
-Y no crees que ahora nosotros somos tal vez de las personas más estúpidas sobre el planeta-
Ella rio, pues con esto el hacia una confesión muy penosa para todos los amantes que empezaba a amarla, dijo en tono de interrogación coqueta-Quieres decir que te sientes feliz a mi lado
-Sí, y creo que tú también
Ella se ofendió un poco por el atrevimiento al cual creía ya estar habituada, contesto-No sé cómo puedes creer que esto es felicidad, yo últimamente me llevo fatal con todos mis amigos, no como bien a pesar de que tienes la costumbre de molerme los huesos, maldito- con sonrisa coqueta- y tampoco salgo mucho de casa, lo tuyo es peor, se por tu repetidera de ropa y por lo mal lavada que esta la poca que te traes que no estás viviendo en tu casa, supongo que tan a la mierda lo tiraste todo que hasta te echaron, en ese panorama tan horrible, que te parece feliz.
El ya muy acostumbrado a la agudeza increíble de esa chica no se sorprendió por lo certero de su comentario sobre la pérdida del hogar, por el contrario, le presto muy poca importancia. Tras vacilar un par de segundos encontró en pocas palabras la respuesta perfecta –este momento-
-Esto no es felicidad guapo, es con lo que todo el mundo la confunde, pero es más bien lo contrario, y nos va a hacer muy tristes a ambos créeme- dijo mientras le daba un tierno beso
-Si es triste solo por las consecuencias, en un mundo imaginario donde no las hubiera admitirías que somos felices
-Si no hubiera consecuencias atemorizantes no me habría fijado ni por un segundo en ti-
El rio, ante la comprobación de que sin importar el tiempo juntos a ella no se le agotaba su arsenal de excentricidades, entonces dijo en tono de broma
-Carajo, no me dejas nunca tener la razón – y añadió pensativo- creo que para mí es lo mismo, si ese día de la entrevista no hubiera visto que me ibas a costar media vida creo que nunca te hubiera llamado
Ella se le cuadro enfrente suyo, le paso las manos por detrás de la nuca y mirándolo a los ojos le dijo –La vida entera mi amor- y le dio un beso que volvió a infundirles la pasión que hasta hace un instante habían creído terminada sobre la mesita desecha.
Esa noche, cuando él se dispuso a marcharse, lo hizo por primera vez sin un solo dejo de dudas, por fin liberado de la idea de que transitaba de una relación duradera a otra, ahora por fin, plenamente consciente de que ambos buscaban en el otro lo que venían consiguiendo, total y absoluta perdición
Como ya lo hemos dicho iba casi a diario, pero nunca se quedaba a dormir, pues en una especie de acuerdo sin palabras ambos habían convenido en que ese es el sello característico de las relaciones que pretender ser algo más que una aventura pasajera. El entraba con las ultimas luces del sol y salía ya cuando la luna reposaba bien alto en el firmamento, así pudo contar con que aun cuando fuera un solitario bastión en medio del destrozo, su matrimonio aun no perdía el privilegio de ser la única relación en la que se permitía compartir el lecho durante el sueño, ritual que el en uno de sus arrebatos poéticos había fijado como uno de los momentos más íntimos de la vida, una vez dijo a su esposa “antes me ves besando a otra que compartiendo la cama, dormir es casi como estar muerto, eso sí es abandonarse totalmente, y yo solo me abandono contigo”.
En medio de esa corta vida rutinaria que paso entre el hotel y la casa grande de pecados sensuales, hizo un par de intentos, Que no eran más que trámites burocráticos de lo que implica el matrimonio, para informarse sobre su esposa, enviaba mensajes esporádicos que eran respondidos horas después, también realizo un par de llamadas contestadas en un tono tan frio y tajante que después de la cuarta no quiso volver a realizarlas. Fue tras la última de esas llamadas que noto un ablandamiento pequeñito en la voz de la mujer del otro lado de la línea. En vez de sentir felicidad por el cercano día del perdón se llevó las manos a la cabeza y se dio a la tarea de ingeniar un nuevo obstáculo que o bien liquidara por fin el agonizante matrimonio o por lo menos le procurara un alargamiento del castigo que tantísima libertad le proporcionaba, lo único que le vino a la mente tras mucho darle vueltas al asunto fue la idea totalmente asquerosa de hacer una llamada al médico que ya sabemos indicándole que adelantaría todos los pagos pactados sin incurría en un último engaño. Como quedo ya visto su solicitud fue cumplida a cabalidad aun cuando el único cabo que dejo suelto. El de no decirle al Doc que el supuesto infértil era él y no ella, tendría nefastos resultados para su futuro.
El día que recibió la llamada con la que la esposa lo interrogo sobre la posibilidad de arreglarlo todo fue tan caótico para el como lo fue para ella. Conociendo muy bien el calendario de las citas con el doc la llamada ese día era algo que daba por sentado aun cuando el resto de lo que ocurrió a su mujer no hubiera sido material ni para la más ominosa de sus pesadillas. Era, como ya sabemos un día sábado, dejo la cama ya bien entrada la mañana se vistió sin mucha premura y pensando que sería un día sin más ajetreos que el desbaratar de su cuerpo durante la tarde, para ocupar la espera hizo el camino hacia la cafetería en la que tomo su desayuno a paso de anciano meditabundo, se sentó con parsimonia de sabio y ordeno una copiosa comida con la que esperaba suplir el esfuerzo inmenso que constituía llenar los apetitos carnales de su compañía de las tardes. A medio camino de terminar ese gran festín lo sorprendió una llamada proveniente de un número desconocido, pensó en dejarla pasar, pero ante el pensamiento de que podía ser importante descolgó el teléfono, la voz que dijo –hola- le fastidio la comida que aún quedaba sobre el plato, era la odiada amiga, es impertinente que había tenido la fortuna de no volver a escuchar, lo peor, la muy perra empezó diciendo.
-Ya sé que te caigo fatal, pero es por una buena causa no cuelgues-
El saludo diciendo-Hola, que es- mientras pensaba –hija de puta, si lo sabe porque se toma la molestia de llamarme-
-Es su cumpleaños, tu sabes de quien, sé que no te lo dijo porque está obsesionada con mantenerlo casual, pero te juro que nunca le había visto los ojitos más ilusionados que cuando le propuse la idea de que vinieras, aunque dijo que no yo sé que quería decir que sí.
-Estoy de acuerdo con ella, acuérdese como termino la última vez con ese hippie de mierda ensañándose conmigo, mejor nos evitamos todos el bochorno.
Escucho una carcajada que se cortó de repente –El hippie de mierda como le dices- rio de nuevo- no viene, son personas distintas a la de esa ocasión hay un par de ancianos como tu
-Sigue sin parecerme buena idea, no tengo nada que hacer allá, lo nuestro no es de ese tipo
Una voz provocadora le respondió –¿psicólogo?, pero uno bien malito, obvio que quiere que venga, obvio que tiene sentimientos simplemente está pensando las mismas bobadas que tú, tanto querer ser libres para llenarse ustedes mismos de prohibiciones.
En un instante de embrutecimiento casi senil quiso creer en lo que decía su némesis del otro lado de la línea, la halagüeña idea de no ser simplemente deseado, sino que también amado lo sedujo y entonces basto un simple empujoncito que su adversaria dio con total naturalidad – Sería una sorpresa muy feliz-
-Está bien, dijo, a qué hora-
-Ya mismo, necesito un hombre que me ayude a prepararlo todo-
El presintió la trampa, pero eligió creerse el cuento rebuscado que recién le contaban, porque a fin de cuentas por mucho que se empeñara en sabotearse a sí mismo seguía prefiriendo la felicidad que la tristeza, para no extender más la charla que aun con un final grato le fastidiaba solo por el tono de la voz que respondía dijo –Esta bien, estoy allá como en una hora
Siendo aún muy temprano para el tipo de fiesta que esperaba acertó en el pensamiento de que en realidad no tenía que apresurarse, termino su desayuno que ya no tenía el sabor delicioso de antes de la interrupción, volvió a paso lento a su habitación tomo el perfume la camisa que había comprado hace una par de días a la espera de algún compromiso que demandara pulcritud y puso rumbo hacia el apartamento del primer beso, una vez allí subió las escaleras en medio de arrepentimientos infantiles, al darse cuenta que aquello que hacía era una insensatez motivada por ilusiones estúpidas, cuando tras dar un par de golpes a la puerta lo recibió una sonrisa blanca de puro triunfo se percató totalmente de su error, pero ya era tarde para corregirlo.